tag:blogger.com,1999:blog-58074535877200298312024-03-08T08:00:35.097-08:00Ética naturalBdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.comBlogger22125tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-50791300778542351552019-02-07T02:21:00.000-08:002019-02-07T02:21:08.680-08:00Ética natural vs. Ética objetivista (Ayn Rand)<b>Toda propuesta ética debe considerar tanto el aspecto racional del hombre como el aspecto emocional. Ello se debe a que, mediante la razón, podemos orientar y controlar nuestras actitudes, limitando nuestros defectos y acentuando nuestras virtudes. Esta es la base de la introspección, que ha de ser un proceso consciente que cumple una función similar a la conciencia moral. Esta última "nos informa", desde el subconsciente, cuando hemos perjudicado a alguien, por lo que debemos corregir esa actitud.<br /><br />
Mientras que la ética natural contempla tanto el aspecto racional como el emocional, han surgido algunas éticas puramente racionales que relegan los aspectos emocionales a un lugar secundario. Sin embargo, desde la medicina se nos sugiere que "el hombre es un ser emocional que razona" (Daniel López Rosetti). También: "Antonio Damasio demuestra que la ausencia de emoción y sentimiento puede aniquilar la racionalidad" (De la presentación de "El error de Descartes" de Antonio Damasio-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1996).<br /><br />
La importancia de los afectos es tal, que su ausencia puede provocar muchos males, como es el caso de los niños pequeños que se los deja solos o que no se los acaricia suficientemente. Se supone, erróneamente, que un alejamiento afectivo los hará independientes y autónomos con mayor prontitud. Jeremy Rifkin escribió: "Aunque estaban atendidos, miles de ellos manifestaban una profunda languidez. Mostraban unos niveles elevados de depresión y las conductas estereotipadas típicas de un aislamiento interno. A pesar de disponer de comida en abudancia, de una atención médica adecuada y de un entorno razonablemente confortable, el índice de mortalidad de estos niños era muy superior al de los criados por sus padres biológicos, e incluso al de los criados con padres adoptivos o en familias de acogida".<br /><br />
"Los psicólogos no exigieron un cambio en los cuidados infantiles hasta la década de 1930. Empezaron a aconsejar a las enfermeras que tomaran a los niños en brazos para acunarlos, acariciarlos, consolarlos y darles una sensación de contacto íntimo. Los niños respondían de inmediato. Parecían revivir y se mostraban activos, cariñosos y llenos de vitalidad".<br /><br />
"Sin sentimientos ni emociones, la empatía deja de existir. Un mundo sin empatía es ajeno a la noción misma de lo que significa ser humano" (De "La civilización empática"-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2010).<br /><br />
En base a las actitudes y a los efectos que producen en uno y en los demás, puede decirse que el amor, que es consecuencia de la empatía, y por el cual compartimos las penas y las alegrías ajenas como propias, es la base del bien moral. Por el contrario, el odio, o empatía negativa, por el cual la tristeza ajena produce alegría propia y la alegría ajena, tristeza propia, es la base del mal. También el egoísmo, que desconoce el proceso empático, tiende a producir efectos negativos. En el mejor de los casos, no produce el mal ni tampoco el bien (al menos desde el punto de vista afectivo). Finalmente, la negligencia, o indiferencia, también tiende a producir el mal, por lo que Wolfgang Goethe escribió: "La negligencia y la disidencia producen en el mundo más males que el odio y la maldad".<br /><br />
La ética natural se basa en las actitudes básicas del hombre (amor, odio, egoismo, indiferencia) de las cuales poseemos en distintas proporciones. Tales actitudes, junto al proceso empático, no son construcciones sociales o culturales, sino que son el producto de la evolución biológica. Luego, bajo el proceso de la evolución cultural, se sugiere al amor como base de la tendencia hacia la cooperación social, requisito imprescindible para la supervivencia de la humanidad. <br /><br />
Quienes desconocen estos procesos elementales, aducen que no existe el bien ni el mal, por cuanto desconocen tanto la ética natural como las actitudes básicas que la sustentan. Siendo la ética la ciencia social que describe el bien y el mal, para promover el primero y desalentar el segundo, resulta incoherente una postura "ética" que niegue la objetividad del bien y del mal, lo que hace suponer la validez del relativismo moral. Ayn Rand escribió: "El concepto de valor, de <i>bien y mal</i>, es una invención humana arbitraria, no relacionada, no originada y no sustentada por hecho alguno de la realidad..." (pág. 20)(De "La virtud del egoísmo"-Grito Sagrado Editorial-Buenos Aires 2007).<br /><br />
Mientras que, desde la ética natural, se consideran esenciales tanto el aspecto emocional como el racional, para la "ética objetivista" resulta prioritaria la racionalidad. Sin embargo, no debe olvidarse que los psicópatas se caracterizan por sus dotes racionales aceptables y por su carencia de empatía. La citada autora escribió (en boca de John Galt): "La felicidad es sólo posible para el hombre racional, el que no desea más que alcanzar objetivos racionales, que no busca más que valores racionales, y que no encuentra su alegría sino en acciones racionales" (pág. 42). <br /><br />
Resulta llamativo que la citada autora ignora totalmente la ética natural, principalmente en su versión cristiana. Como se sabe, el cristianismo propone el amor al prójimo, mientras que Ayn Rand le asocia injustificadamente el altruismo (perjudicarse uno mismo en beneficio de otro), escribiendo al respecto: "He presentado la esencia básica de mi sistema, pero es suficiente para indicar de qué manera la ética objetivista es la moralidad de la vida, en oposición a las tres principales escuelas de teoría ética: la mística, la social y la subjetiva, que han llevado al mundo a su estado actual y que representan la moralidad de la muerte".<br /><br />
"Estas tres escuelas difieren entre sí únicamente en la forma en que tratan el tema, pero no en su contenido, ya que son meras variantes del altruismo, la teoría ética que considera al hombre como un animal sacrificable, que sostiene que el hombre no tiene derecho de existir para sí mismo, que la única justificación de su existencia es servir a otros y que el autosacrificio constituye su mayor deber, su máxima virtud, su supremo valor moral" (Pág. 48-49)<br /><br />
En realidad, una madre que "sirve" a sus hijos no se "autosacrifica", sino que comparte la felicidad de ellos; a menos que adopte la "virtud del egoísmo" y destruya así el vínculo empático o afectivo. De la misma manera en que una persona es feliz compartiendo las penas y las alegrías de sus familiares, podrá hacerlo respecto de los demás integrantes del medio social, e incluso de la humanidad toda, tal la sugerencia cristiana del amor al "prójimo". Por el contrario, si nos atenemos a la propuesta ética de Ayn Rand, deberemos sólo establecer vínculos materiales a través del intercambio comercial. Al respecto escribió: "El principio de <i>intercambio comercial</i> es el único principio ético racional para todas las relaciones humanas, personales y sociales, privadas y públicas, espirituales y materiales. Es el principio de <i>justicia</i>" (pág. 45).<br /><br />
"La ética objetivista defiende y apoya orgullosamente el <i>egoísmo racional</i>, a saber: los valores requeridos para la <i>supervivencia</i> del hombre como hombre, o sea: los valores necesarios para la<i> supervivencia humana</i>, no aquellos originados sólo por los deseos, las emociones, las aspiraciones, los sentimientos, los caprichos o las necesidades de brutos irracionales que jamás lograron superar la práctica primitiva de los sacrificios humanos, que nunca descubrieron una sociedad industrial y que no conciben otro interés personal que el de arrebar el botín del momento" (Pág 44-45). <br /><br />
Y aquí se advierte la cercanía entre marxismo y randianismo, ya que, según el marxismo, el vínculo de unión entre los hombres han de ser los medios de producción, rachazando todo vínculo empático promovido por la burguesía y el cristianismo. Para Ayn Rand, que igualmente rechaza el vínculo empático, sugiere también un vínculo no afectivo, como es el intercambio comercial. En base a los vínculos propuestos por ambos sectores, puede decirse que proponen la existencia de sociedades de hormigas, o de abejas, pero no de sociedades humanas.<br /><br />
La ética natural se ha visto fortalecida por algunos hallazgos de la neurociencia, ya que las neuronas espejo resultan ser la base neurológica de la empatía, lo que corrobora la objetividad del fenómeno psicológico surgido como producto de la evolución biológica y no una creación de "brutos irracionales". Marco Iacoboni escribió: "Durante mucho tiempo la ciencia intentó sin éxito explicar la extraordinaria capacidad humana de comprender lo que los otros hacen y sienten, de entender las intenciones de los demás y reaccionar de manera adecuada a los actos ajenos". <br /><br />
"El descubrimiento de las neuronas espejo inició una revolución en nuestra comprensión del modo en que al interactuar con los demás usamos el cuerpo -los gestos, las expresiones, las posturas corporales- para comunicar nuestras intenciones y nuestros sentimientos. Es precisamente gracias a las neuronas espejo que se puede crear un puente entre uno y los otros y volver así posible el desarrollo de la cultura y de la sociedad: son ellas las que explican la imitación y la empatía. Del mismo modo, un déficit de neuronas espejo puede ser responsable de varios e importantes síntomas del autismo: los problemas sociales, motores y de lenguaje" (De "Las neuronas espejo"-Katz Editores-Buenos Aires 2010).<br /><br />
El futuro de la humanidad habrá de ser seguro y confortable siempre y cuando atendamos a lo que nos indican las leyes naturales que rigen la conducta del hombre. La "sabiduría" asociada a la evolución biológica debe contemplarse prioritariamente a las propuestas personas y subjetivas que desconocen completamente tales leyes. Jeremy Rifkin agrega: "Cuando hablamos de civilizar, queremos decir empatizar". "Sin empatía sería imposible imaginar la vida social y la organización de la sociedad, intentemos imaginar una sociedad de personas narcisistas, psicópatas o autistas. La sociedad exige ser social y ser social exige extensión empática".
</b>Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-83412447870769882142015-04-09T23:15:00.003-07:002015-04-09T23:15:49.161-07:00Balance entre deberes y derechos<b>
La forma en que ha de establecerse una sociedad justa depende esencialmente del equilibrio entre deberes y derechos que ha de imperar en cada vínculo social. Para que surja en cada individuo el sentimiento de comunidad, debe predominar la actitud cooperativa sobre la competitiva. En ese caso, existirá una tendencia a establecerse el equilibrio mencionado que ha de surgir como una consecuencia necesaria y evidente. La sociedad injusta, por el contrario, se ha de caracterizar por un manifiesto desequilibrio entre la predisposición a cumplir con nuestros deberes y a exigir el respeto de nuestros derechos.<br /><br />
La interacción más simple es la que todo individuo establece con la sociedad pudiendo describirse a partir de la siguiente igualdad:<br /><br />
Deberes – Derechos = 0<br /><br />
Este ha de ser el caso ideal; el de la persona justa, que da a la sociedad lo mismo que de ella recibe, ya que los deberes implican dar algo de nosotros mientras que los derechos implican recibir algo de los demás. Quienes dan a la sociedad bastante más de lo que reciben, son los casos excepcionales que sirven para compensar parcialmente el desequilibrio casi siempre existente.<br /><br />
Como ejemplo podemos considerar nuestra obligación de mantener limpia la ciudad evitando arrojar papeles u objetos inutilizables en la vía pública. Incluso tenemos el deber de colocarlos en recipientes adecuados para esa finalidad. Esperamos también que los demás cumplan con sus deberes de manera de satisfacer nuestro derecho a transitar por una ciudad limpia. De ello concluimos que nuestros deberes apuntan a satisfacer los derechos de los demás mientras que nuestros derechos han de ser cubiertos por los deberes de los demás.<br /><br />
El desequilibrio se establece cuando la persona egoísta ignora sus deberes y simultáneamente exige de los demás la satisfacción de sus derechos, lo cual puede simbolizarse como sigue: <br /><br />
Deberes – Derechos = - 100.............. (Deberes = 0)<br /><br />
En este caso se ha supuesto que el individuo tiene varios deberes que cumplir y una cantidad similar de derechos, siendo el de la limpieza sólo uno de tantos. En forma arbitraria se considera que la totalidad de deberes hacia la sociedad implica una cantidad de 100 unidades, mientras que los derechos suman otro tanto. Si el individuo no cumple con ninguno de sus deberes, (Deberes = 0), el resultado será de 100 unidades negativas por cuanto la persona aludida sólo contempla sus derechos. Este podría ser el caso de la persona insociable que actúa de una manera injusta, o desequilibrada, como es propio de los resentidos y de los delincuentes.<br /><br />
Las personas reales oscilan entre ambos extremos, ya que muchos cumplen parcialmente con sus deberes y son levemente exigentes respecto del cumplimiento de los deberes de los demás, que serán sus propios derechos.<br /><br />
Como el cumplimiento de nuestros deberes es el único accesible a nuestras decisiones, la sociedad justa debe apuntar hacia el hábito de cumplir con los deberes individuales. Por el contrario, la sociedad injusta es la que estimula en sus integrantes la actitud exigente hacia los demás, y por la cual, en lugar de exigirse cada uno a si mismo lo que le corresponde, se priorizan las protestas contra el resto, que tampoco se exige nada en cuanto a sus respectivos deberes. La sociedad injusta no es otra cosa que la consecuencia necesaria del fenómeno social conocido como “la rebelión de las masas”. José Ortega y Gasset escribió: “Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas «internacionales». Más que un hombre, es sólo un caparazón de hombre constituido por meros idola fori: carece de un «dentro», de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda revocar. De aquí que siempre esté en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Tiene sólo apetitos, cree que sólo tiene derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga” (De “La rebelión de las masas”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1984).<br /><br />
La anomia, o ausencia de normas, en realidad es una voluntaria renuncia al cumplimiento de las normas sociales elementales conocidas por todos. La caracterización de la Argentina como “un país al margen de la ley” no es más que una manera distinta de expresar el desequilibrio antes mencionado.<br /><br />
La restante posibilidad, mediante la cual al hombre se le niegan todos sus derechos, corresponde al estado de esclavitud o servidumbre promovido por lo general por los Estados totalitarios:<br /><br />
Deberes – Derechos = 100.............. (Derechos = 0)<br /><br />
Cuando los derechos de un individuo no son respetados, sólo tiene deberes que cumplir. También se dice que “tiene un sólo derecho: el de obedecer”. Como contrapartida, quienes dirigen el sistema totalitario se arrogan todos los derechos a ellos mismos, relegando todo tipo de deberes, lo que constituye una absurda y total tergiversación de lo que se entiende por “nobleza”.<br /><br />
En cierta forma, se han mencionado las actitudes que tienden a conformar los distintos sistemas políticos existentes, y también la ausencia de ellos:<br /><br />
Democracia: equilibrio entre deberes y derechos (promovido por el liberalismo)<br /><
Caos: incumplimiento generalizado de los deberes (promovido por el populismo)<br />
Totalitarismo: anulación de los derechos individuales por parte del Estado (promovido por el marxismo y el fascismo) <br /><br />
El proceso de desintegración de una sociedad puede considerarse como una situación por la cual se pasa desde la democracia al caos y luego al totalitarismo. Como reflejo de tal tendencia se advierte un rechazo del liberalismo a favor de la adhesión a las tendencias totalitarias. El citado autor agrega: “Este universal esnobismo [sin nobleza], que tan claramente aparece, por ejemplo, en el obrero actual, ha cegado las almas para comprender que, si bien toda estructura dada de la vida continental tiene que ser trascendida, ha de hacerse esto sin pérdida grave de su interior pluralidad. Como el snob está vacío de destino propio, como no siente que existe sobre el planeta para hacer algo determinado e incanjeable, es incapaz de entender que hay misiones particulares y especiales mensajes. Por esta razón es hostil al liberalismo, con una hostilidad que se parece a la del sordo hacia la palabra. La libertad ha significado siempre en Europa franquía para ser el que auténticamente somos. Se comprende que aspire a prescindir de ella quien sabe que no tiene auténtico quehacer”.<br /><br />
“Con extraña facilidad todo el mundo se ha puesto de acuerdo para combatir y denostar al viejo liberalismo. La cosa es sospechosa. Porque las gentes no suelen ponerse de acuerdo si no es en cosas un poco bellacas o un poco tontas. No pretendo que el viejo liberalismo sea una idea plenamente razonable: ¡cómo va a serlo si es viejo y si es ismo! Pero sí pienso que es una doctrina sobre la sociedad mucho más honda y clara de lo que suponen sus detractores colectivistas, que empiezan por desconocerlo”.<br /><br />
Últimamente se asocia a la palabra democracia el cumplimiento casi exclusivo del proceso electoral sin tener en cuenta el resto de las obligaciones contraídas tanto por los gobernantes como por los gobernados. El gobierno populista o tiránico aduce sus derechos a gobernar durante todo el tiempo estipulado por la ley, es decir, durante el periodo presidencial, sin apenas tener en cuenta si cumple con los deberes que tiene respecto de la sociedad. De ahí surge la diferencia entre “legitimidad de acceso al poder” y “legitimidad de gestión”. Cuando la sociedad reclama por no ser contemplados sus derechos, el gobierno tiránico la acusa de “golpista” y de “antidemocrática”, cuando en realidad es el gobierno populista quien primero ha roto los pactos establecidos explícitamente por la democracia liberal. Ortega escribe al respecto:<br /><br /> “Es muy difícil salvar una civilización cuando le ha llegado la hora de caer bajo el poder de los demagogos. Los demagogos han sido los grandes estranguladores de civilizaciones. La griega y la romana sucumbieron a manos de esta fauna repugnante, que hacía exclamar a Macaulay: «En todos los siglos, los ejemplos más viles de la naturaleza humana se han encontrado entre los demagogos». Pero no es un hombre demagogo simplemente porque se ponga a gritar ante la multitud. Esto puede ser, en ocasiones, una magistratura sacrosanta. La demagogia esencial del demagogo está dentro de su mente y radica en su irresponsabilidad ante las ideas mismas que maneja y que él no ha creado, sino recibido de sus verdaderos creadores. La demagogia es una forma de degeneración intelectual”. <br /><br />
El equilibrio entre deberes y derechos se establecerá a partir de una mejora ética individual generalizada; no habiendo otro camino, aunque muchos supongan que un buen sistema político, o un buen sistema económico, podrán sustituir la ética natural haciendo que las sociedades funcionen ordenadamente a pesar de las falencias morales de sus integrantes. En la Introducción del libro citado puede leerse: “Característico del nuevo orden, de la sociedad de masas, de estos países donde las minorías egregias han sido desplazadas, es el crecimiento desmesurado del poder estatal. El Estado, nacido en Europa como técnica de orden público y de administración, es para Ortega un aparato ortopédico que sólo se justifica por la necesidad de corregir las deformaciones disociales que la propia existencia de la sociedad genera. Lo paradójico, históricamente hablando, es que la sociedad que forjó este instrumento de autoprotección para servirse de él, se ha enajenado sirviéndole exclusivamente a él. La fórmula mussoliniana de «Todo por el Estado; nada fuera del Estado; nada contra el Estado» es para Ortega sencillamente abominable”.
