lunes, 30 de marzo de 2015

La automutilación espiritual

La conducta de todo individuo depende bastante del medio social en donde desarrolla su vida, siendo el grupo social el que lo presiona a adoptar la escala de valores dominante. No todo individuo ha de dejarse influir por la mentalidad dominante del grupo, pero deberá hacer un gran esfuerzo de adaptación si sus ideas difieren bastante de lo que está generalizado.

Es posible advertir diferencias importantes entre las personas de, digamos, más de 70 años, por una parte, y los jóvenes actuales. Entre las diferencias más notorias se encuentra el de la escala de valores dominante ya que, por lo general, la gente de mayor edad tiende a pagar sus deudas, o cumplir con sus obligaciones, previendo la posible opinión del acreedor, o de quien hubo establecido algún pacto de tipo laboral o comercial. Tales personas tienden a pagar estrictamente lo que deben por cuanto tratan prioritariamente de mostrar a los demás, y a si mismos, que son “personas de palabra”, que tienen dignidad y que lo peor que puede pasarles es que los demás piensen que son unos estafadores, o algo semejante. Entre sus valores predomina netamente lo ético sobre lo económico, ya que prefieren carecer de alguna comodidad para su hogar que dejar de pagar sus obligaciones pactadas.

Por el contrario, entre los integrantes del grupo social que tienen varios años menos, se advierte una escala de valores distinta a la mencionada, ya que es típico encontrar a un joven que prioriza sus vacaciones, o la compra de algún dispositivo prescindible, al cumplimiento de obligaciones contraídas. Poco le importa la opinión de los demás, y la suya respecto a sí mismo, por cuanto entre sus valores es más importante la comodidad de su cuerpo y la diversión de su mente que los aspectos éticos asociados a su conducta social. Este cambio de actitud nos indica una tendencia que va desde el hombre íntegro hacia el hombre automutilado espiritualmente, también denominado “hombre light”, es decir, aquel que carece de varios de sus componentes esenciales.

Alguien podrá decir, con mucha razón, que conoce abuelos tramposos y jóvenes decentes, y que siempre “ha habido de todo”. Lo que quiere afirmarse en el tema tratado es la existencia de un creciente porcentaje de la sociedad en el que predomina la escala de valores moderna sobre la antigua, sin hacer nunca una afirmación respecto a una totalidad de personas que adhieran a una u otra escala de valores. Quienes pueden corroborar la tendencia hacia el hombre light son los docentes que llevan varios años en su tarea y que encuentran diferencias notables entre la actitud mayoritaria de hace algunas decenas de años atrás respecto de la que ahora predomina.

El deterioro ético puede observarse también en los distintos ámbitos deportivos, ya que de las épocas de Juan M. Fangio, por ejemplo, se recuerda al piloto Peter Collins cuando cede su auto para que aquél pueda ganar el campeonato mundial de 1956 (el reglamento permitía ese cambio, con la división posterior de puntos entre ambos pilotos). Collins le dice a Fangio: “Súbase Maestro; yo soy más joven y todavía tengo mucho tiempo para ganar un título…..”. Debe señalarse que Collins tenía también posibilidades de lograr el campeonato. Los autores de “Fórmula 1. La eterna pasión” escriben: “La acción del británico, además del agradecimiento de Fangio, contó con un reconocimiento general del ambiente. Pero el destino no fue justo con Collins, ya que el futuro lo estaba esperando con un trágico final [1958] sin haberle permitido concretar ese sueño de campeón resignado en Monza a favor de su veterano compañero” (De la Revista Olé-Buenos Aires 2000).

Como contrapartida tenemos el caso de Michael Schumacher, el mayor ganador de competencias y de campeonatos en Fórmula 1, a quien también se lo recuerda por haber participado en maniobras “sucias” al intentar chocar contra el auto de otro competidor para que, al quedar ambos fuera de carrera, el propio Schumacher obtuviera el campeonato mundial. Lo grave de la situación es que poco le importaba la opinión de los millones de teleespectadores que observaban la maniobra, ni siquiera le importaba su propia conciencia, ya que en la escala de valores dominante el éxito deportivo primaba sobre los valores éticos elementales. Estos hechos del automovilismo deportivo confirman lo anteriormente expuesto. Podemos hacer una síntesis de la tendencia mencionada:

1- Antes: los valores humanos, o éticos, son más importantes que el éxito económico, deportivo o profesional
2- Ahora: el éxito económico, deportivo o profesional es más importante que los valores humanos, o éticos

El hombre automutilado espiritualmente busca la felicidad, como todos, pero cree que la va a encontrar fuera de lo ético, que es como decir, fuera de los afectos humanos, y sólo en el marco de lo estrictamente material. De ahí la desnaturalización de la esencia humana, ya que el hombre mutilado por decisión propia deja de lado una parte importante de su personalidad. La crisis del individuo es el inicio de la crisis posterior de las instituciones, de la economía, de la política, de la educación y de todo lo demás. Enrique Rojas escribió:

“Desde hace ya unos años me preocupan los derroteros por los que se dirige la sociedad opulenta del bienestar en Occidente, y también porque su influencia en el resto de los continentes abre camino, crea opinión y propone argumentos. Es una sociedad, en cierta medida, que está enferma, de la cual emerge el hombre light, un sujeto que lleva por bandera una tetralogía nihilista: hedonismo-consumismo-permisividad-relatividad. Todos ellos enhebrados por el materialismo. Un individuo así se parece mucho a los denominados productos light de nuestros días: comidas sin calorías y sin grasas, cerveza sin alcohol, azúcar sin glucosa, tabaco sin nicotina, Coca-Cola sin cafeína y sin azúcar, mantequilla sin grasa….y un hombre sin sustancia, sin contenido, entregado al dinero, al poder, al éxito y al gozo ilimitado y sin restricciones”. “El hombre light carece de referentes, tiene un gran vacío moral y no es feliz, aun teniendo materialmente casi todo. Esto es lo grave”.

