jueves, 7 de febrero de 2019

Ética natural vs. Ética objetivista (Ayn Rand)

Toda propuesta ética debe considerar tanto el aspecto racional del hombre como el aspecto emocional. Ello se debe a que, mediante la razón, podemos orientar y controlar nuestras actitudes, limitando nuestros defectos y acentuando nuestras virtudes. Esta es la base de la introspección, que ha de ser un proceso consciente que cumple una función similar a la conciencia moral. Esta última "nos informa", desde el subconsciente, cuando hemos perjudicado a alguien, por lo que debemos corregir esa actitud.

Mientras que la ética natural contempla tanto el aspecto racional como el emocional, han surgido algunas éticas puramente racionales que relegan los aspectos emocionales a un lugar secundario. Sin embargo, desde la medicina se nos sugiere que "el hombre es un ser emocional que razona" (Daniel López Rosetti). También: "Antonio Damasio demuestra que la ausencia de emoción y sentimiento puede aniquilar la racionalidad" (De la presentación de "El error de Descartes" de Antonio Damasio-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1996).

La importancia de los afectos es tal, que su ausencia puede provocar muchos males, como es el caso de los niños pequeños que se los deja solos o que no se los acaricia suficientemente. Se supone, erróneamente, que un alejamiento afectivo los hará independientes y autónomos con mayor prontitud. Jeremy Rifkin escribió: "Aunque estaban atendidos, miles de ellos manifestaban una profunda languidez. Mostraban unos niveles elevados de depresión y las conductas estereotipadas típicas de un aislamiento interno. A pesar de disponer de comida en abudancia, de una atención médica adecuada y de un entorno razonablemente confortable, el índice de mortalidad de estos niños era muy superior al de los criados por sus padres biológicos, e incluso al de los criados con padres adoptivos o en familias de acogida".

"Los psicólogos no exigieron un cambio en los cuidados infantiles hasta la década de 1930. Empezaron a aconsejar a las enfermeras que tomaran a los niños en brazos para acunarlos, acariciarlos, consolarlos y darles una sensación de contacto íntimo. Los niños respondían de inmediato. Parecían revivir y se mostraban activos, cariñosos y llenos de vitalidad".

"Sin sentimientos ni emociones, la empatía deja de existir. Un mundo sin empatía es ajeno a la noción misma de lo que significa ser humano" (De "La civilización empática"-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2010).

En base a las actitudes y a los efectos que producen en uno y en los demás, puede decirse que el amor, que es consecuencia de la empatía, y por el cual compartimos las penas y las alegrías ajenas como propias, es la base del bien moral. Por el contrario, el odio, o empatía negativa, por el cual la tristeza ajena produce alegría propia y la alegría ajena, tristeza propia, es la base del mal. También el egoísmo, que desconoce el proceso empático, tiende a producir efectos negativos. En el mejor de los casos, no produce el mal ni tampoco el bien (al menos desde el punto de vista afectivo). Finalmente, la negligencia, o indiferencia, también tiende a producir el mal, por lo que Wolfgang Goethe escribió: "La negligencia y la disidencia producen en el mundo más males que el odio y la maldad".

La ética natural se basa en las actitudes básicas del hombre (amor, odio, egoismo, indiferencia) de las cuales poseemos en distintas proporciones. Tales actitudes, junto al proceso empático, no son construcciones sociales o culturales, sino que son el producto de la evolución biológica. Luego, bajo el proceso de la evolución cultural, se sugiere al amor como base de la tendencia hacia la cooperación social, requisito imprescindible para la supervivencia de la humanidad.

Quienes desconocen estos procesos elementales, aducen que no existe el bien ni el mal, por cuanto desconocen tanto la ética natural como las actitudes básicas que la sustentan. Siendo la ética la ciencia social que describe el bien y el mal, para promover el primero y desalentar el segundo, resulta incoherente una postura "ética" que niegue la objetividad del bien y del mal, lo que hace suponer la validez del relativismo moral. Ayn Rand escribió: "El concepto de valor, de bien y mal, es una invención humana arbitraria, no relacionada, no originada y no sustentada por hecho alguno de la realidad..." (pág. 20)(De "La virtud del egoísmo"-Grito Sagrado Editorial-Buenos Aires 2007).

Mientras que, desde la ética natural, se consideran esenciales tanto el aspecto emocional como el racional, para la "ética objetivista" resulta prioritaria la racionalidad. Sin embargo, no debe olvidarse que los psicópatas se caracterizan por sus dotes racionales aceptables y por su carencia de empatía. La citada autora escribió (en boca de John Galt): "La felicidad es sólo posible para el hombre racional, el que no desea más que alcanzar objetivos racionales, que no busca más que valores racionales, y que no encuentra su alegría sino en acciones racionales" (pág. 42).