</b>Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-78195006686970768462015-03-30T14:32:00.000-07:002015-03-30T14:36:14.771-07:00Deducciones éticas desde la Psicología Social<b>
Desde el punto de vista de la filosofía, no existe mayor inconveniente en que existan posturas distintas, opuestas e incompatibles entre sí, respecto de la sociedad, como es el caso de las visiones liberal y socialista de la realidad. Sin embargo, desde el punto de vista de la ciencia experimental, no es admisible que se mantengan vigentes descripciones contradictorias respecto de un mismo hecho, o de un mismo fenómeno social. De ahí el interés por establecer un esquema general que vincule estas tendencias de manera de llegar a conclusiones objetivas, que posiblemente coincidirán, según el tema, con alguna de las posturas mencionadas.<br /><br />
Entre las ciencias sociales “candidatas” a establecer el discernimiento entre posturas incompatibles (liberalismo y socialismo), tenemos a la Sociología y a la Psicología Social. Como la primera atraviesa todavía una etapa filosófica y sus descripciones parten desde el ámbito social en lugar del individual, queda como “candidata” natural la segunda, por cuanto sus descripciones surgen desde el nivel individual incorporando las restricciones y los fundamentos propios de la psicología general.<br /><br />
La debilidad de la Sociología se advierte en el caso del marxismo; ideología que tiene una similitud manifiesta con la ideología nazi, ya que, mientras que esta última surge, para la descripción de la sociedad, de las aparentes diferencias raciales, promoviendo violencia, el marxismo surge de las aparentes diferencias de clase social, promoviendo una violencia no menor. Ambas culpan al capitalismo por promover antagonismos ignorando la movilidad social que facilita. Se lo culpa por la concentración de poder existente en las sociedades capitalistas mientras que, para solucionar ese problema, proponen la concentración total de poder en el Estado.<br /><br />
La idea básica del liberalismo es la división del poder pretendiendo evitar los excesos que puede producir el gobierno del hombre sobre el hombre. De ahí que el atributo básico de todo gobierno democrático sea justamente la división de poderes del Estado. La misma idea se utiliza en economía, proponiendo al mercado competitivo como el proceso que ha de impedir la formación de monopolios concentradores de poder económico. No existe, sin embargo, infalibilidad, ya que se trata de un sistema basado en la libertad y en la iniciativa individual, siendo el individuo el que finalmente alcanzará, o no, lo que sus potencialidades personales le permiten realizar.<br /><br />
Los sistemas descriptivos de tipo axiomático sintetizan en unos pocos principios una gran cantidad de fenómenos involucrados. De ahí la posibilidad de disponer en la mente de una pequeña cantidad de información que, mediante una deducción posterior, permitirá recorrer con la imaginación un amplio espectro de temas sociales (en este caso).
Quienes aducen que ello implicará necesariamente una mutilación severa de la compleja realidad humana, pueden estar en lo cierto si los principios básicos de la descripción fueron mal elegidos. Adviértase, por ejemplo, el caso del ajedrez, cuya complejidad requiere de bastante análisis y, sin embargo, parte de unas pocas reglas simples y precisas. La teoría axiomática de la Psicología Social contempla esencialmente lo que resulta accesible a nuestras decisiones para constituir una guía simple y necesaria que facilitará el logro de acuerdos en una cierta cantidad de planteamientos inaccesibles por otras vías. El punto de partida ha de involucrar los siguientes aspectos:<br /><br />
a) Actitud característica = Respuesta / Estímulo<br />
b) Tendencia a la cooperación<br />
c) Tendencia a la competencia<br /><br />
Se entiende por actitud característica la respuesta típica que cada individuo posee en una etapa de su vida, por lo cual existe la posibilidad de un cambio, o mejora futura. Existirán tantas actitudes características como individuos existan en el planeta. Sin embargo, es posible describirlas en base a ciertas componentes afectivas y cognitivas que todos poseemos, aunque en distintas proporciones.<br /><br />
Las componentes afectivas son las que generan las tendencias hacia la cooperación y a la competencia. En el primer caso tenemos al amor (se comparten las penas y las alegrías de los demás), mientras que en el segundo caso tenemos al egoísmo (interés sólo por uno mismo) y al odio (se cambia alegría ajena por tristeza propia y tristeza ajena por alegría propia). Para cubrir todas las posibles respuestas puede agregarse la indiferencia o negligencia. <br /><br />
Si consideramos al Bien como la tendencia a cooperar y al Mal como la tendencia a competir con los demás, se advierte que se dispone de una ética natural que coincide esencialmente con la cristiana. Si bien el liberalismo promueve la competencia empresarial, se advierte que se trata de una competencia cooperativa por cuanto, a mayor competencia, mayor beneficio para el consumidor. Además, a menor competencia, mayor monopolio y mayor concentración de poder económico; algo indeseado.<br /><br />
Como el liberalismo propone tanto la democracia política como la económica (mercado), proponiendo la vigencia de una actitud cooperativa, se advierte cierta compatibilidad con el cristianismo; de ahí resulta que ambos, liberalismo y cristianismo, sean el fundamento de la civilización occidental, siendo el marxismo la ideología que ataca tanto la democracia política como la económica y a la religión cristiana, y por ello resulta ser el principal opositor de tal tipo de civilización.<br /><br />
Puede hacerse una síntesis de las componentes afectivas de la actitud característica:<br /><br />
a) Cooperación: amor<br />
b) Competencia: egoísmo <br />
c) Competencia: odio (= burla + envidia)<br />
d) Indiferencia <br /><br />
Además de las componentes afectivas existen las componentes cognitivas de la actitud característica, que provienen de considerar un proceso cognitivo individual esencialmente similar al empleado por la ciencia experimental. Consiste en adoptar una referencia para poder comparar las distintas descripciones establecidas determinando cierto error respecto de la referencia adoptada para, luego, reducir ese error, llegando a la verdad cuando el error es, idealmente, nulo.<br /><br />
Error = Descripción - Referencia<br /><br />
La referencia adoptada da lugar a cuatro posibilidades principales y son las cuatro componentes cognitivas de la actitud característica:<br /><br />
a) Se toma como referencia la realidad<br />
b) O a la opinión de uno mismo<br />
c) O a la opinión de otra persona<br />
d) O a lo que acepta la mayoría<br /><br />
En el primer caso se adopta la postura del científico, dando lugar al conocimiento objetivo, de validez general, permitiendo acuerdos posteriores. Los restantes casos dan lugar al conocimiento subjetivo y admiten el relativismo cognitivo. En el último, se tiene la actitud del hombre masa, que es uno de los puntos de partida del fenómeno descripto como la “rebelión de las masas”, que da lugar al surgimiento de los distintos totalitarismos.
Esta descripción del comportamiento individual implica, en cierta forma, establecer una teoría de la personalidad que ha de permitir aclarar varios aspectos de la conducta social de todo individuo. Incluso, en el ámbito de la religión, permite convalidar la ética cristiana, con la posibilidad de considerar al cristianismo como una religión natural, que ha de diferir de la postura teísta (Universo = Dios + Naturaleza). Sin embargo, la postura deísta (Universo = Dios = Naturaleza) podrá en el futuro representar una alternativa válida por cuanto constituye una postura que compatibiliza religión y ciencia social. <br /><br />
Se entiende por ley natural al vínculo invariante entre causas y efectos, admitiéndose que todo lo existente está gobernado por alguna forma de ley natural. Incluso el vinculo entre respuesta y estimulo, o efecto y causa, denominado “actitud característica”, implica una ley natural básica que rige el comportamiento social del ser humano. La validez de una religión, entonces, dependerá de su compatibilidad con la ley de Dios, o ley natural. Las restantes posturas, incompatibles con la ciencia experimental, y con la ley natural, por lo general no producen buenos resultados, ya que constituyen “una fuente inagotable” de conflictos y antagonismos.<br /><br />
Es oportuno resaltar que la teoría emergente de la Psicología Social puede fundamentarse al nivel del cerebro, es decir, puede incluso determinarse su compatibilidad con los recientes hallazgos realizados en neurociencias, tal el descubrimiento de las neuronas espejo, posible fundamento de la empatía (y por consiguiente, de la actitud del amor).
Desde el cristianismo se busca evitar el gobierno del hombre sobre el hombre, de ahí la propuesta esencial del gobierno de Dios (o Reino de Dios), que es el gobierno del orden natural sobre el hombre cuando éste decide aceptarlo. Adviértase la similitud existente con el gobierno de las leyes sobre el ser humano, en lugar del gobierno discrecional de los líderes políticos, propuesto por el liberalismo.<br /><br />
Una vez que se acepta la visión científica de la realidad, por la cual todo lo existente está regido por alguna forma de ley natural, es admisible considerar que nuestra misión esencial en la vida consiste en adaptarnos a la misma. En caso de no lograrlo, aparece el sufrimiento correspondiente, mientras que la felicidad implica que nuestro grado de adaptación resulta el adecuado.</b>
Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-13084391602671070162015-03-30T08:16:00.001-07:002015-03-30T14:33:15.126-07:00Lo moral y lo legal<b>Resulta deseable que en toda sociedad exista acuerdo entre lo que se considera ético y lo que resulta legal, es decir, que sea compatible tanto con la ética natural como con las leyes que provienen del derecho. Así, si el aborto es considerado como un hecho inmoral, la ley vigente debería prohibirlo y, por lo tanto, sancionarlo. De lo contrario ocurrirá algo similar a lo que acontece en un hogar en donde un niño recibe mensajes contradictorios según vengan de su madre o de su padre, por lo cual no tendrá una idea clara respecto del bien y del mal. Marco Tulio Cicerón escribió: “La ignorancia del bien y del mal es lo que más perturba la vida humana”.<br /><br />
Los conflictos entre religión y derecho aparecen cuando la religión trata de imponer una orientación a la vida del hombre sin tener presente las costumbres y las leyes humanas; justamente porque pretende modificarlas según criterios religiosos, mientras que, por otra parte, desde el derecho se pretende disponer de la libertad suficiente para buscar un orden legal que sea independiente de la religión.<br /><br />
Este conflicto puede solucionarse de una manera un tanto simple, ya que ambos, religión y derecho, tienen sentido en cuanto son compatibles con la ley natural que rige la conducta de los hombres. Así, en religión debe considerarse a la ley natural como la ley de Dios, mientras que en derecho la contemplación de la ley natural es el requisito esencial para que esta rama de las ciencias sociales adquiera su carácter científico. Puede establecerse la siguiente simbología para evidenciar la fuente común de la religión y del derecho:<br /><br />
Ley natural => Religión<br />
Ley natural => Derecho<br /><br />
Luego, todo conflicto existente entre religión y derecho habrá de interpretarse como la consecuencia de haber observado a la ley natural en forma errónea o incompleta, en lugar de reclamarse entre ambas ramas del conocimiento no haber contemplado a la otra. Este vendría a ser un caso similar al de los padres en conflicto que acuden al sacerdote o al psicólogo para dirimir sus diferencias en cuanto a lo que se supone que está bien o que está mal, a fin de no perjudicar la educación de sus hijos.<br /><br />
Para darle un sentido objetivo al tema tratado, es necesario definir con cierta precisión el concepto de “ley natural”, por cuanto se le asocian distintos significados según vengan de la ciencia o de la religión. Desde la ciencia es admisible afirmar que “ley natural es el vínculo invariante entre causas y efectos”. Luego, para introducir esta definición en el ámbito humano, puede decirse que se trata básicamente de la respuesta característica asociada a la conducta y por la cual un individuo responde de igual manera en iguales circunstancias; esta es la actitud característica como relación entre respuesta y estimulo, que vendría a ser esencialmente una relación del tipo causa y efecto.<br /><br />
Si consideramos al bien como la actitud por la cual compartimos las penas y las alegrías de los demás como propias (amor), y al mal como a la imposibilidad de tal actitud cooperativa (egoísmo e indiferencia) junto a la actitud por la cual respondemos con alegría ante las penas ajenas y con tristeza a las alegrías (odio), disponemos de las cuatro actitudes básicas del hombre a ser tenidas en cuenta para promover el bien y desalentar el mal. Lo moral y lo legal va a ser toda sugerencia religiosa y toda ley que favorezcan la actitud cooperativa, por lo cual tanto desde la religión como del derecho se tratará de sancionar de alguna forma las acciones motivadas por actitudes negativas.
Si la ley religiosa o la ley humana no tienen en cuenta a la ley natural, no tienen razón de ser. De ahí que Cicerón haya expresado: “La ley no es un producto del pensamiento humano y tampoco es un decreto emanado de las personas, sino algo eterno que gobierna todo el universo, por su sabiduría, al ordenar y prohibir”. “La verdadera ley es la razón justa de acuerdo con la naturaleza; es de aplicación universal, inmutable y eterna”.<br /><br />
Por su parte, Santo Tomás escribió: “Toda ley humana tiene tanto de verdadera ley cuanto se deriva de la ley de la naturaleza; pero si en algo se aparta de la ley de la naturaleza, ya no será ley, sino corrupción de la ley”. “La luz de la razón natural por la que discernimos lo que es bueno y lo que es malo, que es la función de la ley natural….”.<br /><br />
Mientras que Edmund Burke escribió: “Todos nacemos en sujeción, todos nacemos iguales, grandes y humildes, gobernantes y gobernados, en sujeción a una gran ley inmutable, preexistente, anterior a todos nuestros recursos y a todos nuestros artilugios, superior a todas nuestras ideas y a todas nuestras sensaciones, anterior a nuestra propia existencia y por la cual estamos enlazados y conectados al marco eterno del universo, del cual no podemos salir” (Citas en “Ética y filosofía política” de Felix E. Oppenheim-Fondo de Cultura Económica-México 1976).<br /><br />
Entre los aspectos llamativos de nuestra época advertimos que algunos sectores fundamentan sus acciones en el odio en lugar del amor; de ahí que el cristianismo sea por ellos aborrecido. En el pasado, por el contrario, resultaba generalmente evidente que lo moral, o lo ético, implicaba algo compatible con una actitud cooperativa. De ahí que existan dos posturas irreconciliables, como lo son la democracia (política y económica), por una parte, y los diversos totalitarismos, en oposición a ella.<br /><br />
Puede decirse que la democracia apunta a establecer una sociedad en la que exista acuerdo entre la ética natural y las leyes establecidas, mientras que los sistemas totalitarios tienden a establecer leyes que se oponen a dicha ética, o bien tratan de compatibilizarlas con actitudes que orientan al hombre hacia el mal, según el criterio antes mencionado. <br /><br />
Como ejemplo podemos mencionar la ley socialista que prohíbe los intercambios libres y voluntarios entre dos personas sin la intermediación del Estado. Este tipo de intercambio es la acción cooperativa básica que surge cuando existe una previa predisposición a compartir las penas y las alegrías de los demás. Si las leyes, que provienen del Estado, lo prohíben, se observa un desajuste evidente entre lo moral y lo legal, porque lo moral (según la ética natural) es considerado ilegal (según las leyes socialistas).<br /><br />
Bajo un sistema socialista “débil”, se observa la ilegalidad impuesta por el Estado argentino al libre y voluntario intercambio de dólares, es decir, un intercambio que no tiene en cuenta al precio fijado por el Estado. Por ello puede decirse que es el Estado el que no tiene en cuenta el precio de mercado surgido de la acción libre y voluntaria de los ciudadanos. Como consecuencia, puede advertirse que la incompatibilidad entre lo moral y lo legal da lugar a sistemas económicos o sociales que por lo general funcionan poco eficazmente. <br /><br />
Otro ejemplo lo encontramos en el caso de la impresión monetaria a un ritmo mayor al del crecimiento de la producción, lo que se conoce como inflación. Por ser una acción del Estado que tiende a quitarle valor a la moneda circulante, destruyendo parcialmente el valor de los ahorros existentes, se trata de una acción injusta, o inmoral, aunque el Estado aduzca legalidad al hacerlo. Si bien la inflación, como la venta restringida de dólares, en un momento dado son decisiones propuestas para evitar desajustes mayores, ambas provienen de haber antes establecido una orientación económica contradictoria con la ética natural. De ahí que surja, como una consecuencia evidente, que los mejores resultados políticos y económicos se logran cuando lo moral coincide con lo legal.<br /><br />
Otra consecuencia adicional es que, para mejorar el orden social, debe primero mejorarse el nivel ético individual, condición esencial del hombre que incluso tiende a hacer innecesaria la ley proveniente del derecho. Es decir, si todos los hombres estuviésemos adaptados plenamente al orden natural, orientados por una predominante actitud cooperativa, no sería necesario el refuerzo que la ley humana debe prestar para orientarlo en la dirección correcta. Como el hombre, en realidad, todavía está lejos de esa situación ideal, la ley humana debe seguir ayudando a consolidar el proceso de adaptación mencionado.<br /><br />
La ética cristiana, que coincide esencialmente con la ética natural, no tiene la influencia esperada por cuanto ha sido desplazada por simbologías y misterios. Además, sus predicadores no han sido del todo eficaces. En este caso puede hacerse una analogía con el caso de los vendedores. Así, mientras que el buen vendedor es el que se interesa realmente por el cliente, el mal vendedor se dedica a exaltar los atributos de lo que vende, o bien trata de mostrar sus aptitudes de vendedor, dejando de lado al comprador que sólo es considerado como un medio para lograr el objetivo del vendedor: la venta. En forma similar, el predicador tiende a exaltar a Dios y a Cristo, e incluso a mostrar sus atributos personales sin apenas interesarse por el individuo a quien se dirige, que pasa a ser algo secundario. El cristianismo, por el contrario, parece ser un desesperado intento de salvar a la humanidad de su propia autodestrucción.<br /><br />
Varios autores señalan que lo cultural es prioritario a lo político y a lo económico, para encontrar el rumbo definitivo que nos lleve hacia el real progreso del ser humano. Lo cultural, asociado a lo espiritual, no es otra cosa que la búsqueda consciente de dos aspectos relegados por el materialismo y la superficialidad reinante, y ellos son: lo intelectual y lo afectivo (o ético). Samuel P. Huntington escribió: “Si la cultura incluye todo, no explica nada. Por lo tanto, definimos la cultura en términos puramente subjetivos como los valores, actitudes, creencias, orientaciones y suposiciones subyacentes que prevalecen entre las personas que conforman una sociedad”.<br /><br />
Lawrence E. Harrison, por su parte, escribió: “El escepticismo respecto de la relación entre los valores culturales y el progreso humano aparece en especial en dos disciplinas: la economía y la antropología. Muchos economistas consideran axiomático que una política económica adecuada y efectivamente aplicada produzca los mismos resultados independientemente de la cultura. El problema, en este punto, es el caso de los países multiculturales en los que a algunos grupos étnicos les va mejor que a otros, aunque todos operen con las mismas señales económicas. Los ejemplos son las minorías chinas en Tailandia, Malasia, Indonesia, Filipinas y EEUU, las minorías japonesas en Brasil y los EEUU, los vascos en España y en América Latina, y los judíos donde sea que hayan migrado” (De “La cultura es lo que importa” de S. P. Huntington, L. E. Harrison y otros-Ariel-Buenos Aires 2001).</b>Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-23562114561020878932015-03-30T08:12:00.000-07:002015-03-30T08:12:59.698-07:00Éticas de la felicidad y de las otras<b>Se supone, acertadamente, que todo lo bueno que adquirimos y que disponemos tiene un costo, que es la contrapartida necesaria que pagamos por aquello que mucho vale. De ahí que la felicidad, lo que más “cotiza” entre los valores perseguidos por el hombre, habrá de tener también un costo asociado bastante alto, siguiendo la tendencia general del costo proporcional al valor asignado.<br /><br />
El camino que hemos de emprender para llegar a la felicidad ha de ser arduo, aunque no por ello deberá ser sacrificado, es decir, requerirá mucho trabajo intelectual sin que necesariamente deba padecerse un sufrimiento comparable. Esto puede asegurarse por cuanto en el pasado se han puesto a prueba una gran cantidad de métodos de los cuales disponemos sus resultados, por lo que no es necesario ponerlos a prueba nuevamente. Sin embargo, siguen teniendo vigencia tanto los métodos con una buena relación costo-beneficio como aquellos con una pobre relación de ese tipo.<br /><br />