Respecto de los valores o tendencias mencionadas, el citado autor las define de la siguiente forma:

a) Materialismo: hace que un individuo tenga cierto reconocimiento social por el único hecho de ganar mucho dinero.
b) Hedonismo: pasarlo bien a costa de lo que sea es el nuevo código de comportamiento, lo que apunta hacia la muerte de los ideales, el vacío de sentido y la búsqueda de una serie de sensaciones cada vez más nuevas y excitantes.
c) Permisividad: arrasa los mejores propósitos e ideales.
d) Revolución sin finalidad y sin programa: la ética permisiva sustituye a la moral, lo cual engendra un desconcierto generalizado.
e) Relativismo: todo es relativo, con lo que se cae en la absolutización de lo relativo; brotan así unas reglas presididas por la subjetividad.
f) Consumismo: representa la fórmula posmoderna de la libertad.

El hombre automutilado espiritualmente no sólo lo es por separar lo ético de su propia esencia, sino también lo intelectual. Posiblemente en este caso tenga algo que ver la enorme cantidad de información que dispone diariamente a través de los medios masivos de comunicación y que, por ello, se sienta apabullado sin tener un adecuado criterio de selección. Enrique Rojas escribió al respecto:

“Se trata de un hombre relativamente bien informado, pero con escasa educación humana, muy entregado al pragmatismo, por una parte, y a bastantes tópicos, por otra. Todo le interesa, pero a nivel superficial; no es capaz de hacer la síntesis de aquello que percibe, y, en consecuencia, se ha ido convirtiendo en un sujeto trivial, ligero, frívolo, que lo acepta todo, pero que carece de unos criterios sólidos en su conducta. Todo se torna en él etéreo, leve, volátil, banal, permisivo. Ha visto tantos cambios, tan rápidos y en un tiempo tan corto, que empieza a no saber a qué atenerse o, lo que es lo mismo, hace suyas las afirmaciones como «Todo vale», «Qué más da» o «Las cosas han cambiado». Y así nos encontramos con un buen profesional en su tema, que conoce bien la tarea que tiene entre manos, pero que fuera de ese contexto va a la deriva, sin ideas claras, atrapado –como está- en un mundo lleno de información, que le distrae, pero que poco a poco le convierte en un hombre superficial, indiferente, permisivo, en el que anida un gran vacío moral”. (De “El hombre light”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2007).

Ante la evidente crisis del hombre, y la posterior crisis de la sociedad, resulta necesario salir de la automutilación hasta llegar a la integridad espiritual, haciendo al individuo consciente de que su naturaleza humana implica también los aspectos afectivos y los intelectuales. Sin embargo, existen muchos sectores que observan las cosas de una forma opuesta, es decir, suponen que es el “sistema de producción” el que está mal elegido (el capitalismo) y que el individuo entra en crisis debido a las deficiencias del sistema, por lo cual debe nuevamente intentarse una salida con el socialismo.

En primer lugar, debemos decir que la economía de mercado, o capitalismo, es un sistema de producción y de distribución que puede responder de la mejor forma, o de la menos mala si se quiere, ante las demandas de los consumidores. Luego, si tal demanda consiste en cosas inútiles o superfluas, que fomentan la decadencia espiritual del hombre, no es un problema del método que resulta eficaz para responder a esas demandas, sino que el problema radica en el consumidor y su estado de crisis.

Pongamos como ejemplo el caso del individuo que vive tan sólo para la novedad tecnológica en materia de computación y de comunicaciones, dedicando casi el 100% de su cerebro y de su tiempo a tal actividad, olvidando los atributos espirituales y sociales del hombre. Es evidente que su elección de vida necesita mejorar bastante, pero resulta inadmisible culpar a los fabricantes de celulares y de computadoras, incluidas las propagandas respectivas, como factores del deterioro de tal individuo.

Si hay algo pernicioso en el sistema capitalista, resulta conveniente indagar en los libros de los “ideólogos del liberalismo” para encontrar allí la “fuente de la maldad” que tiende a destruir las sociedades actuales. Y allí encontraremos el trabajo de economistas que describen los mecanismos que vinculan los medios de producción con el consumo dando sugerencias de cómo optimizar tal proceso. Por lo general, no olvidan sugerir que los educadores y los intelectuales deben tratar de que los hombres se encaminen por la senda de la ética para que sus demandas sean orientadas por valores dignos de la esencia básica del hombre, ya que es el consumidor el que comanda, en definitiva, el sistema productivo.

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