Resulta llamativo que la citada autora ignora totalmente la ética natural, principalmente en su versión cristiana. Como se sabe, el cristianismo propone el amor al prójimo, mientras que Ayn Rand le asocia injustificadamente el altruismo (perjudicarse uno mismo en beneficio de otro), escribiendo al respecto: "He presentado la esencia básica de mi sistema, pero es suficiente para indicar de qué manera la ética objetivista es la moralidad de la vida, en oposición a las tres principales escuelas de teoría ética: la mística, la social y la subjetiva, que han llevado al mundo a su estado actual y que representan la moralidad de la muerte".

"Estas tres escuelas difieren entre sí únicamente en la forma en que tratan el tema, pero no en su contenido, ya que son meras variantes del altruismo, la teoría ética que considera al hombre como un animal sacrificable, que sostiene que el hombre no tiene derecho de existir para sí mismo, que la única justificación de su existencia es servir a otros y que el autosacrificio constituye su mayor deber, su máxima virtud, su supremo valor moral" (Pág. 48-49)

En realidad, una madre que "sirve" a sus hijos no se "autosacrifica", sino que comparte la felicidad de ellos; a menos que adopte la "virtud del egoísmo" y destruya así el vínculo empático o afectivo. De la misma manera en que una persona es feliz compartiendo las penas y las alegrías de sus familiares, podrá hacerlo respecto de los demás integrantes del medio social, e incluso de la humanidad toda, tal la sugerencia cristiana del amor al "prójimo". Por el contrario, si nos atenemos a la propuesta ética de Ayn Rand, deberemos sólo establecer vínculos materiales a través del intercambio comercial. Al respecto escribió: "El principio de intercambio comercial es el único principio ético racional para todas las relaciones humanas, personales y sociales, privadas y públicas, espirituales y materiales. Es el principio de justicia" (pág. 45).

"La ética objetivista defiende y apoya orgullosamente el egoísmo racional, a saber: los valores requeridos para la supervivencia del hombre como hombre, o sea: los valores necesarios para la supervivencia humana, no aquellos originados sólo por los deseos, las emociones, las aspiraciones, los sentimientos, los caprichos o las necesidades de brutos irracionales que jamás lograron superar la práctica primitiva de los sacrificios humanos, que nunca descubrieron una sociedad industrial y que no conciben otro interés personal que el de arrebar el botín del momento" (Pág 44-45).

Y aquí se advierte la cercanía entre marxismo y randianismo, ya que, según el marxismo, el vínculo de unión entre los hombres han de ser los medios de producción, rachazando todo vínculo empático promovido por la burguesía y el cristianismo. Para Ayn Rand, que igualmente rechaza el vínculo empático, sugiere también un vínculo no afectivo, como es el intercambio comercial. En base a los vínculos propuestos por ambos sectores, puede decirse que proponen la existencia de sociedades de hormigas, o de abejas, pero no de sociedades humanas.

La ética natural se ha visto fortalecida por algunos hallazgos de la neurociencia, ya que las neuronas espejo resultan ser la base neurológica de la empatía, lo que corrobora la objetividad del fenómeno psicológico surgido como producto de la evolución biológica y no una creación de "brutos irracionales". Marco Iacoboni escribió: "Durante mucho tiempo la ciencia intentó sin éxito explicar la extraordinaria capacidad humana de comprender lo que los otros hacen y sienten, de entender las intenciones de los demás y reaccionar de manera adecuada a los actos ajenos".

"El descubrimiento de las neuronas espejo inició una revolución en nuestra comprensión del modo en que al interactuar con los demás usamos el cuerpo -los gestos, las expresiones, las posturas corporales- para comunicar nuestras intenciones y nuestros sentimientos. Es precisamente gracias a las neuronas espejo que se puede crear un puente entre uno y los otros y volver así posible el desarrollo de la cultura y de la sociedad: son ellas las que explican la imitación y la empatía. Del mismo modo, un déficit de neuronas espejo puede ser responsable de varios e importantes síntomas del autismo: los problemas sociales, motores y de lenguaje" (De "Las neuronas espejo"-Katz Editores-Buenos Aires 2010).

El futuro de la humanidad habrá de ser seguro y confortable siempre y cuando atendamos a lo que nos indican las leyes naturales que rigen la conducta del hombre. La "sabiduría" asociada a la evolución biológica debe contemplarse prioritariamente a las propuestas personas y subjetivas que desconocen completamente tales leyes. Jeremy Rifkin agrega: "Cuando hablamos de civilizar, queremos decir empatizar". "Sin empatía sería imposible imaginar la vida social y la organización de la sociedad, intentemos imaginar una sociedad de personas narcisistas, psicópatas o autistas. La sociedad exige ser social y ser social exige extensión empática".