Podemos considerar, en primer lugar, las éticas con beneficios indirectos, como aquella de carácter religioso en la cual la satisfacción no proviene en forma directa de la buena acción realizada, o el sufrimiento de una mala acción, sino que se considera que el Dios que interviene en los acontecimientos humanos ha de considerar las acciones individuales con su incuestionable justicia para distribuir luego el premio o el castigo correspondiente.<br /><br />
Los mandamientos de Moisés consisten esencialmente de prohibiciones; como no matar, no robar, etc. De ahí que desalienten hacer el mal aunque no sugieran explícitamente hacer el bien. Si uno se encierra en una habitación sin establecer comunicación alguna con el resto de la sociedad, cumple los mandamientos estrictamente, ya que no hace el mal a nadie, pero tampoco tiene posibilidades de hacer el bien, al menos en forma directa. De ahí que sean éticamente neutros en un balance entre el bien y el mal realizados.<br /><br />
Los mandamientos de Cristo, especialmente el que sugiere “amar al prójimo como a uno mismo”, apuntan a hacer el bien en forma directa y excluyen la posibilidad de hacer el mal sin necesidad de una posterior recompensa divina. El primer mandamiento, el del amor a Dios, es el vehículo necesario para promover el cumplimiento del posterior mandamiento, que tiene un carácter estrictamente ético.<br /><br />
El amor al prójimo, entendido como la actitud por la cual compartimos las penas y las alegrías ajenas como propias, recompensa con la felicidad inmediata a quienes lo cumplen. Mayor ha de ser la felicidad para quienes la palabra “prójimo” implica personas más allá de su ambiente familiar e incluso social. Cuando se posee tal actitud, la relación costo-beneficio es inmensa. Lo que cuesta bastante trabajo es llegar hasta esa actitud, especialmente para quienes comenzaron con una actitud opuesta a esa tendencia.<br /><br />
Quienes, tratando de cumplir los mandamientos cristianos, no logran un aceptable nivel de felicidad, son aquellos que no lo interpretaron adecuadamente, poniendo en práctica otras actitudes distintas. Incluso algunos “elevan el costo” artificialmente infligiéndose castigos físicos ante la creencia de que un “pago adelantado” les reportará beneficios posteriores. Si bien esto acontece en casos aislados, debe tenerse presente que el cristianismo es una religión para todos los hombres y no sólo para predicadores. Toda creencia, o toda acción, deben ser factibles de realización por parte de cualquiera.<br /><br />
Por lo general, se enfatiza que la carencia de bienes materiales es la principal causa de infelicidad, lo cual puede ser cierto. Sin embargo, no se tiene en cuenta que quien posee bienes materiales suficientes, careciendo de afectos humanos, se encuentra en un estado de pobreza quizás mucho mayor. Esta vez se trata de una pobreza espiritual. La Madre Teresa de Calcuta escribió: “Hay pobres en todas partes, pero la pobreza mayor consiste en no ser amados. Los pobres a quienes hemos de buscar pueden vivir cerca o lejos. Pueden ser pobres materiales o espirituales. Pueden tener hambre de pan o hambre de amistad. Pueden tener necesidad de vestidos o de la sensación de riqueza que representa el amor que Dios les tiene. Pueden necesitar el cobijo de una casa de ladrillo y de cemento o el cobijo de tener un lugar en nuestro corazón” (De “La alegría de darse a los demás”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1995).<br /><br />
Así como existen personas que les cuesta ceder algo de su dinero ante el necesitado, existen muchos que les cuesta ceder una sonrisa o un pequeño gesto que le indique a un desconocido “sé que estás ahí”. Posiblemente tal persona, luego de recibir pequeños gestos de reconocimiento vuelva a su casa un poco mejor que si no los hubiese recibido. Una gota de agua no cambia el nivel del mar, pero el mar no es el mismo de antes.<br /><br />
Cuando un país sufre una severa crisis moral, que tarde o temprano se traducirá en la aparición de muchos pobres, tanto en el sentido espiritual como material, surge la opinión coincidente de que todo ello se solucionará con una mejor “redistribución de las riquezas” o con la creación de bienes materiales abundantes. Si nos atenemos a la “especialista en pobres”, como es el caso de la autora citada, advertimos que coloca en un pie de igualdad a la carencia de afectos como a la carencia de bienes materiales. De ahí que deba encararse la solución de ambos tipos de carencia en forma simultánea.<br /><br />
En cuanto a la prioridad para reiniciar el camino de la recuperación de las personas, puede advertirse que quienes disponen de bienes materiales suficientes, y a veces más que suficientes, pueden carecer de una actitud espiritual adecuada tanto para ser felices como para ayudar a que otros lo sean, ya que no tienen una clara orientación en la vida. Al carecer de tales valores, tampoco podrán dar bienes materiales a quienes los necesiten, aunque a ellos les sobre. De ahí que aparece como prioritaria la adquisición de valores morales como el primer requisito para la salida de toda crisis moral y material. “Es necesario que comprendamos a los pobres porque no sólo existe la pobreza material sino también la pobreza espiritual, más dura y profunda, que anida hasta en el corazón de los hombres más llenos de riquezas”.<br /><br />
Por lo general, uno se “asusta” al conocer la labor realizada por la Madre Teresa de Calcula ya que no todos estamos dispuestos a abandonar nuestra vida confortable para emprender una tarea semejante. Sin embargo, para que las cosas mejoren notablemente, podrán lograrse importantes mejoras en toda la sociedad cuando, sin abandonar muestra vida actual, intentemos orientarnos en la dirección señalada por la monja católica. “Es fácil amar a los que viven lejos. No siempre lo es amar a quienes viven a nuestro lado. Es más fácil ofrecer un plato de arroz para saciar el hambre de un necesitado que confortar la soledad y la angustia de alguien que no se siente amado dentro del hogar que con él mismo compartimos”.<br /><br />
Adviértase que cada acción que beneficia a alguien al menos un poco, nos beneficia también a nosotros en forma simultánea, ya que existe en el ámbito de las interacciones sociales una especie de ley de acción y reacción similar a la vigente en la mecánica. Debemos ayudar a los demás mientras uno sea feliz al hacerlo, porque de esa manera buscaremos la continuidad de nuestra tarea. Cuando aparecen los primeros síntomas de sacrificio, es un indicio de que se termina el amor, y tarde o temprano, finalizará la ayuda. “Si hoy se da una cierta crisis de credibilidad con respecto a organizaciones católicas o de inspiración católica, las causas quizá puedan localizarse en falta de celo y en las motivaciones que tienen que servir de base para el deseo de construir un mundo caritativo. En tanto el amor y la piedad no dejen de informar el trabajo de caridad, ninguna obra fracasará jamás por dificultades económicas o financieras. Por el contrario, apenas se pierda este empuje de amor y piedad, todo trabajo está destinado a sucumbir”.<br /><br />
Además de la poca eficacia que los predicadores cristianos tienen en la difusión religiosa, debido principalmente a la competencia de la publicidad comercial que ofrece al hombre una gran variedad de opciones para mejorar su nivel de felicidad más allá de las pequeñas acciones cotidianas destinadas a los demás, aparecen las ideologías de izquierda que combaten intensamente los dos pilares que tienden a disminuir tanto la pobreza espiritual como la material, tales los ataques al cristianismo y al capitalismo.<br /><br />
El marxismo siempre ha combatido al cristianismo por cuanto, según aducen sus difusores, la religión es un engaño promovido por los capitalistas para explotar de manera más efectiva a los pobres. Pretenden incluso reemplazar la actitud del amor por el altruismo socialista, el cual implica sacrificarse por los demás trabajando arduamente para compensar el trabajo deficitario de quien no puede o no quiere hacerlo. La vida, y el trabajo socialista, sin motivaciones individuales (excepto por el reconocimiento de los lideres políticos) pronto pierde todo interés y valor, de donde provienen los pobres resultados obtenidos por el socialismo.<br /><br />
También el marxismo combate al capitalismo, o economía de mercado, promoviendo de esa manera la pobreza material, ya que se trata de prescindir nada menos que de la actividad empresarial privada. Una sociedad en la que falten empresarios, competencia entre los mismos, creatividad e innovación, nunca logrará buenos resultados. Si bien la economía de mercado por si sola no puede producir milagros, al menos es un marco o ámbito que permite que las acciones de los hombres logren el mejor rendimiento.<br /><br />
La mayoría reclama que sea redistribuida la riqueza poseída por productores y empresarios, pero pocas veces reclama que sea repartida la riqueza mal habida de políticos que utilizan al Estado para enriquecerse a través del robo legalizado por leyes humanas, pero no así por las leyes naturales que contemplan la moralidad de las acciones.<br /><br />
El populismo emergente de las ideologías totalitarias favorece el derroche y la vagancia generalizada, desalentando la inversión, ya que los medios económicos para ese fin han ido a parar previamente al Estado para financiar tanto la corrupción como el pseudo-trabajo con utilidad nula, favoreciendo mayores niveles de pobreza.<br /><br />
La persona decente se preocupa tanto del que sufre por carecer de alimentos como del que sufre por carecer de afectos. El hipócrita, por el contrario, finge sufrir por los pobres por cuanto éstos ocupan un lugar inferior en la escala de valores comúnmente aceptada, mientras que es indiferente al sufrimiento del rico, que ocupa un lugar superior en tal escala. Incluso promueve la sublevación de los pobres en contra de los ricos, ya que el odio y la envidia orientan sus acciones.
</b>Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-16327813294819806162015-03-30T08:09:00.003-07:002015-03-30T08:12:45.485-07:00Éticas y objetivos<b>De la misma manera en que un empresario establece una estrategia para la producción y venta de un producto, con el objetivo de lograr buenas ganancias, cada ser humano establece su propia estrategia con el objetivo de lograr la felicidad. Puede decirse que existe una cantidad comparable de estrategias como de hombres. Así, la ética individual elegida corresponde a la estrategia mencionada mientras que el objetivo mayoritariamente elegido es el logro de la felicidad. A partir del objetivo y de la estrategia elegida, se establece la acción humana correspondiente, cuya moralidad dependerá de tal elección. Como no todas las estrategias son convincentes, algunos hombres difunden sus éticas personales para compartirlas con los demás, siendo este proceso, de prueba y error, el disponible para adaptarnos a las circunstancias que nos impone la realidad cotidiana.<br /><br />
De todas las éticas posibles, habrá alguna que produzca el mejor resultado. Será también la que mejor nos adapte al orden natural, por lo que podremos denominarla “ética natural”, por cuanto pareciera ser la respuesta que dicho orden requiere de nosotros como pago por el precio impuesto a nuestra supervivencia. Todas las éticas posibles constituyen la respuesta a la pregunta de “cómo somos” los hombres, mientras que la mejor de ellas responderá al “cómo debemos ser”. De ahí que el “cómo debemos ser” sea la optimización del “cómo somos”, obteniéndose por prueba y error y posterior selección artificial.<br /><br />
Si hemos de describir las éticas posibles, puede hacerse una gran simplificación por cuanto casi todas apuntan a tres objetivos básicos, o a una superposición de dos o más de ellos. Entre esos objetivos se encuentra la felicidad y también los disfraces que la encubren:<br /><br />
a) La búsqueda de placeres y sensaciones agradables orientadas al cuerpo y a los sentidos<br />
b) La búsqueda de satisfacciones provenientes del conocimiento y del intelecto<br />
c) La búsqueda de gratificaciones emocionales provenientes de la interacción social<br /><br />
Las éticas destinadas a la búsqueda del placer y las sensaciones agradables, se conocen como éticas hedonistas, cuya figura representativa es Epicuro. Si bien algunos historiadores aducen una injusta y errónea interpretación del filósofo, se lo tomará como referencia siguiendo la tradición. Jaime Balmes escribió: “Sardanápalo creía hacer una cosa que le era muy útil embriagándose de placeres, lo que consideraba como el sumo bien, supuesto que hacía poner en su busto la famosa inscripción, de la cual dijo con verdad Aristóteles que no era de un rey, sino de un buey: «Tengo lo que comí, bebí y gocé; lo demás, ahí queda»”. “Al poner el fin del hombre en los placeres sensibles es trastornar el orden de la naturaleza, tomando los medios por fines y los fines por medios. El placer de la comida se nos ha concedido para impelernos a satisfacer esta necesidad y hacernos el alimento más saludable: no nos alimentamos para sentir placer: sentimos placer para que nos alimentemos”.<br /><br />
“La prueba de que el fin no es el placer sensible, se ve en la limitación de las facultades para gozar: el gastrónomo más voraz está condenado a privarse de muchas cosas, si no quiere morir; y, para la inmensa mayoría de los hombres, los placeres de la mesa se reducen a un círculo mucho más estrecho. Todos los demás goces algo vivos están sujetos a la misma ley: quien la infringe, sufre, si continúa, pierde la salud, y, si se obstina, muere”.<br /><br />
“El epicúreo consecuente debiera hablar de este modo: «mi fin es el placer: ésta es la única regla de mi moral; gozo cuanto puedo; y sólo ceso cuando temo morir: sin este peligro no pondría ningún límite a la sensualidad; los festines, las orgías, los desórdenes de toda clase formarían el tejido de mi vida, y entonces sería yo el hombre moral por excelencia, porque me atendría con rigor al principio de la moralidad: el goce»” (De “Ética”-Editorial TOR-Buenos Aires 1960).<br /><br />
Respecto de la ética orientada a la satisfacción intelectual, el citado autor agrega: “¿La moralidad se fundará en la inteligencia, de suerte que sea moral todo lo que conduzca al desarrollo de las facultades intelectuales, e inmoral lo que a esto se oponga?”. “No cabe duda en que esta opinión no ofrece la repugnante fealdad de las anteriores: el desenvolver las facultades intelectuales es una acción noble, digna del ser que las posee; el sentido moral no se subleva contra quien nos presenta el término del hombre en la esfera intelectual. La contemplación de la verdad es un acto noble, digno de una criatura racional. Sin embargo, esta idea, por sí sola, no nos explica el cimiento de la moralidad: nos agrada la acción de entender, pero todavía preguntamos en qué consiste ese carácter moral de que la inteligencia se reviste, en qué la inmoralidad que con frecuencia la afea y la degrada”.<br /><br />
“Imaginen un filósofo que, dominado por la pasión del saber, no perdona medio ni fatiga para acrecentar sus conocimientos, y que, con el fin de proporcionarse lo que desea, olvida los deberes de su familia y sociedad, y es, además, injusto, reteniendo libros que no le pertenecen, usurpando propiedades de otros para acudir a los gastos de sus experimentos….¿será moral? ¿Le bastará para la moralidad su ardiente pasión por la ciencia? Es evidente que no”.
“La combinación de la utilidad con la moralidad nos la indica nuestro deseo innato de ser felices. Respetamos, amamos la belleza moral: éste es un impulso de la naturaleza; pero también esa misma naturaleza nos inspira un irresistible deseo de la felicidad: el hombre no puede desear ser infeliz; los mismos males que se acarrea, los dirige a procurarse bienes o a liberarse de otros males mayores; es decir, a disminuir su infelicidad. Así, la moral no está reñida con la dicha, aun cuando la razón no nos lo enseñara, nos lo indicaría la naturaleza, que nos inspira a un mismo tiempo el amor de la felicidad y el de la moral".<br /><br /> Habiendo mostrado que la búsqueda de placeres y de conocimientos no basta para el logro de la felicidad, queda como alternativa final la búsqueda de los afectos. De ahí que la ética cristiana, o natural, consista en el amor al prójimo como búsqueda prioritaria, sin necesidad de anular los restantes objetivos pero sin permitir que anulen la búsqueda espiritual. De esa manera, la felicidad se identifica con la moralidad.<br /><br />
Adviértase que, por lo general, se siente envidia por quienes poseen todo aquello que no constituye la esencia de la felicidad, como son los medios materiales para lograr placeres y poder, es decir, para alejarse de los demás seres humanos. También se puede sentir envidia por quienes poseen conocimientos, pero casi nunca se la siente por quienes han logrado la felicidad plena, que son las personas simples, predispuestas al vínculo afectivo con todas las personas. De ahí que el sufrimiento asociado a la envidia sea un síntoma de que se ha errado en la elección de la estrategia que nos orientará en la vida. Cuando se la elige bien, desaparece toda posibilidad de sentir envidia.
La reserva moral de un individuo, que le permite sobrellevar las adversidades en forma poco conflictiva, implica la adopción preponderante de valores espirituales, o afectivos, dejando de lado aquellos que corresponden a la búsqueda de placeres y comodidades para el cuerpo. De esa forma se libera efectivamente de muchos contratiempos que, amargando la vida del hedonista, para él sólo significan pequeñas incomodidades.<br /><br />
Para conocer la escala de valores predominantes en una persona, podemos observar qué aspectos de su vida sacrifica y cuáles conserva. Esto se hace evidente en las personas con exposición pública, como los políticos. Así, en los países en decadencia moral, el político populista tiende a sacrificar su dignidad y su prestigio mintiendo públicamente y difamando a sus rivales de turno. Hace evidente que en su escala de valores no predominan precisamente los valores éticos, o afectivos. Por el contrario, en los países normales se advierte que los políticos tienden a colaborar con sus ocasionales rivales por cuanto sobreentienden que la patria y sus propios valores éticos deben predominar sobre sus mezquinos intereses personales. José M. Goñi Moreno relata una experiencia vivida en Nueva Zelanda: “Hace quince años se celebraba en Wellington, capital de Nueva Zelanda, la reunión de expertos de la Oficina Internacional del Trabajo. Al inaugurarse las deliberaciones el Primer Ministro neozelandés dijo a los expertos reunidos: «Las realizaciones sociales que ustedes elogian, justifican nuestro orgullo. Pero debemos advertir que esta legislación social fue implantada antes de que nosotros llegásemos al gobierno»”. <br /><br />“Terminado el discurso se escuchó una voz desde el fondo de la sala: «Pido la palabra en mi carácter de ex Primer Ministro. Es verdad, señores, que nosotros, los laboristas, planeamos el sistema de seguridad social que se aplica en este país. Pero esta es una parte de la verdad. Las realizaciones que ustedes admiran son obra de los conservadores, que se caracterizan por perfeccionar las instituciones que les dejamos»”.<br /><br />
“Y ante la sorpresa de muchos expertos, agregó; «Nosotros también conocemos, señores, la lucha política. Combatimos por el triunfo. Pero después de las elecciones, los neozelandeses somos llamados a colaborar con prescindencia de nuestra militancia, en un esfuerzo de conjunto en bien del país»”. “Me encontraba entre los expertos convocados. Fue la enseñanza más inolvidable que recibí en una reunión internacional. Me parecían increíbles esas palabras. Y desde entonces imaginé que una escena semejante, demostrativa de una auténtica y sincera cultura política, podría vivirse algún día en los niveles dirigentes de la Republica Argentina” (De “La hora decisiva”-A. Peña Lillo Editor-Buenos Aires 1967).<br /><br />
La escala de valores predominante en la Argentina, acentuada desde la dirigencia política populista, es la que conduce al agravio y la difamación. Incluso resulta frecuente escuchar opiniones en las cuales se evidencia un desacuerdo a que en el fútbol se incorporen tecnologías que eliminen los errores arbitrales y, sobre todo, las trampas realizadas por los jugadores porque, se aduce, ello le quitaría la “picardía” al fútbol. Esto hace recordar las palabras de Jorge Luis Borges: “La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general y se llama «viveza criolla»”.<br /><br />
En cierta ocasión, el autor del presente escrito tuvo la oportunidad de hablar con un jugador de fútbol cuya actividad deportiva se remontaba a algunas decenas de años atrás. En tal conversación advirtió, con cierta sorpresa, que el deportista relataba algunas trampas e incorrecciones deportivas jactándose por ello, lejos de arrepentirse. De ahí que, posiblemente, en un país en que una gran parte de sus integrantes trate de demostrar a los demás que es una persona “viva” (inteligente, mentalmente hábil) se deba precisamente a la necesidad de contrarrestar la real ausencia de tal capacidad.
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Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-1453580078140323362015-03-30T08:02:00.002-07:002015-03-30T08:02:16.236-07:00Moral y costumbres<b>La evolución de la moral en una sociedad implica una paulatina aproximación a una moral objetiva y universal, mientras que las costumbres adoptadas generalmente no la tienen en cuenta. De ahí que la moral forme parte del proceso de adaptación cultural al orden natural mientras que las costumbres pueden, o no, favorecer tal proceso. William F. Ogburn y Meyer F. Nimkoff escriben: “Las «mores» son costumbres que se consideran esenciales para el bienestar del grupo. Una práctica establecida por las «mores» es mirada por todos como lícita y buena, aunque perjudique a la salud o incluso a la vida. Lo que en una época es considerado como bueno, puede estarlo como malo en otra, en la misma sociedad” (De “Sociología”-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1959).<br /><br />
La moral proviene de respuestas interiores favorecidas por la educación, mientras que las costumbres provienen de la influencia de lo que se observa “en la calle”. Al no ser fácilmente distinguibles, se cae en el error de considerarlas idénticas. Sin embargo, mientras que las sugerencias éticas tienen validez universal, en el sentido de que se adaptan o no a la realidad, la validez de las costumbres resulta sólo parcial o sectorial. La ética implica la forma concreta en que se expresan las normas o mandamientos orientados a modificar, o a confirmar, la conducta humana. De ahí que el nivel moral de todo individuo dependa del grado de acatamiento dispensado a cierta ética particular. Por otra parte, las distintas éticas propuestas se acercan en mayor o menor grado a una ética natural, siendo ésta la que produce los mejores resultados y que, como no viene escrita en ninguna parte, nos enteráramos de su existencia a través de las sucesivas aproximaciones establecidas por el hombre y evaluadas según los resultados obtenidos.<br /><br />
La validez objetiva de las éticas propuestas se advierte considerando las similitudes de las normas que desde hace miles de años prevalecen en los diversos pueblos. Tales coincidencias presuponen la existencia de una ética natural. Sin embargo, quienes no distinguen entre moral y costumbres, al considerar a la moral como una costumbre más, sostienen que toda moral es subjetiva, y de ahí el origen del relativismo moral.<br /><br />
Cuando tiene vigencia el relativismo moral, el bien y el mal se consideran conceptos subjetivos, por lo cual no tiene mucho sentido tratar de buscar el bien y evitar el mal. William Graham Sumner escribió: “La noción del bien y del deber es la misma con respecto a todas las costumbres, pero varía en intensidad según los intereses en juego”. “Los «derechos» son las leyes de toma y daca mutuas, en la competencia por la vida, que se imponen a los compañeros del grupo unido a fin de que la paz reine cuando es esencial para la fuerza del grupo. Por eso, los derechos nunca pueden ser «naturales» o concedidos por Dios, o absolutos en sentido alguno. La moralidad de un grupo en determinado momento es la suma de los «tabú» y las prescripciones costumbristas mediante las cuales se define la buena conducta. Por eso, la moral nunca es intuitiva. Es histórica, institucional y empírica” (De “Los pueblos y sus costumbres”-Editorial Guillermo Kraft Ltda.-Buenos Aires 1948).<br /><br />
El citado autor identifica moral con costumbres. Recordando que la moral tiene sentido vinculándola a una ética propuesta, la costumbre resulta ser una especie de creación libre que puede, o no, contemplar a la ética. De ahí que, si se aceptase que la libertad individual es un derecho natural, se limitaría la adhesión al socialismo, que apunta a limitarla o anularla. En el lenguaje totalitario, sin embargo, se habla de “libertad” y de “democracia” en un sentido opuesto a los significados originales. Los intentos totalitarios de transformar la naturaleza humana, bajo la búsqueda de cierta “naturaleza artificial” modificada por las costumbres inducidas desde el Estado, resultaron vanos, ya que se basaban en la creencia en la validez del relativismo moral. George Orwell escribía en su novela: “El Ministerio de la Verdad –Miniver en la Neohabla- era único en su especie y nada de común tenía con ningún otro edificio de la urbe”. “Se distinguían los tres lemas del Partido, estampados sobre la alba fachada del enorme edificio: La guerra es la paz – La libertad es esclavitud – La ignorancia es la fuerza” (De “1984”-Editorial Guillermo Kraft Ltda.-Buenos Aires 1952).<br /><br />
La moral natural resulta ser una ventaja evolutiva; de lo contrario, no podría el hombre vivir en sociedad. Y al no poder vivir en sociedad, no podría existir. La supervivencia del hombre está ligada a la supervivencia de la sociedad. Paul Gille escribió: “La moral es un fenómeno de la vida social: en otros términos, las primeras nociones morales datan y se derivan de las primeras sociedades”. “No puede ser de otro modo: no hay evolución, ni siquiera formación humana sin sociedad, y no hay sociedad posible sin una moral, es decir, sin un sistema de convenciones entre individuos reunidos para ayudarse mutuamente en la lucha –imposible de sostener aisladamente- para la conservación y mejora de la vida, contra las fuerzas naturales y los organismos vitales concurrentes”.<br /><br />
Si la moral es esencial para la unión entre los hombres, el vínculo de unión propuesto por las distintas éticas ha de coincidir con el fundamento de las mismas. Así, el vínculo de unión entre los hombres, según el cristianismo, ha de ser el amor, ya que mediante tal actitud compartimos las penas y las alegrías de los demás como propias. Simultáneamente, el amor es el fundamento de la ética cristiana. El autor citado agrega: “La asociación es, pues, una condición de vida para el ser humano, y al mismo tiempo le obliga a contar con otro y le impone obligaciones generales cuyo conjunto constituye la moral, considerada así como la resultante de toda sociedad o como el mismo lazo social. En cuanto hay asociación, ipso facto nace una moral rudimentaria; el hecho social engendra el hecho moral” (De “Historia de las ideas morales”-Editorial Partenón-Buenos Aires 1945).<br /><br />
El principio general de donde surge la moral es la propia ley natural que rige el comportamiento del hombre. De ahí que pueda llegarse a su conocimiento por distintos medios. Para el socialista, en cambio, es la costumbre la que determina la moral. Friedrich Engels escribió: “Nos explicamos la manera de pensar de los hombres de una época determinada por su manera de vivir, en vez de querer explicar, como se ha hecho hasta aquí, su manera de vivir por su manera de pensar”.<br /><br />
Las sociedades utópicas se caracterizan por dejar de lado los vínculos afectivos para reemplazarlos por vínculos materiales, como es el trabajo. Pero tal reemplazo no está exento de dificultades por cuanto los aspectos afectivos del hombre forman parte de su naturaleza humana y tarde o temprano se tornan incompatibles con el vínculo artificial establecido. Henri Lefebvre escribió acerca del marxismo: “Las relaciones fundamentales de toda sociedad humana son por lo tanto las relaciones de producción. Para llegar a la estructura esencial de una sociedad, el análisis debe descartar las apariencias ideológicas, los revestimientos abigarrados, las fórmulas oficiales, todo lo que se agita en la superficie y llegar a que las relaciones de producción sean las relaciones fundamentales del hombre con la naturaleza y de los hombres entre sí en el trabajo” (De “El marxismo”-EUDEBA-Buenos Aires 1973).<br /><br />
La sociedad comunista, que es el ideal socialista, resulta ser esencialmente una sociedad similar a una colmena o a un hormiguero, de ahí que las distintas utopías colectivistas pueden considerarse como distintas imitaciones, quizás inconscientes, de sociedades establecidas por algún tipo de insecto. Paul Gille escribió: “Las abejas trabajan, economizan en común, consumen en común durante la mala estación; en una palabra, ponen en práctica y les va bien, la divisa comunista: «De cada uno según sus fuerzas; a cada uno según sus necesidades»”.<br /><br />
Lo que resulta sorprendente es que un “pequeño detalle” como el mencionado no sea advertido por muchos sociólogos, incluso consideran a Karl Marx como uno de los “fundadores” de la sociología. Puede decirse que desde la sociología, tratando de describir al individuo, se comienza a indagar a partir de la sociedad, mientras que desde la psicología social, tratando de describir la sociedad, se comienza a indagar a partir del individuo. De ahí que la primera transite por una etapa filosófica mientras que la segunda transite por una etapa científica. Se dice que “mientras el científico necesita lápiz, papel y una papelera, el filósofo solamente necesita lápiz y papel”.<br /><br />
También resulta sorprendente que se afirme que la humanidad, como colmena u hormiguero, ha de constituir algo así como “el fin de la historia”; como la última etapa de una evolución social que fue precedida por la esclavitud, servidumbre, capitalismo, etc. Este absurdo implica que la meta de la evolución del hombre ha de ser el hombre-abeja o el hombre-hormiga. En realidad, Marx se apresuró al enunciar la futura caída del capitalismo para darle lugar a la utopía socialista disfrazada de “ciencia social”. Michael Harrington escribió: “Marx y Engels confundieron el surgimiento del capitalismo con su declinación” (De “Socialismo”-Fondo de Cultura Económica-México 1978).<br /><br />
Desde el socialismo se sugiere al hombre abandonar sus ideales propios para someterse a los proyectos colectivos concebidos por los ideólogos. El colectivismo resultante requiere de la pasividad y la uniformidad de los insectos, cuyas mínimas diferencias se deben a que son orientados por instintos antes que por afectos o razonamientos, como en el caso del hombre. De ahí que la generalizada lucha contra el individualismo ha de estar orientada, en definitiva, a la exaltación de la igualdad inherente a los insectos. “Algunos sociólogos, despreciando la naturaleza psicológica, psíquica, del fenómeno moral, tienden a reducir toda la moral a la ciencia de los hechos sociológicos, a la ciencia objetiva de las costumbres. Para esos objetivistas exclusivos no es ya cuestión de conciencia, de deber, de bien, de sanción íntima, sino de leyes sociales, de costumbres, de ritos, de relaciones económicas. Las razones de nuestros actos no están ya en nosotros, sino en el medio en que evolucionamos y cuya presión invencible sufrimos. La conciencia es un eco, ya no una voz. Yo interrogo a la conciencia –dice un crítico- y la sociedad responde”.<br /><br />
“Habría, en consecuencia, un fatalismo moral análogo al fatalismo histórico de Marx, y más aún al fatalismo psicológico que parece haber triunfado, provisionalmente al menos, en el pensamiento científico actual. Se reconstituiría la conciencia moral con sus determinantes sociales. Y la moral ya no sería asunto de conciencia…la «ciencia moral» desaparece ante la «ciencia de las costumbres»”.<br /><br />
“El alma de la moralidad, sin embargo, es la autonomía. Ser moral es tomar de sí mismo, espontáneamente, el principio de sus decisiones. Y una concepción que, en apariencia, desdeña la iniciativa individual, que parece ver en la conciencia una resultante pasiva, un efecto y no una causa, suscita inmediatamente las más naturales sospechas” (Paul Gille).
</b>Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-23730150368650586692015-03-30T08:00:00.002-07:002015-03-30T08:00:26.685-07:00Las neuronas espejo<b>El descubrimiento de ciertas neuronas, denominadas espejo, abre la posibilidad de describir aspectos básicos de nuestra conducta, como es el caso de la empatía. Luego, como la empatía resulta esencial en nuestro comportamiento social, será posible fundamentar una ética objetiva a partir del nivel neurológico y comprender en forma detallada las actitudes básicas del hombre para permitirnos finalmente establecer cierta introspección psicológica que nos hará plenamente conscientes de nuestra naturaleza humana.<br /><br />
Por lo general, se tiende a describir lo desconocido en base a lo conocido. De ahí que se haya creído que nuestro sistema nervioso actúe en forma similar a un sistema de control automático en el cual se distinguen claramente los sensores de los actuadores y de la unidad de control, la que procesa la información y toma decisiones. Como ejemplo podemos mencionar el caso de una casa inteligente, es decir, una vivienda en la cual se han aplicado las técnicas de la domótica (control doméstico). Si se ubica en el jardín de la casa un sensor de humedad, cuando detecta que el pasto está seco, transmitirá esa información a una computadora ubicada en el interior de la vivienda. Luego, la computadora enviará una señal codificada eléctricamente a una electroválvula que se abrirá para permitir el riego del jardín. El sensor informará luego a la computadora cuándo debe finalizar la operación.<br /><br />
Como el sistema nervioso central del ser humano tiene neuronas sensoras y también neuronas motoras, se pensaba que los procesos vinculados con el cerebro humano habrían de realizarse a través de un principio similar. Recordemos que las neuronas admiten dos estados bien definidos: activas o inactivas, como si se tratase de una lámpara que admite dos estados definidos; encendida o apagada. Las modernas técnicas de investigación utilizadas en neurociencia pueden detectar el estado en que se encuentra una neurona particular y la zona del cerebro en donde está ubicada. Marco Iacoboni escribió:<br /><br /> “En la década de 1980, los neurocientíficos enarbolaban el paradigma que sostenía que las diversas funciones del cerebro –de los macacos o de los seres humanos- estaban confinadas en compartimientos estancos. En virtud de tal paradigma, la percepción (ver objetos, oír sonidos y demás) y el movimiento (alcanzar un alimento, asirlo, colocarlo en la boca) van por caminos totalmente separados e independientes entre sí. Existe una tercera función, la cognición, que está un poco «en el medio» de la percepción y del movimiento, y que nos permite planificar y seleccionar nuestro comportamiento motor, prestar atención a cosas específicas que nos atañen, no prestarla a cuestiones foráneas a nuestros intereses, recordar nombres y hechos, entre otras”. “En vez de ello, aplicaron a la investigación un enfoque fresco, abierto, al que denomino fenomenología neurofisiológica. Esta nueva actitud fue el único medio de reconocer que la percepción y la acción constituyen un proceso unificado en el cerebro”.<br /><br />
Las neuronas espejo fueron descubiertas accidentalmente cuando un grupo de investigadores, en Parma, Italia, estudiaban el comportamiento cerebral de ciertos monos. Un día ocurrió algo imprevisto, ya que se advirtió que algunas neuronas de un animal se activaban cuando éste realizaba un movimiento (algo normal), pero también se activaban cuando observaban un movimiento similar realizado por otro individuo (animal o persona). Era un indicio de que una misma neurona actuaba como “sensor” y como “actuador”, o como neurona sensora y motora a la vez. En cuanto al momento del descubrimiento, el citado autor escribe:<br /><br /> “Vittorio Gallese caminaba por el laboratorio durante una pausa del experimento. Había un mono sentado, tranquilo, en la silla, esperando que se le asignara la próxima tarea. De pronto, justo cuando Vittorio tomó algo con la mano –no recuerda qué- oyó una descarga de actividad en la computadora que estaba conectada a los electrodos implantados por vía quirúrgica en el cerebro del mono. Al oído inexperto, tal descarga le hubiera sonado similar a la estática; al oído de un neurocientífico avezado, señaló una activación de la célula pertinente del área F5. De inmediato, Vittorio creyó que la reacción era inusitada. El mono estaba sentado, quieto, sin pretender asir nada, y, sin embargo, esta neurona vinculada con el acto prensil se había activado”.<br /><br />
“Ni ellos ni ningún neurocientífico del mundo podría haber imaginado que las neuronas motoras se activan sólo ante la percepción de las acciones que realiza otra persona, sin que medie ningún movimiento. A la luz del conocimiento y de la teoría del momento, ello no revestía sentido alguno. Las células del cerebro del mono que envían señales a otras células que están conectadas anatómicamente a los músculos no tienen por qué activarse cuando el mono está en perfecto reposo, las manos en el regazo, observando qué hace otra persona. Y sin embargo, se activaron”.<br /><br />
“Veinte años después de aquel registro del laboratorio, una gran cantidad de experimentos bien controlados que se realizaron con monos y luego con humanos (en su mayoría, distintos tipos de experimentos, sin insertar agujas en el cráneo) confirmó el notorio fenómeno. El simple hecho de que un subconjunto de las células del cerebro –las neuronas espejo- se activen cuando una persona patea una pelota, ve que alguien patea una pelota, oye que alguien patea una pelota, y aun cuando sólo pronuncia u oye la palabra «patear», conlleva consecuencias asombrosas y nuevos modos de comprensión”.<br /><br />
“Durante siglos, los filósofos quedaron perplejos ante la capacidad que tienen los seres humanos para entenderse. Su perplejidad era razonable: no contaban con casi ningún elemento científico en el que apoyarse. En los últimos 150 años, los psicólogos, los científicos cognitivos y los neurocientíficos sí contaron con ayuda de la ciencia –y en los últimos cincuenta años, con muchísimos aportes científicos- y durante mucho tiempo no salían de su asombro. Nadie podía comenzar a explicar cuál es el mecanismo por el que sabemos qué hacen, piensan y sienten los demás”.<br /><br />
“Ahora sí podemos. Existen ciertos grupos de células especiales en el cerebro denominadas neuronas espejo que nos permiten lograr entender a los demás: algo muy sutil. Estas células son los diminutos milagros gracias a los cuales atravesamos el día. Son el núcleo del modo en que vivimos la vida. Nos vinculan entre nosotros, desde el punto de vista mental y emocional”. “Hace unos años, un investigador sugirió que el descubrimiento de las neuronas espejo prometía hacer por la neurociencia lo que el descubrimiento del ADN hizo por la biología. Es una aseveración muy osada, ya que, en esencia, todo en biología nos retrotrae al ADN. De acá a varias décadas, ¿todo en la neurociencia se considerará originado en las neuronas espejo?” (De “Las neuronas espejo”-Katz Editores-Buenos Aires 2008).<br /><br />
La importancia que tal descubrimiento implica en psicología es que permite fundamentar el fenómeno básico del comportamiento humano: la inducción, o cambio, de la personalidad. De ahí que la psicología general podría también denominarse psicología del cambio, considerando al resto como distintas derivaciones o especializaciones. “Con el nombre de «inducción de la personalidad» podemos denominar al cambio momentáneo que se produce en una persona ante la presencia o la referencia de otra. Este fenómeno psicológico es el fenómeno fundamental en el comportamiento humano. Cuando conversan dos personas, o aún cuando se miran fugazmente, existe en ellas un cambio en su estado de ánimo. El cambio puede ser ínfimo, o puede gradualmente llegar a ser grande. Este cambio depende de las circunstancias y de las personas que interactúan. El cambio en una persona depende de su capacidad para cambiar de actitud; a esto podemos llamarle sensibilidad. Además, depende de la persona que le produce el cambio”. “La inducción de la personalidad es un fenómeno momentáneo, pero debido a que tenemos memoria, se convierte en permanente. De ahí su gran importancia” (De “Una opinión sobre el mundo” (Teoría psicológica)-Pompilio Zigrino-Mendoza 1978).<br /><br />
La importancia señalada radica, además, en que un posible proceso introspectivo se establecerá a partir de la determinación del cambio que producimos en los demás y del que los demás producen en uno. Si advertimos cambios negativos, debemos tratar de que sean neutros en una primera etapa y positivos en una etapa posterior. “Si nos encontramos con una persona egoísta, nos sentiremos incómodos ante la indiferencia. Y esto puede hacer que centralicemos la conversación en nosotros mismos. El egoísta contagiará un poco de su egoísmo a los demás, y es posible que vea a todos como si fueran egoístas”.<br /><br />
La base de la ética natural es la actitud cooperativa por la cual compartimos las penas y las alegrías ajenas, implicando un cambio en uno mismo ocasionado por la influencia o la referencia de otra persona. Todo cambio, según se ha visto, tiene como fundamento neurológico a las neuronas espejo. De ahí que tengan una cercana vinculación con la ética natural. <br /><br />
La comunicación de las emociones se establece a través del lenguaje gestual. Sir Arthur Conan Doyle escribió: “Los rasgos le son dados al hombre como medio a través del cual expresa sus emociones”. Por su parte, Marco Iacoboni agrega: “Las áreas con neuronas espejo nos ayudan a entender las emociones de los demás mediante alguna forma de imitación interna. De acuerdo con esta «hipótesis de la empatía a través de las neuronas espejo», dichas neuronas se activan cuando vemos a los demás expresar sus emociones, tal como si nosotros estuviéramos haciendo las expresiones faciales que vemos. Mediante esta activación, las neuronas también envían señales a los centros cerebrales de la emoción que se encuentran en el sistema límbico para hacernos sentir lo mismo que los otros”.<br /><br />
“En su famoso cuento «La carta robada», Edgar Allan Poe escribe, a través de las palabras del protagonista C. August Dupin: «Si quiero averiguar si alguien es inteligente, o estúpido, o bueno, o malo, y saber cuáles son sus pensamientos en ese momento, adapto lo más posible la expresión de mi cara a la de la suya, y luego espero hasta ver qué pensamientos o sentimientos surgen de mi mente o en mi corazón, coincidentes con la expresión de mi cara». ¡Cuanta presciencia! Poe no podía haber elegido una mejor manera de penetrar en la vida interna de sus personajes. Sin embargo, no fue el único. En la literatura científica sobre las emociones, la teoría de que la experiencia emocional cobra forma mediante los cambios de la musculatura facial –la «hipótesis de la retroalimentación facial»- tiene muchos antecedentes”.<br /><br />
Todo proceso que integra nuestro organismo, en su momento fue incorporado como una ventaja evolutiva, de donde surge el interrogante de cuál es el objetivo aparente de tal ventaja. En el caso de las neuronas espejo, George Lakoff escribió: “Llegamos al mundo con las conexiones necesarias para la empatía y la colaboración [o cooperación], y la evolución nos preparó para cuidar, no sólo para competir. Entendemos la evolución como la supervivencia de los mejores cuidadores y de los mejores cuidados”.</b>Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-61775276463061673122015-03-30T07:57:00.003-07:002015-03-30T07:57:46.877-07:00Amor y empatía<b>La empatía es una respuesta emocional, considerada por los psicólogos sociales, mientras que el amor es una respuesta sugerida inicialmente por la religión. Si la empatía se define como la capacidad para compartir el sufrimiento de otras personas, el amor es la capacidad para compartir tanto el sufrimiento como las alegrías de los demás, por lo que se trata de la misma actitud. Michael A. Hogg y Graham M. Vaughan escribieron: “La empatía es una respuesta emocional al sufrimiento de otra persona, una reacción al ser testigo de un evento perturbador. Es la capacidad de identificarnos con las experiencias de otra persona, especialmente con sus sentimientos” (De “Psicología Social”-Editorial Médica Panamericana SA-Madrid 2010).<br /><br />
La definición del amor aparece en forma explícita en los escritos de Baruch de Spinoza en el siglo XVII: “El que imagina aquello que ama afectado de alegría o tristeza, también será afectado de alegría o tristeza: y uno y otro de estos afectos será mayor o menor en el amante, según uno y otro sea mayor o menor en la cosa amada”. Siguiendo el retroceso en el tiempo, llegamos a uno de los mandamientos de Cristo: “Amarás al prójimo como a ti mismo”, expresión que, para ser compatible con la definición anterior, implica “compartir las penas y las alegrías de los demás como propias”.<br /><br />
A partir de la empatía podemos definir la empatía negativa, que implica alegrarse del sufrimiento ajeno, estando el odio vinculado a tal actitud. Baruch de Spinoza escribió: “El que imagina que aquello a que tiene odio está afectado de tristeza, se alegrará; si, por el contrario, lo imagina afectado de alegría, se entristecerá; y uno y otro afecto será mayor o menor según mayor o menor el afecto contrario sea en aquello a que tiene odio” (De “Ética”-Fondo de Cultura Económica-México 1984).<br /><br />
A partir de estas actitudes es posible definir una ética natural objetiva e, incluso, una escala de valores objetiva. Así, los mejores serán los que posean una elevada capacidad para amar, mientras que los peores tendrán una elevada capacidad para odiar. Luego, el amor y el odio, junto al egoísmo y a la indiferencia, completan las cuatro actitudes básicas del hombre.<br /><br />
Los mandamientos de Cristo aparecen también en el Antiguo Testamento, aunque no tienen la relevancia que se les da en los Evangelios, algo similar a lo que ocurre con el amor y la empatía en los libros de psicología. Indagando en otras religiones, encontramos que el amor aparece en la tradición budista y confucionista. Daisaku Ikeda escribió al respecto: <br /><br />“El concepto budista de jihi da al amor un valor sustancial. Su significado –un profundo sentimiento de benevolencia y empatía- se define, literalmente, como eliminar el sufrimiento de los demás e infundirles felicidad (bakku yoraku)”. “La palabra bakku significa erradicar la causa del sufrimiento oculto en las profundidades de la vida humana. Bakku comienza siendo una corriente de empatía (doku), es decir, sentir el dolor de otro semejante como si fuese el propio pesar, y querer aliviarlo. Sin la vivencia del doku, no habría acciones concretas inspiradas en el deseo de paliar la angustia ajena. Doku requiere de sutil inteligencia y de imaginación, pues, para sentir el dolor de otra persona, hay que ser capaz de crear un lazo emotivo con el prójimo e imaginar su penosa situación, identificándose con ella, poniéndose exactamente en su lugar…Las personas de escasa inteligencia son indiferentes al sufrimiento de otros seres”.<br /><br />
“Doku es la base sobre la cual se desarrolló la vida comunitaria que caracteriza al ser humano. La convivencia grupal cooperativa es común en el mundo de los seres vivos, pero el ser humano es el único que conserva una fuerte individualidad, al mismo tiempo que preserva el grupo en atención a las necesidades de la vida cotidiana. El hombre puede hacerlo, porque percibe el sufrimiento de sus semejantes y comprende que el grupo es una estructura de protección. Pero el sentimiento de doku no debe convertirse en lástima o en mero consuelo, desprovisto de acción. Por eso hay que ir de la empatía (doku) a la eliminación activa de la causa que genera el sufrimiento (bakku)”.
“¿Por qué motivo sigue habiendo tantos conflictos y guerras sangrientas, pese a que las grandes religiones del mundo predican el amor en todas las latitudes? Sin duda, no será porque el amor es más débil que el odio. La verdadera razón es que al amor no se le ha dado una expresión práctica, fiel a la naturaleza; se lo mantuvo en el plano de la mera abstracción. Por ese motivo, el odio sacó tanta ventaja” (De “Elige la vida” de Arnold J. Toynbee y Daisaku Ikeda-Emecé Editores SA-Buenos Aires 2005).<br /><br />
En cuanto al confucionismo, el citado autor expresa: “En la historia de la filosofía china, se produjo una polémica en torno de la jerarquía de las distintas formas de amar. El filósofo confuciano Mencio, citando palabras del propio Confucio para convalidar su punto de vista, sostuvo que el amor debía ser distribuido de manera desigual y distintiva; así pues, el amor a los miembros de la propia familia debía estar por encima del amor a los desconocidos y extranjeros. En esta controversia, el antagonista de Mencio era Mo Tzu, para quien el amor del ser humano debía asignarse imparcialmente a todos los individuos y semejantes. Éste es uno de los eternos problemas éticos y sociales de la existencia humana”.<br /><br />
“Las perspectivas de Confucio y Mo Tzu difieren, dado que uno propugna jerarquizar el amor y poner en la cúspide el sentimiento familiar, por sobre cualquier otro tipo de afectividad, y el otro propone un amor universal, dirigido a todas las personas con la misma intensidad con que el individuo se ama a sí mismo. No obstante, tiene usted razón [se refiere a Toynbee] al decir que la sociedad moderna necesita imperiosamente de ambas clases de amor benevolente. En muchos casos, la falta de amor es dolorosamente visible; es común ver personas que no aman a sus padres o a sus hermanos. Y hasta hay padres que no sienten afecto por sus hijos. Esta carencia suele verse reflejada en la conducta de personas que llegan a suicidarse, por considerar su propia vida con profundo menosprecio. ¿De qué sirve la máxima de amarnos como al prójimo, cuando hay personas dispuestas a acabar con su vida por tener el corazón lleno de odio hacia sí mismas?”.<br /><br />
“En lo que respecta a las condiciones internacionales, coincido en que el amor universal de Mo Tzu es absolutamente pertinente en nuestro mundo, tan socavado por el odio, los prejuicios y la incomprensión. Las ideas de Mo Tzu armonizan muy bien con los ideales de la abolición bélica. Su exhortación a que la humanidad abandone los propósitos egoístas y busque metas más altruistas conduce directamente al tipo de política exterior que las grandes potencias harían muy bien en adoptar”.<br /><br />
La postura de Mo Tzu coincide con el mandamiento cristiano del amor al prójimo, el cual debe considerarse como una dirección hacia la cual debemos apuntar sin ser una meta concreta, dada la dificultad que ello conlleva. Arnold J. Toynbee escribe al respecto: “La propuesta confuciana de jerarquizar el amor en círculos concéntricos, de intensidad decreciente, es más afín a la naturaleza humana que el planteo de Mo Tzu, referido al imperativo del amor universal. Cada ser humano sabe, por propia experiencia, que es más fácil amar a los seres cercanos y conocidos que a personas extrañas. Así y todo, la necesidad más acuciante de nuestra época es, precisamente, poner en práctica este mandato ético tan difícil de amar a los desconocidos y de traducir este amor universal en actitudes y conductas cotidianas. Incluso el confucionismo dice que nuestro amor debe ser de alcance universal, aun cuando, en el anillo exterior de la jerarquía concéntrica, sea legítimamente menos intenso que en el núcleo. En este aspecto, el confucionismo adquiere semejanzas con el pensamiento de Mo Tzu”.<br /><br />
“El «motzuismo» es más difícil de poner en práctica que el confucionismo. Pero creo que es Mo Tzu, y no Confucio, el filósofo cuya enseñanza resulta más imprescindible para nosotros en la época actual. En el extremo occidental del Viejo Mundo, Zenón, el fundador de la escuela estoica de pensamiento griego, enseñó que el hombre era ciudadano del universo. En cierta forma, Zenón fue un «motzuista», sin saber que había tenido un predecesor entre los filósofos del Lejano Oriente”.<br /><br />
Si bien se ha logrado un progreso evidente al definir con precisión la meta ética que debemos alcanzar, es imprescindible transmitirla sin agregados y sin oscurecerla con diversos misterios, como ha ocurrido con frecuencia. De esa manera se habrá podido establecer un vínculo entre religiones y entre ciencia y religión. Así, el amor no sólo ha de ser el vínculo entre los distintos seres humanos, sino también entre sus instituciones más importantes. “Amor es la sensación de dolor/que siento al saber/que algo te hace sufrir.”. “Amor es el inmenso placer/que siento al saber/que la felicidad a ti volverá” (De “Una opinión sobre el mundo”-Pompilio Zigrino-Mendoza 1978).<br /><br />
Es de esperar que, a partir de las intensas investigaciones realizadas en el ámbito de las neurociencias, en poco tiempo el amor y la empatía sean entendidos en sus aspectos básicos. Tal conocimiento podrá ser accesible al ciudadano común sin la necesidad de una intermediación religiosa, ya que, desgraciadamente, disponiendo de información muy precisa e importante, las distintas religiones han tenido la triste “habilidad” de sembrar disputas y divisiones en una forma totalmente opuesta a su tarea esencial. Ello no implica el fin de las religiones, sino el umbral de una nueva etapa en la que se resolverá gran parte de los problemas que aquejan a la humanidad. Marco Iacoboni escribió: “La imitación y la sincronía son el adhesivo que nos une. De allí, la aseveración que formulé con toda confianza de que las neuronas espejo son esenciales para la necesidad que tenemos los humanos de encuadrar lo más armónicamente en nuestro contexto social”. “Las necesitamos. Nos permiten reconocer las acciones de otras personas, imitar a otras personas, entender sus intenciones y sentimientos” (De “Las neuronas espejo”-Katz Editores-Buenos Aires 2010).<br /><br />
Puede reproducirse la secuencia básica que va desde el descubrimiento de la empatía (fenómeno natural o biológico) y del amor (fenómeno cultural derivado de la empatía), ignorando involuntariamente algunos descubrimientos no conocidos por el autor:<br /><br /> 1- Antiguo Testamento<br /> 2- Confucio<br /> 3- Buda<br /> 4- Cristo<br /> 5- Baruch de Spinoza<br /> 6- Psicología Social<br /> 7- Neurociencias<br /><br />
Seguramente surgirán opiniones descalificadoras ante la presunta quita de valor de la vida y el ejemplo de Cristo. Sin embargo, debe tenerse presente que debemos contemplar la religión en función del destinatario y no de los emisores de la información. De ahí que debemos considerar como un hecho positivo que se corroboren y fortalezcan distintas visiones religiosas, aunque sea parcialmente. En forma de “protesta”, Giovanni Papini escribió: “En el Budismo el amor del hombre al hombre no es más que un ejercicio saludable para desarraigar totalmente el amor a sí mismo, el primero y más fuerte sostén de la existencia. Buda quiere suprimir el dolor, y para suprimir el dolor no encuentra otro medio mejor que sumergir las almas personales en el alma universal, en el nirvana, en la nada. El budista no ama al hermano por amor al hermano, sino por amor a sí mismo, es decir, para apartar el dolor, para vencer el egoísmo, para encaminarse al aniquilamiento. Su amor universal es frío, interesado, egoísta: una forma de la indiferencia estoica tanto en presencia del dolor como de la alegría” (De “Historia de Cristo”-Ediciones del Peregrino-Rosario 1984)
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Para la elaboración de una ideología de adaptación, se ha de recurrir, entre otras, a las ideas que en épocas pasadas dieron buenos resultados, sólo que deberá encontrarse un “vehículo” distinto a los utilizados en el pasado y que sea capaz de permitir una difusión generalizada. En nuestro caso, a la palabra “ideología” se la ha de asociar a la “ciencia de las ideas”, como una síntesis de información lógicamente coherente y compatible con la realidad.<br /><br />
Deberán considerarse ciertos requisitos básicos que responderán a un sentido eminentemente práctico. Una ideología del siglo XXI debe incorporar la mayor parte de los conocimientos logrados por la ciencia experimental, para tomarlos como punto de partida hacia el establecimiento de una ética natural, y objetiva, que sea independiente de las distintas posturas filosóficas y religiosas adoptadas individualmente. Los aspectos básicos considerados no sólo serán el origen de una perspectiva general, sino que constituirán exigencias que deberá cumplir toda ética de validez universal:<br /><br />
1- Complejidad creciente: Asociada a la Ley cósmica de Complejidad-Consciencia, ha sido descripta por Joël de Rosnay de la siguiente forma: “Pierre Teilhard de Chardin sostiene que la materia del universo está organizada en una larga cadena de complejidad creciente. La cadena comienza en las partículas elementales, sigue con los átomos, las moléculas, las células y los organismos individuales; se extiende finalmente a los agrupamientos complejos constituidos por las sociedades humanas. En cada nivel de complejidad se encuentran los elementos constructivos a partir de los cuales se forma el siguiente, más complejo. Aparentemente, Teilhard de Chardin fue uno de los primeros en subrayar que esta clasificación por orden de complejidad creciente correspondía también a una clasificación cronológica”. (De “La aventura del ser vivo”–Gedisa Editorial-Barcelona 1998).<br /><br />
Esta tendencia implica la existencia de un sentido de la evolución y de una finalidad objetiva del universo. También puede establecerse el sentido de la historia de la humanidad como una serie de intentos por lograr mayores niveles de adaptación.<br /><br />
2- Invariabilidad de la ley natural: Sugerido por Auguste Comte, este principio básico de la ciencia experimental implica que todo lo existente está regido por una ley natural. Dicha ley, como un vínculo invariante entre causas y efectos, da lugar a un orden natural. Así como las leyes humanas se establecen bajo cierto espíritu, o finalidad, podemos decir que Dios puede identificarse con el espíritu de la ley natural. Luego, por ser la ley natural invariante, podemos identificar ciencia con religión natural, ya que se excluye toda interrupción de la misma.<br /><br />
3- Adaptación cultural: El hombre no sólo participa del proceso de la evolución biológica, sino que también está inmerso en un proceso de adaptación cultural al orden natural. Julian Huxley escribió: “Es como si el hombre hubiese sido designado, de repente, director general de la más grande de todas las empresas, la empresa de la evolución, y designado sin preguntarle si necesitaba ese puesto, y sin aviso ni preparación de ninguna clase. Más aún: no puede rechazar ese puesto. Precíselo o no, conozca o no lo que está haciendo, el hecho es que está determinando la futura orientación de la evolución en este mundo. Este es su destino, al que no puede escapar, y cuanto más pronto se dé cuenta de ello y empiece a creer en ello, mejor para todos los interesados” (De “Nuevos odres para el vino nuevo”–Editorial Hermes-Buenos Aires 1959).<br /><br />
Así como el medio biológico presiona a la vida hacia una mayor adaptación, el propio orden natural presiona a la humanidad, a través del sufrimiento, a lograr un mayor nivel de adaptación cultural.<br /><br />
4- Cooperación: Puede decirse que el hombre es un partícipe activo en el proceso de la creación, o formación, de la humanidad, estando en la actualidad en una etapa similar a la descripta en el Génesis bíblico. Henri Bergson escribió: “Lo más sublime que Dios ha creado es haber hecho al hombre cooperador suyo en la creación”. Esta es también una insinuación a darle a nuestra vida un sentido religioso y una finalidad acorde al sentido aparente del universo. La actitud ética tiene sentido cuando previamente se encontró un sentido a nuestra vida.<br /><br />
5- Decisiones accesibles: Epicteto escribió: “De lo existente, unas cosas dependen de nosotros; otras no dependen de nosotros”. La acción ética requiere de sugerencias prácticas que sean accesibles a nuestras decisiones. Si tenemos en cuenta esta restricción, será posible dejar de lado planteamientos de tipo filosófico que no conducen a una acción concreta y que sólo llevan a conflictos sin solución.<br /><br />
6- Acción acorde: La verdadera búsqueda de un objetivo depende de la cantidad de esfuerzo dispuesto para ese logro, teniendo poca importancia las declamaciones y los deseos asociados al respecto.<br /><br />
7- Simplicidad: Toda ética propuesta debe ser accesible a la totalidad de las personas, en forma independiente de su nivel intelectual. De ahí la expresión de Cristo: “Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los listos y las has revelado a los insignificantes” (Mt.)<br /><br />
8- Universalidad: Inmanuel Kant escribió: “Actúa como si el motivo que preside tus actos pudiera convertirse, por obra de tu voluntad, en una ley general”.<br /><br />
9- Amor intelectual a Dios: Baruch de Spinoza escribió: “Pero el amor por una cosa eterna e infinita alimenta el alma con una alegría singular y libre de toda tristeza, lo que hace que sea tan deseable y digno de ser buscado con todas nuestras fuerzas”.<br /><br />
10- Inmortalidad: No sólo la felicidad es un aliciente para el logro de una actitud ética adecuada, sino también la existencia de la inmortalidad, como premio a esa acción. Ignace Lepp escribió: “Pero si no hubiera tal eternidad, mi fe en el mundo recibiría un golpe peligroso. ¿Podría concebirse que el mundo evolucione durante miles de millones de años hasta originar la vida espiritual, consciente de sí misma…para que dicha vida vuelva a caer al fin nuevamente en la nada? Todo mi ser se rebela contra tal hipótesis, que rebajaría y reduciría a un absurdo el mundo, en el que tan firmemente creo” (De “La nueva Tierra”–Ediciones Carlos Lohlé-Buenos Aires 1968).<br /><br />
11- Influencia social: Wolfgang Goethe escribió: “Trata a la gente como si fuera lo que debería ser y la ayudarás a convertirse en lo que es capaz de ser”.<br /><br />
12- Respuesta característica: En los seres humanos existe una respuesta, o actitud, característica. Mediante las cuatro componentes emotivas básicas podemos describir el espectro de las respuestas posibles, y ellas son: amor, odio, egoísmo y negligencia. A la primera le asociamos el Bien, y a las últimas el Mal. De ahí que el éxito de la adaptación cultural del hombre al orden natural, está asociado al predominio del Bien sobre el Mal.<br /><br />
13- Sentimientos humanos: Toda actitud ética estará asociada a los sentimientos humanos. La sugerencia práctica del “Amarás al prójimo como a ti mismo”, puede interpretarse como: “Sentirás las penas y las alegrías de los demás como si fuesen propias”.<br /><br />
14- Razonamiento: Por lo general, las ideologías surgidas de la religión requieren del individuo una previa aceptación del emisor del mensaje, en lugar de adoptar una actitud de duda y de razonamiento. La insuficiencia actual de la fe obliga a que toda nueva ideología de adaptación sea compatible con la lógica y el razonamiento. De esa forma dejará de existir una masiva marginación hacia quienes optan por el razonamiento como etapa previa a la aceptación de nueva información. De todas formas, si alguien logra buenos resultados por el método tradicional de la fe, no se vislumbra inconveniente alguno.<br /><br />
15- Prioridad: De todos los objetivos a lograr, la prioridad debe recaer en la adopción, por parte del individuo, de una actitud cooperativa predominante. Cualquier otro objetivo, sin este logro, resultará insuficiente.<br /><br />
16- Calificación: No resulta necesaria una calificación previa del autor de una propuesta ideológica, ya que debe valorarse la efectividad de la misma en base al criterio de prioridad mencionado.<br /><br />
17- Responsabilidad: Toda persona que tenga capacidad de influir en los demás seres humanos, debe prever adecuadamente los efectos de su influencia ya que, en caso de ser negativa, deberá ser considerado como autor intelectual de estos efectos aun ocasionados por otros. Las posibles buenas intenciones no justifican la falta de previsión.<br /><br />
18- Felicidad: La verdadera felicidad es la que puede compartirse con los demás, de ahí que toda ideología exitosa ha de propagarse especialmente por la notoria mejora del nivel de felicidad.<br /><br />
Quienes buscan solucionar los problemas que aquejan a la mayor parte de los países, coinciden en que debe hallarse, en primer lugar, una ética global, para posteriormente buscar, en cada caso, las soluciones económicas y políticas. Mihajlo Mesarovic y Eduard Pestel escribieron: “Las soluciones no pueden obtenerse por los medios tradicionales confinados a un aspecto aislado del sistema mundial, tal como la economía. Lo que se necesita realmente es nada menos que una completa integración de todos los estratos en nuestra visión jerárquica del desarrollo mundial, esto es una consideración simultanea de todos los aspectos de la evolución de la humanidad, desde los valores y actitudes individuales hasta las condiciones ecológicas y ambientales”.<br /><br />
Donald Wilhelm escribió respecto de los autores citados: “Los autores reclaman «una nueva ética global», que incluirá una conciencia mundial para tratar todos los problemas principales; una nueva perspectiva sobre el uso de los recursos materiales «compatible con la era de la escasez que se aproxima»; y una preocupación por las necesidades de las generaciones futuras orientadas a su supervivencia. La ética global requiere también una nueva actitud hacia la naturaleza «basada en la armonía más que en la conquista. Sólo de esta forma el hombre puede aplicar en la práctica lo que ya está aceptado en la teoría, esto es que el hombre es una parte integral de la naturaleza»” (De “Alternativas creativas frente al comunismo”-EUDEBA-Buenos Aires 1981)
</b>Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-70951989855751675092015-03-30T07:48:00.002-07:002015-03-30T07:48:36.121-07:00Entre el deontologismo y el utilitarismo<b>Las distintas propuestas éticas consisten esencialmente en sugerir, mediante normas, las acciones que conducen a lograr el bien y a evitar el mal. Esta definición general, aparentemente evidente, presenta, sin embargo, algunos interrogantes ya que, para algunos, la norma que sugiere una acción ha de ser prioritaria a los efectos derivados de su cumplimiento, mientras que para otros la norma ética surge luego de considerar los efectos de las acciones humanas, para tratar de optimizar nuestro comportamiento social. Para aclarar el tema, a fin de encontrar la secuencia adecuada entre normas, conducta y efectos, debemos considerar la siguiente pregunta básica: ¿Me gusta porque es bueno o es bueno porque me gusta?.<br /><br />
Si aceptamos que algo nos gusta porque previamente consideramos que es bueno, en cierta forma estamos considerando prioritaria una norma, un mandamiento o una sugerencia ética que será considerada como nuestra referencia, incluso una referencia más importante que los efectos concretos asociados a nuestra conducta. Por el contrario, si aceptamos que algo es bueno porque nos gusta, en principio estamos priorizando los efectos de nuestra conducta bajo la previa aceptación del principio de felicidad, como la tendencia básica que orienta nuestros actos y nuestra vida.<br /><br /> Consideramos como bueno a lo que nos lleva a la felicidad y malo lo que nos aleja de ese objetivo. Javier Sádaba escribió: “El deontologismo afirma que algo es bueno porque debe hacerse. El utilitarismo afirma que algo debe hacerse porque es bueno. El deontologismo parte de unos principios que considera deberes y sólo lo que se realiza según tales deberes es bueno. El utilitarista pone la vista en las consecuencias de una acción y, si ve que son buenas, concluye que debe hacerse”.<br /><br />
Puede decirse que en el primer caso estaríamos adoptando como referencia la norma, el mandamiento o la sugerencia originada en un ser humano, relegando a la propia ley natural como la referencia obligada (si no se la ha tenido en cuenta), mientras que en el segundo caso adoptamos como referencia a la propia realidad y a la ley natural. Sin embargo, al guiarnos por los resultados de nuestra conducta, nada nos asegura que el nivel de felicidad obtenido sea siempre el adecuado, como es el caso del que encuentra un fugaz bienestar en el juego o en el vicio. Tampoco las sugerencias éticas que provienen de otras personas nos dan una garantía total acerca de su validez. Podemos sintetizar las secuencias seguidas en ambos casos:<br /><br />
a) Deontologismo: Normas -> Conducta -> Efectos<br />
b) Utilitarismo: Efectos -> Normas -> Conducta<br /><br />
El autor citado agrega: “Pero vamos a intentar responder antes a dos objeciones que a buen seguro habrán ido apoderándose de la mente del lector atento:<br /><br />
1- La primera es ésta: si el fin último de la moral es la felicidad, entonces todo el bien o deber que se haga tendrá por objeto ser feliz, luego no es verdad que la moral es algo absoluto; es, más bien, relativa, y un medio o un instrumento para lograr la felicidad.<br />
2- Si existe un segundo nivel, el de las teorías morales, que responde a la pregunta de por qué esto es bueno o malo, también habrá un tercer nivel en el que se pregunte por qué, por ejemplo, las consecuencias son buenas o por qué los principios son buenos. Más aún, podemos imaginar un cuarto nivel, y así hasta el infinito” <br />(De “La Ética contada con sencillez”-Maeva Ediciones-Madrid 2004)<br /><br />
Desde el punto de vista de los razonamientos, entramos en los laberintos típicamente filosóficos, de ahí que conviene salir de ellos recurriendo a la verificación experimental, acudiendo, por ejemplo, a la psicología social. En este caso, podemos advertir que, afortunadamente, existen sólo cuatro posibles componentes afectivas básicas de nuestra actitud típica, o característica, de la cual debemos elegir una. Así, si a alguien le pasa algo malo, podemos compartir ese dolor (amor), o podemos alegrarnos de ello (odio), o podemos ignorarlo porque sólo nos interesamos por nosotros mismos (egoísmo) o porque poco nos importa lo que le sucede a los demás e incluso a nosotros mismos (indiferencia).<br /><br />
Luego, teniendo presente la natural tendencia hacia el logro de la felicidad, la actitud que mejor se adapta es la primera, por la cual compartimos las penas y las alegrías de los demás como si fuesen propias, que es, esencialmente, el significado del “Amarás al prójimo como a ti mismo”. De esa forma, vemos que dicho mandamiento responde tanto a la postura deontológica (debemos cumplir una norma) como a la postura utilitarista (la norma es buena porque nos orienta hacia la felicidad).<br /><br />
Nuestra respuesta, o actitud característica, es un conjunto de respuestas típicas que pueden variar desde el amor hacia nuestros familiares hasta la indiferencia hacia las personas extrañas pasando por el odio hacia alguna figura popular, o hacia alguien conocido. El mandamiento cristiano nos sugiere al amor como la tendencia que debe predominar sobre las restantes, hasta llegar, incluso, a anularlas.<br /><br />
Es posible que la ética cristiana haya surgido como surgen todos los conocimientos asociados con la conducta humana, es decir, mediante prueba y error, y una posterior selección de lo que produce los mejores resultados. Este supuesto origen “terrestre”, en lugar de una revelación, no cambia esencialmente el contenido del mandamiento, mientras que el mérito de su cumplimiento no radica en creer en su origen sobrenatural, sino en poder aplicarlo en una forma generalizada.<br /><br />
Entre los impedimentos de su cumplimiento, encontramos las diversas interpretaciones que tan sólo confunden al ciudadano común. También la prioritaria consideración de la fe sobre las obras, asumida por algunas iglesias cristianas, relega la ética cristiana a la adhesión a cierta postura filosófica, olvidando que la religión es una cuestión de moral antes que de filosofía.<br /><br />
La ética formaba parte de la religión, en forma exclusiva, hasta hace algunos siglos atrás. Sin embargo, la severa crisis moral que afronta gran parte de la humanidad requiere de cierta claridad conceptual y sencillez para reencausar al ser humano por el camino indicado por la ética natural, o cristiana. No resulta admisible considerar que la propia naturaleza haya impedido que los lineamientos básicos de nuestra conducta moral sean accesibles tan sólo a las personas con una formación intelectual especializada. La religión para monjes no es justamente una religión, sino que lo es solamente cuando los destinatarios son todos los seres humanos.<br /><br />
Una moral desvinculada de los afectos, no es una moral, ya que el cumplimiento de normas por vía puramente racional dará pobres resultados, lo mismo que el cálculo utilitario desligado de los mismos. Además, los estados de ánimo son accesibles a nuestro control y son los indicadores de lo que debemos hacer en cada circunstancia en lugar de tener que decidir en base a un razonamiento previo que ha de adaptar nuestras decisiones a los principios morales conformados bajo la forma de deberes irrenunciables. Como ejemplo de esta postura, puede mencionarse a Immanuel Kant. Al respecto, Armando Ribas escribió: “Tres máximas establece Kant para definir el valor moral, esto es, que tales acciones sean hechas no por inclinación sino por deber:<br /><br />
1- La de procurar cada cual su propia felicidad no por inclinación, sino por deber; sólo entonces tiene su conducta un verdadero valor moral.<br />
2- Una acción hecha por deber tiene su valor moral, no en el propósito que por medio de ella se quiere alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido resuelta.<br />
3- El deber es la necesidad de la acción por respeto a la ley.<br /><br />
“Es importante destacar, entonces, que razón práctica, para Kant, en modo alguno implica un concepto sacado de la experiencia. La popularidad de la razón vulgar ha sido lograda no como un conocimiento surgido empíricamente, sino como una metafísica de las costumbres que tiene su validez universal a priori, más allá de que alguna vez pueda encontrarse una conducta semejante en la experiencia. Kant enfatiza este punto diciendo: «Por todo lo dicho se ve claramente que todos los conceptos morales tienen su asiento y origen completamente a priori, en la razón, y ello en la razón humana más vulgar tanto como en la más altamente especulativa; que no pueden ser abstraídos de ningún conocimiento empírico, el cual por lo tanto sería contingente, que en esa pureza de su origen reside su dignidad de servirnos de principios prácticos supremos….Puesto que las leyes morales deben valer para todo ser racional en general»” (De “Entre la libertad y la servidumbre”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1992).<br /><br />
Max Weber también advirtió la diferencia entre las morales de principios y aquellas orientadas a los resultados, por lo que escribió: “Debemos tener claro que toda actividad de orientación ética puede estar sometida a dos máximas antitéticas, absolutamente opuestas: puede basarse en una «ética de la convicción» o en una «ética de la responsabilidad». Eso no quiere decir que la ética de la convicción sea irresponsable ni que la ética de la responsabilidad carezca de convicciones. En absoluto. Pero sí existe una abismal contradicción entre los actos que se fundamentan en la máxima de la ética de la convicción –para expresarla en términos religiosos: «el cristiano actúa como es debido, el éxito de sus actos está en manos de Dios»- y la máxima de la ética de la responsabilidad: es menester asumir las consecuencias (previsibles) de los actos”. <br /><br /> “La ética de la convicción fracasa precisamente cuando se trata de justificar los medios por los fines”. “Quien sella un pacto con esos medios –sean cuales fueren los fines- está sometido a sus consecuencias. Todo político lo hace, en especial los que luchan por fe, ya sean religiosos o revolucionarios. Citemos con toda tranquilidad algunos ejemplos de nuestra época. Quien desea establecer la justicia absoluta en la Tierra mediante la violencia, necesita de un grupo de seguidores, de una «aparato» humano. Entonces debe ofrecer a dicho grupo unas recompensas internas o externas –terrestres o celestiales- pues de lo contrario la relación no funciona. Recompensas internas: en la lucha de clases modernas, la satisfacción del odio y de la sed de venganza, del resentimiento y de la necesidad de un ergotismo pseudoético, del afán de difamar y calumniar al enemigo. Recompensas externas: la aventura, la victoria, el botín, el poder, las prebendas” (De “El trabajo intelectual como profesión”-Editorial Bruguera SA-Barcelona 1983).<br /><br />
Las éticas de los principios, o de la convicción de su validez, han actuado como justificativos de las grandes catástrofes sociales asociadas a los totalitarismos, por cuanto han suplantado la ley natural inmediata y evidente de nuestros propios afectos individuales por los “elevados principios” de los pueblos, las razas o las clases sociales “superiores”, bajo el tácito criterio de que los grandes fines justifican cualquier medio empleado para establecerlos.
</b>Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-89654259700036212392015-03-30T07:46:00.001-07:002015-03-30T07:46:17.597-07:00Acerca de la ética<b>Así como existe una verdad única respecto al conocimiento de cada aspecto de la realidad; verdad a la que nos acercamos paulatinamente, también debe existir una ética capaz de optimizar el comportamiento humano en la búsqueda de la felicidad y de un adecuado sentido de la vida. En realidad, existen muchas propuestas éticas y pueden imaginarse varias más, sin embargo, producirán en el hombre distintos efectos, por lo cual puede decirse que la ética “verdadera” será aquella que produzca los mejores resultados, siendo tal veracidad determinada principalmente por sus efectos antes que por su origen. Nicolás Berdiaev escribió: “El conocimiento ético es la más temeraria de todas las formas de conocimiento, porque en él se revelan al mismo tiempo el valor, el sentido de la vida, el pecado y el mal” (De “La destinación del hombre”-José Janés Editor-Barcelona 1947).<br /><br />
La ética proviene tanto de la religión, como de la filosofía y la ciencia experimental. Como la ciencia describe aspectos objetivos de la realidad, se admite que la ética describe la conducta del hombre considerando su naturaleza humana. Si tenemos en cuenta sólo los aspectos culturales, derivados de la influencia que recibimos del medio social, resulta cuestionable hablar de una “naturaleza humana” objetiva, mientras que, si consideramos los aspectos biológicos de nuestra conducta, tal como los procesos estudiados por la psicología o la neurociencia, entonces podemos afirmar que tal naturaleza humana puede entrar en el campo de estudio de la ciencia experimental. Uno de los fenómenos de interés es la empatía, por la cual podemos compartir las penas y las alegrías ajenas como si fuesen propias, siendo la esencia de la ética cristiana, o ética natural.<br /><br />
En la actualidad podemos asociar el problema ético, consistente en encontrar la mejor ética posible, al proceso general de adaptación al medio, principalmente bajo la perspectiva de la adaptación cultural al orden natural. En principio, puede decirse que el bien y la felicidad implican una plena adaptación, mientras que el mal y la infelicidad implican una desadaptación al mismo. De ahí que debamos hablar de hombres adaptados o no, con una transición gradual entre ambos extremos, en lugar de hablar de hombres buenos o malos, si bien estas denominaciones no dejan de tener validez. Recordemos que Sócrates asociaba el bien al conocimiento y el mal a la ignorancia, debido precisamente a la estrecha relación que existe entre nuestro comportamiento y el conocimiento de las leyes naturales que rigen nuestra conducta y nuestros pensamientos.<br /><br />
Si consideramos la existencia de un orden natural regido por leyes naturales invariantes, debemos admitir que se trata de un proceso autoorganizado, del cual la “mano invisible” que gobierna al mercado (orden económico) habrá de constituir una parte de aquel proceso general. Haciendo una comparación con la economía, puede suponerse la existencia de un proceso autoorganizado (orden social), no implicando que el hombre, necesariamente, esté adaptado al mismo, lo cual es esencial para que se produzcan buenos resultados.<br /><br />
En forma similar a cómo los precios en el mercado (o en el conjunto de decisiones de productores y compradores participantes) tienden hacia una situación de estabilidad, las distintas actitudes y decisiones individuales deberán tender hacia un aceptable nivel de felicidad bajo la previa aceptación de una ética adaptativa. Si no se llega al precio estable en la economía, posiblemente se deba a que existe cierta perturbación inflacionaria que lo impide, mientras que en el caso de la sociedad seguramente existirá una crisis moral vinculada principalmente a una generalizada aceptación del relativismo moral.<br /><br />
En cuanto al proceso social autorregulado, podemos ejemplificarlo en el caso de quien se burla de otra persona, actitud por la cual tiende a alegrarse de los males y defectos ajenos. Luego, con el tiempo, es posible que la persona previamente burlada y degradada llegue a superar en algún aspecto a quien de ella se burló, y que ahora deberá cambiar la burla por la envidia, entristeciéndose por el bien ajeno, provocándose un autocastigo permanente, ineludible y cercano. No hizo falta que un Dios que interviene en los asuntos humanos hubiese actuado para castigar al culpable, sino que las propias leyes psicológicas que rigen nuestra conducta produjeron la compensación “castigando” a quien primeramente produjo el mal en otra persona con la única intención de provocarle sufrimiento.<br /><br />
Por otra parte, quien comparte las penas ajenas también compartirá sus alegrías, de ahí que su nivel de felicidad tenderá a ser el óptimo, “premiándose” a sí mismo al adoptar tal actitud, no siendo necesaria la presencia de un Dios que lo premie por sus obras y por sus actitudes. Tampoco resultará “meritorio” hacer el bien a los demás, ya que resulta ser la única forma permitida por la ley natural para obtener un elevado nivel de felicidad. El reconocimiento social ante las buenas acciones no debe considerarse como el premio que se ha de esperar, sino como un estímulo adicional para continuar haciendo las cosas bien.<br /><br />
El sentido de la vida básico que el hombre debe adquirir, además del sentido de la vida particular, es justamente el que se identifica con una plena adaptación al orden natural, por cuanto ello implica el logro de la felicidad y el pleno acatamiento de las leyes naturales, interpretadas en la religión como las leyes de Dios. De ahí la expresión de Cristo: “Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”, que podemos interpretar como: «Primeramente observa las leyes naturales y el orden natural emergente, adáptate al mismo, que la felicidad plena será la resultante».<br /><br />
Adviértase que detrás de la simbología con que se expresan los distintos mensajes religiosos, puede encontrarse su significado pleno asociándolos a las leyes naturales que rigen nuestra conducta. Debemos considerar como prioritarias tales leyes antes que las simbologías respectivas y, sobre todo, antes que las distintas interpretaciones que a tales simbologías podemos asociar.<br /><br />
El concepto de ley natural no resulta ser algo propio de la ciencia experimental, ya que es empleado también en la religión desde la época medieval, como en el caso de Santo Tomás de Aquino; incluso ya aparece en los escritos de Marco Tulio Cicerón, escritor y estadista romano. Sin embargo, es posible que existan diferencias de interpretación. Podemos decir que la ley natural es el vínculo invariante entre causas y efectos, y que, desde una perspectiva científica, todo lo existente está caracterizado por la existencia de tal tipo de ley. Cicerón escribió: “Esta ley no está escrita, pero es innata; ni la hemos aprendido ni recibido, ni leído, pero la hemos sacado de la naturaleza misma; no hemos sido instruidos por ella, pero somos hechos por ella; no nos ha sido enseñada, pero de ella estamos impregnados totalmente”.<br /><br />
Al no tomarse como referencia a las leyes naturales, resulta imposible todo entendimiento entre las distintas religiones y de ahí el origen de los conflictos y antagonismos. El “creyente” actual parece decir; «creo en Dios pero no acato sus leyes», siendo una forma de rebelión de tipo religioso. El paganismo implica, justamente, el desconocimiento de las leyes de Dios tratando de desplazarlas por pedidos directos de sus intervenciones para que nos resulten favorables. Una de las consecuencias de esta tendencia es el rápido avance del islamismo sobre Europa, con la poco disimulada obsesión de conquistarla para someterla sin apenas tratar de adaptarse a las costumbres locales, constituyendo un totalitarismo teológico que pretende dominar a todo ciudadano europeo.<br /><br />
Por otra parte, quienes no creen en la existencia de un orden económico espontáneo, tal como el mercado, tratan de reemplazarlo por decisiones provenientes de quienes dirigen al Estado, que es el aspecto común a los distintos totalitarismos. En forma similar, quienes no creen en la existencia de un orden social espontáneo, tratan de suplantarlo por distintas propuestas que surgen bajo la previa aceptación de los diversos relativismos, como el moral, el cognitivo y el cultural.<br /><br />
Si desestimamos el sentido de la vida que nos impone el orden natural al inducir nuestra adaptación al mismo, y si desestimamos la búsqueda del Bien y de la Verdad, precisamente porque el relativismo adoptado nos indica que tales conceptos no existen, entonces hemos abierto las puertas que favorecen la entrada a nuestra vida del vacío existencial, que resulta ser un aspecto que impide lograr un aceptable nivel de felicidad.<br /><br />
Podemos decir que el verdadero ateismo implica que el hombre se aleja, desconoce o niega las leyes naturales o las leyes de Dios. Con ello favorece la ausencia de un sentido objetivo de la vida, promoviendo el relativismo moral, cognitivo y cultural, como a los totalitarismos políticos y teológicos, por lo cual se atenta contra toda posible adaptación al orden natural. D. Barbedette escribió: “Hay una ley natural, grabada por Dios, en el corazón del hombre”.<br /><br />
“1- Prueba de conciencia: la conciencia se manifiesta a cada uno como una luz y un orden de la naturaleza, y aun si se quiere como un imperativo categórico, gracias al cual distinguimos lo que es bien de lo que es mal, lo que se debe hacer de lo que se debe evitar. En efecto, cada vez que obedecemos a esta luz interior, nuestra conciencia queda satisfecha, y cada vez que la violamos nos tortura el aguijón de los remordimientos”.<br />
“2- Prueba de razón: En todas las criaturas hay principios que las llevan no solamente a realizar sus operaciones propias, sino también a adaptarlas a su fin. Ahora bien, el hombre no es de una condición inferior a la de los animales; así es que tiene una luz, gracias a la cual conoce su fin; y esa luz es la ley natural. De otra manera la naturaleza fallaría en las cosas necesarias, y de Dios mismo habría que dudar si Él se manifestara como Dios y dueño supremo del mundo sin hacerle conocer su ley”.<br />
“3- Prueba indirecta: sacada de las consecuencias funestas de la opinión contraria. Si se rechaza la existencia de la ley natural, no le queda ya a la moralidad ningún fundamento, o tal fundamento depende del antojo del hombre, y por lo mismo no es ni estable ni inmutable. En efecto, todo lo que depende de mero arbitrio, es convencional y puede ser cambiado por los hombres mismos. De suerte que el robo, el engaño, el homicidio y todos los otros crímenes podrían venir a ser ora permitidos, ora prohibidos: consecuencias contrarias la buen sentido” (De “Ética o Filosofía moral”-Editorial Tradición SA-México 1974).
</b>Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-4100998254958306072015-03-30T07:43:00.002-07:002015-03-30T07:43:50.117-07:00La ética universal como prioridad de la religión<b>La búsqueda de atributos éticos que tengan validez universal resulta ser un objetivo prioritario, siempre y cuando las distintas religiones tengan la intención de favorecer el apaciguamiento de los serios antagonismos que promueven, ya sea en forma directa o indirecta. Resulta alarmante la sucesión de conflictos que se producen a partir de la pertenencia, de pueblos y naciones, a determinadas religiones en cuanto entran en contacto con sectores que adoptan otras distintas; y que, incluso, también se producen entre sectores de una misma religión. Hans Küng hace referencia al “doble rostro de la religiones”, ya que, promoviendo el bien común, generan precisamente lo contrario, por lo que escribió al respecto:<br /><br /> “Muchas masacres y guerras –no sólo en el Próximo Oriente entre cristianos maronitas y musulmanes sunnitas y chiítas, entre sirios, palestinos, drusos e israelitas, sino también entre iraníes e iraquíes, entre indios y pakistaníes, hindúes y shiks, entre budistas singaleses e hindúes tamil, así como, anteriormente, entre monjes budistas y gobernantes católicos de Vietnam, o entre católicos y protestantes en Irlanda del Norte –han sido y son todavía tan despiadadas y sangrientas por basarse en motivos religiosos. ¿Cuál es su lógica? Si Dios está con nosotros, con nuestra religión, nación, confesión o partido, entonces todo está permitido contra los contrarios, pues deben venir necesariamente del diablo. En nombre de Dios será preciso agredir, incendiar, destruir y matar. Pero, cuidado, que también hay ejemplos de lo contrario” (De “Proyecto de una ética mundial”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1994).<br /><br />
Entre la gran variedad de situaciones posibles que llevan a la violencia religiosa, puede mencionarse la mutilación de la actitud religiosa, que resulta similar a la que ocurre en el individuo cuando relega sus atributos afectivos e intelectuales priorizando a su cuerpo. En el caso religioso, puede decirse que el equilibrio se logra cuando se adopta una actitud ascendente, lateral e igualitaria; ascendente en cuanto busca vincularse a Dios, o el Creador, lateral en cuanto tiene presentes a las personas que le rodean como una consecuencia de la previa vinculación ascendente, e igualitaria cuando la actitud hacia el prójimo induce la sensación de que éste es tan importante como nosotros mismos.<br /><br />
Cuando predomina la actitud ascendente, y se ignoran las otras, la religión pierde su sentido ético y pasa a ser una postura filosófica que por lo general hace que el “creyente” se sienta como un individuo superior al resto de la sociedad. Si el motivo de superioridad radica en su creencia personal, necesariamente considerará inferior al que adopte una creencia o postura filosófica distinta, sin que apenas intervengan los valores éticos por cuanto son dejados de lado al producirse la mutilación mencionada.<br /><br />
Quienes adoptan una creencia ascendente similar, conforman una especie de secta que menosprecia al resto de la humanidad, surgiendo la típica discriminación religiosa que, posteriormente, podrá dar lugar a los serios conflictos interreligiosos. Baruch de Spinoza escribió: “Pero, tanto han podido la ambición y el crimen, que se ha puesto la religión, no tanto para seguir las enseñanzas del Espíritu Santo, cuando en defender las invenciones de los hombres; más aún, la religión no se reduce a la caridad, sino a difundir discordias entre los hombres y a propagar el odio más funesto, que disimulan bajo el falso nombre de celo divino y de fervor ardiente. A estos males se añade la superstición, que enseña a los hombres a despreciar la razón y la naturaleza y a admirar y venerar únicamente lo que contradice a ambas. No hay, pues, que extrañarse de que los hombres, a fin de admirar y venerar más la escritura, procuren explicarla de suerte que parezca oponerse de plano a la razón y a la naturaleza. De ahí que sueñen que en las Sagradas Escrituras se ocultan profundísimos misterios y que se fatiguen en investigar semejantes absurdos, descuidando toda otra utilidad; y cuanto descubren en semejantes delirios, lo atribuyen al Espíritu Santo y se empeñan en defenderlo con todas sus fuerzas y con toda su pasión. Tal es, en efecto, la condición humana que, cuanto conciben los hombres por el entendimiento puro, lo defienden con sólo el entendimiento y la razón, y cuanto opinan en virtud de sus sentimientos, también lo defienden con ellos” (Del “Tratado teológico-político”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1994).<br /><br />
Para superar los serios errores que se comenten, varios son los teólogos que proponen la concreción y adopción de una ética de validez universal que predomine sobre las distintas creencias particulares o sectoriales para dar inicio a una etapa de paz, algo que, por el momento, parece poco posible, al menos en varios sectores del planeta. Las conclusiones de Hans Küng, que le sirven como encabezamientos de capítulos del libro mencionado, son:<br /><br />
1- No hay supervivencia sin una ética mundial<br />
2- No hay paz mundial sin paz religiosa<br />
3- No hay paz religiosa sin diálogo entre las religiones<br /><br />
En primer lugar, debe tenerse presente que toda ética individual ha de fundamentarse en las leyes naturales que rigen nuestro propio comportamiento, siendo las leyes naturales las mismas leyes de Dios, que rigen todo lo existente. En coincidencia con la ley natural descripta por la ciencia experimental, podemos definirla como el vínculo invariante entre causas y efectos. De ahí que debemos tomarla como referencia para otorgar validez a los múltiples Libros Sagrados de las distintas religiones que, a su vez, dan lugar a múltiples interpretaciones posteriores, por lo que, actualmente, resulta imposible establecer un mínimo diálogo si cada sector propone a su propio Libro Sagrado como la referencia a adoptar.<br /><br />
Una vez que consideremos la existencia de leyes naturales invariantes, accesibles a una descripción científica y aceptada por la mayor parte de las religiones, tendremos disponible el vínculo adecuado para la unificación de criterios que permitirá establecer una ética universal y de ahí la posterior unificación de religiones, al menos en lo básico y esencial.<br /><br />
Queda, sin embargo, un aspecto importante a considerar ya que, en algunos casos, se considera que la ley natural invariante nunca ha de ser interrumpida (deísmo, ciencia experimental) mientras que otras posturas consideran que el Creador tiene la libertad de interrumpirla ocasionalmente (teísmo). Como el porcentaje de tales interrupciones (milagros) es muy bajo, es decir, tienen una probabilidad de ocurrencia muy pequeña, sigue predominando la idea de considerar a la ley natural como la referencia a adoptar. De ahí que las decisiones y la acción humana deberán orientarse en función de dichas leyes.<br /><br />
Es oportuno mencionar la edición de un libro realizado por la Comisión Teológica Internacional, que puede considerarse como la postura representativa de la Iglesia Católica y cuyo título es: “En búsqueda de una ética universal: una nueva mirada sobre la Ley Natural” (Conferencia Episcopal Argentina-Oficina del Libro-Buenos Aires 2011). En dicho libro llama la atención que no ubica como concepto unificador al mandamiento del amor al prójimo, sino que sugiere la Regla de Oro: “Haced a los demás lo que querrías que te hagan a ti”, la que tiene en cuenta, en forma implícita, la actitud que debe predominar en cada hombre de manera que pueda establecer cierto autocontrol para poder observar su propio mejoramiento espiritual.<br /><br />
Sin embargo, resulta mejor interpretar al “Amarás al prójimo como a ti mismo” como “compartirás como propias las penas y las alegrías de quienes te rodean”, ya que nos resultará posible condicionar nuestros afectos por medio de nuestro pensamiento, como una voz interior que nos recuerda a cada instante, “debo compartir la felicidad y el sufrimiento de los demás como propios”. Por ello, tal interpretación deberá constituir una norma de acción a adoptar en forma independiente a toda posible creencia religiosa que se tenga o a cualquier postura filosófica adoptada, que es lo que, finalmente, podrá permitir establecer la ética universal.<br /><br />
Recordemos que toda religión debe manifestar su efectividad a través de la actitud adquirida por el hombre y no tanto por la búsqueda de una posible respuesta que debe dar el Creador a nuestros pedidos, por cuanto “Dios sabe lo que os hace falta antes de que se lo pidáis” como lo advierte el propio Cristo. Podemos decir que lo que provoca, simbólicamente, una posible respuesta de Dios ha de ser nuestro comportamiento ético (en la religión moral) antes que nuestros pedidos o súplicas (en la religión pagana).<br /><br />
Las Iglesias cristianas deberían aceptar la misma prioridad que Cristo otorga a sus mandamientos, especialmente el que sugiere el amor al prójimo, algo bastante más difícil de cumplir que el amor hacia un ser invisible, distante y perfecto. Si se pretende que las demás religiones acepten la exigencia ética mínima y esencial, ya no será justo esperar que también acepten el resto de la tradición cristiana. En caso contrario, cada una de las restantes religiones tratará de imponer a las demás una parte de su tradición, por lo cual se volverá a la situación conflictiva actual, o no podrá salirse de ella.<br /><br />
La Comisión Teológica Internacional señala: “El concepto de ley natural supone la idea de que la naturaleza es, para el hombre, portadora de un mensaje ético, y constituye una norma moral implícita que actualiza la razón humana. La visión del mundo dentro de la cual la doctrina de la ley natural se ha desarrollado y encuentra todavía hoy todo su sentido, implica por lo tanto la convicción razonada de que existe una armonía entre esas tres instancias: Dios, el hombre y la naturaleza. Desde esta perspectiva, el mundo es percibido como un todo inteligible unificado por la común referencia de los seres que lo componen a un principio divino fundador, a un Logos. Más allá del Logos impersonal e inmanente, descubierto por el estoicismo y presupuesto por las ciencias modernas de la naturaleza, el cristianismo afirma que existe el Logos personal, trascendente y creador”.<br /><br />
Entre los requisitos básicos que debe reunir una ideología de adaptación al orden natural, podemos mencionar los siguientes:<br /><br />
a) Debe inducir a una conversión ética, o religiosa<br />
b) Debe promover cierta conversión de tipo intelectual<br />
c) Tales conversiones deben ser masivas<br /><br />
La ideología que surge de los lineamientos actuales de la Psicología Social responde a tales requerimientos, si bien falta conocer la respuesta asociada al consenso mayoritario del hombre común que podrá confirmar la factibilidad de los objetivos mencionados, ya sea en forma total, o parcial, o bien será un intento fallido más que se realizó con las intenciones de revertir la profunda crisis moral que afecta a gran parte de la humanidad.
</b>Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-15924042314424144582015-03-30T07:41:00.001-07:002015-03-30T07:41:00.172-07:00La moral social<b>
Por lo general, se distingue entre moral individual y moral social según el ámbito de acción considerado, existiendo diferencias entre la actitud predominante en un ámbito cercano, o familiar, y aquella a nivel social. Incluso la propia predisposición respecto de un mismo individuo cambia según sea la distancia social del vínculo establecido. En cierta ocasión se realizó un estudio sociológico en el cual se le consultaba al encuestado si tendría inconvenientes en aceptar la presencia de un individuo de cierta nacionalidad bajo las siguientes tres condiciones: a) como vecino, b) como compañero de trabajo y c) como integrante de su propia familia, advirtiéndose una notable disminución de la aceptación mientras más cercano se hacía el vínculo social. Félicien Challaye escribió: “La moral social estudia los deberes del hombre para con la sociedad humana o la humanidad, y respecto a cada uno de sus miembros, o sea con relación a todos los hombres. Se justifican estos deberes describiendo la solidaridad que une al hombre con toda la humanidad pasada y con toda la humanidad presente” (De “Filosofía moral”-Editorial Labor SA-Barcelona 1936).<br /><br />
Existen dos posturas extremas respecto de la relación que debe existir entre la moral individual y la social. En el primer caso, se sostiene que la moral individual debe prolongarse hasta abarcar la sociedad y la humanidad. En la ética cristiana encontramos una postura que considera a la moral individual indistinguible de la moral social, ya que el “Amarás al prójimo como a ti mismo” involucra desde el individuo y su ámbito cercano, hasta abarcar a toda la sociedad, e incluso a la humanidad, tal el sentido de la palabra “prójimo”; alguien cercano que puede ser cualquiera. Puede decirse que, desde el punto de vista cristiano, no existe una diferencia esencial entre moral individual y social.<br /><br />
En el segundo caso, el del socialismo, consiste en la imposición de un sistema social basado en objetivos políticos y económicos, como ocurre en los sistemas colectivistas o totalitarios, donde se priorizan los objetivos sociales de manera que la ética individual queda relegada o subordinada a la ética social. Conviene, en adelante, hacer referencia al sistema marxista como representante típico de esta postura.<br /><br />
La moral individual busca justamente el bien individual, que no resulta diferente del bien común, ya que, al compartir todo individuo las penas y las alegrías de los demás como si fuesen propias, tal el sentido del amor, tiende a hacer el bien a los demás y a evitarles el mal. Por el contrario, según el marxismo, los intereses individuales se oponen a los intereses sociales, bajo la presunción de que, necesariamente, todo individuo es egoísta por naturaleza, lo que no siempre es cierto. Puede hacerse la síntesis siguiente:<br /><br />
a) Cristianismo: El bien individual es también el bien común o social<br />
b) Marxismo: El bien individual se opone al bien común o social<br /><br />
La ética individual se fundamenta en la psicología de las actitudes, especialmente en el concepto de actitud característica, además del fundamento asociado a la tradición judeo-cristiana. El concepto de actitud, justamente, implica un vínculo entre lo individual y lo social. Este punto de partida tiene la posibilidad de incorporar un fundamento adicional que provendrá de la neurociencia. De ahí que la secuencia adoptada sea la siguiente:<br /><br />
Leyes psicológicas del individuo –› Ética individual –› Ética social<br /><br />
En el caso de la ética social marxista, se la fundamenta en ciertas “leyes de la sociología”, que ignoran completamente al individuo tanto como a su comportamiento social en condiciones de libertad, de donde se establece la siguiente secuencia:<br /><br />
Leyes de la sociedad -› Ética social -› Ética individual<br /><br />
Respecto de las afirmaciones básicas del marxismo-leninismo, Florencio José Arnaudo escribió:<br /><br />
1- No hay normas permanentes de la moral. La moral es relativa<br />
2- La moral depende de las condiciones económicas y es diferente para cada época histórica y para cada clase social<br />
3- La verdadera moral florecerá cuando se creen óptimas condiciones económicas, una vez que se haya establecido la sociedad comunista<br />
4- Mientras tanto el correcto proceder moral consiste en colaborar con la evolución histórica y procurar por todos los medios el advenimiento de la sociedad comunista<br />
(De “La lucha ideológica”-EUDEBA-Buenos Aires 1981)<br /><br />
En cuanto al “mandamiento” que corresponde a la ética individual marxista, una vez establecido el socialismo, puede citarse la siguiente expresión, que se asocia a Louis Blanc: “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”.<br /><br />
Respecto de la supuesta ley histórica de la lucha de clases, debe advertirse que el marxismo sostiene que las ideas dominantes en todo individuo dependen de la clase social a la que pertenezca, ya que actuaría esencialmente por influencia del medio social sin que apenas influya la naturaleza humana asociada a su herencia biológica. De ahí que, cuando observan el comportamiento egoísta de algunos integrantes de la clase burguesa, lo atribuyen a la mentalidad dominante del grupo, suponiendo que afectará al resto de la misma manera, siendo éste el origen de la discriminación social que se establece cuando los atributos negativos se generalizan hacia todo el grupo. Sin embargo, podrían también generalizarse los atributos positivos. Recordemos que, en realidad, no existe una correspondencia concreta entre actitud ética y nivel económico ya sea que se trate de la burguesía o del proletariado, al menos en toda sociedad real. Alfredo Sáenz escribió: <br /><br />“Así como según la doctrina cristiana hay un pecado que está en la base y el origen de todos los demás, y por eso se llama original, de manera semejante en los escritos marxistas encontramos que hay un hecho delictivo primordial, que está siempre influyendo en la historia de la humanidad, y es la explotación, la opresión. Tal es el pecado original del marxismo: todo procede de él y se explica por él. La explotación es el hecho fundamental que determina la entera vida social. Pero mientras el cristianismo propone al hombre que considere ante todo el pecado en sí mismo, el marxista ve siempre el pecado en los demás”.<br /><br />
“La distinción entre el «burgués» y el «proletario» es la distinción entre el mal y el bien, entre lo injusto y lo justo, entre los que merecen reproche y los que merecen alabanza. Una vez más se observa en el sistema marxista una fusión que en buena lógica resulta contradictoria entre los elementos materialistas o deterministas amorales y los elementos idealistas, de índole moral” (De “De la Rus` de Vladimir al «hombre nuevo» soviético”-Ediciones Gladius-Buenos Aires 1989).<br /><br />
En cuanto al relativismo moral aceptado y promovido por el marxismo, mediante el cual se rechaza todo tipo de sugerencia o mandamiento ético de validez universal y atemporal, puede ponerse como contraejemplo al ya mencionado “Amarás al prójimo como a ti mismo” que, por el hecho de implicar compartir las penas y las alegrías de los demás como propias, no es otra cosa que un aspecto de la empatía, que puede incluso ser estudiado por la neurociencia. Tiene validez para todos los pueblos, para todas las clases sociales y para toda época. Incluso sus benéficos efectos pueden ser comprobados por cualquiera y en cualquier momento.<br /><br />
Respecto a la sugerencia ética individual del marxismo, la de producir y trabajar según la capacidad propia, dependerá de las distintas personalidades, atributos o ganas de trabajar (la siembra es desigualitaria), mientras que se sugiere recibir con buen ánimo lo que satisfaga las distintas necesidades (la cosecha es igualitaria, al menos en teoría). Tal mandamiento resulta ser de índole económica antes que moral, ya que no se tiene en cuenta una previa actitud afectiva como la sugerida por el cristianismo. Como el mandamiento económico implica, en realidad, trabajar en una empresa estatal que luego distribuirá la producción “equitativamente” se anula todo incentivo para el trabajo y la innovación. De ahí que pocos tengan la voluntad suficiente para trabajar para los demás mientras que aparezca el Estado (y sus funcionarios) como el verdadero proveedor que satisface las necesidades del pueblo.<br /><br />
En realidad, el marxismo constituye una religión negativa, por cuanto distingue entre el bien y el mal, impone sus mandamientos económicos en favor del “bien”, requiere de sus adeptos una adhesión total y propone la formación del hombre nuevo, como una copia invertida de la religión tradicional. Nicolás Berdiaev escribió: “Sólo una religión puede tener la pretensión de encerrar en ella una verdad absoluta; sólo ella puede empeñarse en dominar a las almas. Pretensión que no abriga ningún gobierno en ninguna política. El comunismo persigue a todas las religiones porque él mismo es una religión. Considerándose como la religión auténtica, no admite falsas religiones alrededor de él. Es la religión del reino de este mundo, la negación definitiva del más allá, la negación de toda espiritualidad. El reino del comunismo no es del siglo: es un reino sagrado, «teocrático»; exige que se le rindan honores, no sólo como a César, sino también como a Dios. Un Estado así no puede tolerar ninguna Iglesia a su alrededor, a menos que no sea temporalmente y por motivos de oportunidad” (De “El cristianismo y el problema del comunismo”).<br /><br />
Alfredo Sáenz agrega: “Es el comunismo mismo el que considera la historia como el desarrollo de un combate entre dos ciudades, una de las cuales él integra. Escribe Berdiaev que el comunismo puede definirse psíquicamente por su tendencia a dividir el mundo en dos campos, el de Ormuz y el de Ahrimán, el reino de la luz y el reino de las tinieblas, sin matices intermedios. El reino del proletariado es el reino luminoso de Ormuz, mientras que el imperio tenebroso de Ahrimán lo constituye la burguesía. El comunismo tiene necesidad del enemigo, del mal, del capitalismo, de la burguesía, para volcar allí su odio. Sin embargo, como agrega Berdiaev, no hay que ser incauto: más allá de la burguesía y del capitalismo, el enemigo real es el cristianismo, el abanderado nato de exaltación de Dios y el menos-precio del hombre. El marxismo es más contrario al cristianismo que al capitalismo, pues en última instancia es una derivación del capitalismo, está contaminado por su espíritu de lucro y se mantiene al mismo nivel de sus intereses económicos. Es la rebelión del reino terrenal y mundano contra el reino de Dios, el reino celestial”</b>Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-64711788594894260532015-03-30T07:38:00.003-07:002015-03-30T07:38:52.369-07:00Acerca de la felicidad<b>El objetivo común a todos los hombres es el logro de la felicidad. Tenemos la necesidad de encontrar imperiosamente el camino que nos conduzca hacia esa meta, ya que nuestro tiempo de vida es limitado y, por lo tanto, escaso y valioso. Tal sendero se considera también como “el sentido de la vida”, y debemos encontrarlo atendiendo a nuestra propia personalidad individual como a nuestra común naturaleza humana. William James escribió: “Cómo conseguir, conservar y recuperar la felicidad es de hecho la motivación secreta de todo lo que han realizado todos los seres humanos en todos los tiempos” (Citado en “Psicología” de David G. Myers-Editorial Médica Panamericana SA-Madrid 2006).<br /><br />
Los psicólogos sostienen que nuestro nivel de felicidad no cambia esencialmente aun cuando ocurran en nuestra vida algunos acontecimientos importantes, de ahí que no debemos tratar de realizar proyectos que pongan en riesgo nuestra seguridad y tengamos más probabilidades de perder lo que tenemos que de ganar lo que poco nos beneficiará en el futuro. David G. Myers escribió: “La realidad es sorprendente: sobreestimamos el impacto emocional de las noticias muy malas en el largo plazo y subestimamos nuestra capacidad de adaptación. Este hallazgo, que indica que sobreestimamos la duración de las emociones, nos sacude. Incluso en menos tiempo que lo que la mayoría de las personas supone, el impacto emocional de los acontecimientos significativos se disipa. El efecto de los acontecimientos notablemente positivos también es temporario. Una vez que el ataque de euforia se esfuma, los ganadores de la lotería suelen darse cuenta de que, en general, su felicidad no ha cambiado”. Resulta oportuno mencionar una caricatura que aparece en el libro mencionado y en donde aparece un hombre rico confiándole a un amigo: “Me pondría a llorar cuando pienso en los años que perdí acumulando dinero, sólo para saber que mi disposición jovial es genética”.<br /><br />
Es importante dejar de tener ambiciones económicas excesivas ya que, a la larga, el ambicioso cometerá errores que tienden a perturbar el bienestar general de la sociedad. Ya en la época en que se inicia la ciencia económica (siglo XVIII), Adam Smith escribía: “La mente de cada hombre, en un tiempo largo o corto, vuelve a su estado de tranquilidad natural y habitual. En la prosperidad, después de cierto tiempo, se vuelve a caer en ese estado; en la adversidad, después de cierto tiempo, se asciende a ese estado” (De “La teoría de los sentimientos morales”).<br /><br />
Nuestros pensamientos condicionan nuestras emociones, que serán positivas si positivos son aquéllos. Al existir una mentalidad generalizada de la sociedad, influirá en sus integrantes y de ahí que el nivel de felicidad individual tenga relación con las ideas dominantes en la sociedad, por lo que la felicidad personal resulta ser también un fenómeno social.<br /><br />
Por lo general, asociamos el bien a la felicidad y a nuestra capacidad para compartir las penas y las alegrías de los demás como si fuesen propias. De ahí que tal aspecto de nuestra personalidad, cuando es auténtico, se lo puede transmitir a los demás; de lo contrario, sólo se lo podrá mostrar. Myers escribió: “La felicidad no es sólo sentirse bien, es hacer el bien”. “Entre los estudiantes universitarios de todo el mundo, aquellos que dicen que tienen un alto nivel de satisfacción en la vida le dan más importancia al amor que al dinero”.<br /><br />
Para lograr un aceptable nivel de felicidad es necesario saber valorar lo que se tiene; consiste en ser una persona agradecida antes que exigente. Implica ponerse metas accesibles de manera de vivir siempre con la sensación de haberlas cumplido, mientras que quien se impone metas inaccesibles, ha de vivir siempre con la sensación de haber fracasado. Es frecuente el caso de científicos, artistas, empresarios, etc., que logran destacarse en sus respectivas actividades sin lograr un aceptable nivel de felicidad, por lo que resulta importante tener presente la existencia de la inteligencia emocional, como una aptitud mental favorable para ese logro. Arthur Schopenhauer escribió: “Nunca pensamos en lo que tenemos, sino siempre en lo que nos falta”.<br /><br />
Podemos sintetizar la secuencia que va desde las actitudes individuales erróneas hasta la crisis social:<br /><br />
1- El hombre ignora tanto su aspecto emocional como el intelectual, por lo cual busca la felicidad en el bienestar y en las comodidades para su cuerpo.<br />
2- Surge el consumismo, o la sociedad de consumo.<br />
3- El que mucho consume y tiene bastante dinero, hace ostentación de su alto grado de “felicidad”.<br />
4- El que poco consume y tiene una insuficiente cantidad de dinero, siente envidia del ostentoso.<br />
5- El líder populista obtiene los votos de los envidiosos por cuanto promete repartir las ganancias de los ricos en forma equitativa.<br /><br />
Adam Smith escribió: “La humanidad está más dispuesta a simpatizar con nuestra alegría que con nuestra tristeza. Por ello, hacemos parada de nuestra riqueza y ocultamos nuestra pobreza. Si no ¿por qué nos tomaríamos tanto trabajo para parecer o ser ricos? ¿Es acaso para abastecer las necesidades de nuestra naturaleza? El salario del más modesto trabajador puede hacerlo. ¿Acaso creen los ricos que sus estómagos son mejores o que duermen mejor? No, es la vanidad y no el afecto concreto del placer lo que les interesa. En cambio, el hombre pobre se avergüenza de su pobreza. La oscuridad lo cubre pese a que está a la luz del día y nada le duele más que sentir que nadie toma noticia de él”.<br /><br />
En una sociedad en la que predomina la vida ética, no existe la envidia, por cuanto el logro de satisfacciones morales está al alcance de todos. Por el contrario, en la sociedad en la que predomina la vanidad y la vida estética, se supone que sólo puede ser feliz el que posee medios materiales suficientes, y por ello la envidia, con la violencia asociada, son algo corriente. En la sociedad estética, no sólo debe considerarse “materialista” al que busca al dinero como fuente de la felicidad, sino que también lo es quien se menosprecia por no disponerlo en cantidad suficiente.
La mayor parte de los pensadores concuerdan en que la felicidad depende esencialmente de los afectos antes que del dinero. De ahí que podamos mencionar una síntesis que aparece en el libro de David G. Myers:<br /><br /> “Las investigaciones han descubierto que las personas felices tienden a: tener una autoestima alta (en los países individualistas), ser optimistas, demostrativos y agradables, tener amigos íntimos o un matrimonio satisfactorio, tener trabajo y tiempo libre de acuerdo con sus capacidades, tener una fe religiosa importante, dormir bien y hacer ejercicios físicos”. “No obstante, la felicidad parece que no está muy relacionada con otros factores como: la edad, el sexo, los niveles de educación, la paternidad (tener hijos o no), el atractivo físico”.<br /><br />
Existe una descripción detallada del proceso por el cual compartimos las penas y las alegrías de los demás que conviene tener presente. Mariano Grondona escribió citando a Adam Smith: “Smith comienza por considerar, primero, el sentimiento de la «simpatía». ¿Por qué habla de «sentimientos»? Esto coincide con la «escuela escocesa del sentido común», que afirma que el hombre tiene un sentido moral («moral sense») intuitivo, no «racional». Para Smith, el primero de esos sentimientos es la «simpatía». «La simpatía es aquella facultad por la cual podemos entrar en los sentimientos de otro». Por ejemplo, si yo veo a alguien que le cometen una injusticia, él siente un sentimiento de indignación y yo lo comparto, salvo que él exagere ese sentimiento, pues entonces ya no podría «entrar» ahí. Si yo experimento una sensación aguda de dolor, nada me es más grato que tú simpatices conmigo. El espectador que no padece el drama puede imaginariamente simpatizar con el verdadero actor del drama y éste recibe un consuelo, un apoyo de «simpatía». Es decir que el primer sentimiento que Smith advierte es un sentimiento de solidaridad en el hombre, que sale de sí mismo para compartir la situación de otro. ¿Cómo compatibilizar esta premisa con su presunta adhesión al egoísmo del «homo economicus»?”.<br /><br />
“Entonces, si yo tengo un sentimiento agudo que me aqueja, que me perturba, cuando lo expreso ante el grupo social con el cual convivo, tengo que bajar el tono de ese sentimiento porque si no lo hago los demás no pueden entrar en él. Si yo expreso «todo» el sentimiento que tengo, te impido entrar. He de expresarlo hasta donde te sea posible acompañarme. A la vez, a ti el sentimiento de simpatía te hará salir de tu indiferencia para «subir» a la altura hasta la cual yo «bajé». Esto se llama «concordia». La con-cordia (es decir, «corazones con…» otros) es un doble movimiento –de subir y bajar- hasta que se produce la armonía. Por eso dice Smith que generalmente «los hombres de mundo» son «apropiados», ya que están acostumbrados a compatibilizar sus estados de ánimo, a lograr el común denominador de la armonía. Por ello, «…es raro que la compañía de los hombres no nos ayude a aliviar nuestros dolores»”.<br /><br />
“Esta es la conclusión de Smith: «Por lo tanto, sentir mucho por los otros y poco por nosotros mismos, contener las afecciones egoístas e impulsar las benévolas, constituye la perfección de la naturaleza humana y es lo único que puede producir esa armonía de sentimientos y pasiones que constituye la gracia de la relación social. Y así como debes querer más a tu prójimo, debes quererte menos a ti mismo; hasta donde el prójimo te pueda querer” (De “Los pensadores de la libertad”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1986).<br /><br />
Los marxistas, por el contrario, no sólo predican el odio entre sectores sociales y naciones, sino que también difaman a quienes promueven actitudes cooperativas, como en el caso de Adam Smith, el realizador de “La riqueza de las naciones”, el primer tratado de economía política. En el escrito previo se advierte la postura ética básica que dicho pensador sugiere para el desarrollo posterior del proceso del mercado; actitud que no difiere esencialmente del camino a la felicidad propuesto por la mayor parte de los filósofos y científicos sociales. Mariano Grondona agrega: “«La teoría de los sentimientos morales» refuta esa imagen según la cual Smith alaba el «homo economicus»”.<br /><br />
Debido a una errónea interpretación del significado del amor, hay quienes suponen que debemos acostumbrarnos al sacrificio cotidiano de ayudar a los demás. En realidad, quien posee atributos favorables a la tendencia a compartir las penas y las alegrías de sus semejantes, sentirá felicidad al hacer el bien, y por ello lo hará con frecuencia. Por el contrario, para quien sea un sacrificio, es posible que con el tiempo desestime su poco efectiva tarea emprendida para lograr la felicidad. De ahí la esencial diferencia entre el altruismo (sacrificio al hacer el bien) y el amor (felicidad al hacer el bien); de donde se explica por qué el socialismo altruista no tuvo éxito mientras que el mercado solidario sí lo tiene.
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Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-42914218790804797062015-03-30T07:34:00.001-07:002015-03-30T07:34:26.894-07:00La automutilación espiritual<b>
La conducta de todo individuo depende bastante del medio social en donde desarrolla su vida, siendo el grupo social el que lo presiona a adoptar la escala de valores dominante. No todo individuo ha de dejarse influir por la mentalidad dominante del grupo, pero deberá hacer un gran esfuerzo de adaptación si sus ideas difieren bastante de lo que está generalizado.<br /><br />
Es posible advertir diferencias importantes entre las personas de, digamos, más de 70 años, por una parte, y los jóvenes actuales. Entre las diferencias más notorias se encuentra el de la escala de valores dominante ya que, por lo general, la gente de mayor edad tiende a pagar sus deudas, o cumplir con sus obligaciones, previendo la posible opinión del acreedor, o de quien hubo establecido algún pacto de tipo laboral o comercial. Tales personas tienden a pagar estrictamente lo que deben por cuanto tratan prioritariamente de mostrar a los demás, y a si mismos, que son “personas de palabra”, que tienen dignidad y que lo peor que puede pasarles es que los demás piensen que son unos estafadores, o algo semejante. Entre sus valores predomina netamente lo ético sobre lo económico, ya que prefieren carecer de alguna comodidad para su hogar que dejar de pagar sus obligaciones pactadas.<br /><br />
Por el contrario, entre los integrantes del grupo social que tienen varios años menos, se advierte una escala de valores distinta a la mencionada, ya que es típico encontrar a un joven que prioriza sus vacaciones, o la compra de algún dispositivo prescindible, al cumplimiento de obligaciones contraídas. Poco le importa la opinión de los demás, y la suya respecto a sí mismo, por cuanto entre sus valores es más importante la comodidad de su cuerpo y la diversión de su mente que los aspectos éticos asociados a su conducta social. Este cambio de actitud nos indica una tendencia que va desde el hombre íntegro hacia el hombre automutilado espiritualmente, también denominado “hombre light”, es decir, aquel que carece de varios de sus componentes esenciales.<br /><br />
Alguien podrá decir, con mucha razón, que conoce abuelos tramposos y jóvenes decentes, y que siempre “ha habido de todo”. Lo que quiere afirmarse en el tema tratado es la existencia de un creciente porcentaje de la sociedad en el que predomina la escala de valores moderna sobre la antigua, sin hacer nunca una afirmación respecto a una totalidad de personas que adhieran a una u otra escala de valores. Quienes pueden corroborar la tendencia hacia el hombre light son los docentes que llevan varios años en su tarea y que encuentran diferencias notables entre la actitud mayoritaria de hace algunas decenas de años atrás respecto de la que ahora predomina.<br /><br />
El deterioro ético puede observarse también en los distintos ámbitos deportivos, ya que de las épocas de Juan M. Fangio, por ejemplo, se recuerda al piloto Peter Collins cuando cede su auto para que aquél pueda ganar el campeonato mundial de 1956 (el reglamento permitía ese cambio, con la división posterior de puntos entre ambos pilotos). Collins le dice a Fangio: “Súbase Maestro; yo soy más joven y todavía tengo mucho tiempo para ganar un título…..”. Debe señalarse que Collins tenía también posibilidades de lograr el campeonato. Los autores de “Fórmula 1. La eterna pasión” escriben: “La acción del británico, además del agradecimiento de Fangio, contó con un reconocimiento general del ambiente. Pero el destino no fue justo con Collins, ya que el futuro lo estaba esperando con un trágico final [1958] sin haberle permitido concretar ese sueño de campeón resignado en Monza a favor de su veterano compañero” (De la Revista Olé-Buenos Aires 2000).<br /><br />
Como contrapartida tenemos el caso de Michael Schumacher, el mayor ganador de competencias y de campeonatos en Fórmula 1, a quien también se lo recuerda por haber participado en maniobras “sucias” al intentar chocar contra el auto de otro competidor para que, al quedar ambos fuera de carrera, el propio Schumacher obtuviera el campeonato mundial. Lo grave de la situación es que poco le importaba la opinión de los millones de teleespectadores que observaban la maniobra, ni siquiera le importaba su propia conciencia, ya que en la escala de valores dominante el éxito deportivo primaba sobre los valores éticos elementales. Estos hechos del automovilismo deportivo confirman lo anteriormente expuesto. Podemos hacer una síntesis de la tendencia mencionada:<br /><br />
1- Antes: los valores humanos, o éticos, son más importantes que el éxito económico, deportivo o profesional<br />
2- Ahora: el éxito económico, deportivo o profesional es más importante que los valores humanos, o éticos<br /><br />
El hombre automutilado espiritualmente busca la felicidad, como todos, pero cree que la va a encontrar fuera de lo ético, que es como decir, fuera de los afectos humanos, y sólo en el marco de lo estrictamente material. De ahí la desnaturalización de la esencia humana, ya que el hombre mutilado por decisión propia deja de lado una parte importante de su personalidad. La crisis del individuo es el inicio de la crisis posterior de las instituciones, de la economía, de la política, de la educación y de todo lo demás. Enrique Rojas escribió:<br /><br /> “Desde hace ya unos años me preocupan los derroteros por los que se dirige la sociedad opulenta del bienestar en Occidente, y también porque su influencia en el resto de los continentes abre camino, crea opinión y propone argumentos. Es una sociedad, en cierta medida, que está enferma, de la cual emerge el hombre light, un sujeto que lleva por bandera una tetralogía nihilista: hedonismo-consumismo-permisividad-relatividad. Todos ellos enhebrados por el materialismo. Un individuo así se parece mucho a los denominados productos light de nuestros días: comidas sin calorías y sin grasas, cerveza sin alcohol, azúcar sin glucosa, tabaco sin nicotina, Coca-Cola sin cafeína y sin azúcar, mantequilla sin grasa….y un hombre sin sustancia, sin contenido, entregado al dinero, al poder, al éxito y al gozo ilimitado y sin restricciones”. “El hombre light carece de referentes, tiene un gran vacío moral y no es feliz, aun teniendo materialmente casi todo. Esto es lo grave”.<br /><br />
Respecto de los valores o tendencias mencionadas, el citado autor las define de la siguiente forma:<br /><br />
a) Materialismo: hace que un individuo tenga cierto reconocimiento social por el único hecho de ganar mucho dinero.<br />
b) Hedonismo: pasarlo bien a costa de lo que sea es el nuevo código de comportamiento, lo que apunta hacia la muerte de los ideales, el vacío de sentido y la búsqueda de una serie de sensaciones cada vez más nuevas y excitantes.<br />
c) Permisividad: arrasa los mejores propósitos e ideales.<br />
d) Revolución sin finalidad y sin programa: la ética permisiva sustituye a la moral, lo cual engendra un desconcierto generalizado.<br />
e) Relativismo: todo es relativo, con lo que se cae en la absolutización de lo relativo; brotan así unas reglas presididas por la subjetividad.<br />
f) Consumismo: representa la fórmula posmoderna de la libertad.<br /><br />
El hombre automutilado espiritualmente no sólo lo es por separar lo ético de su propia esencia, sino también lo intelectual. Posiblemente en este caso tenga algo que ver la enorme cantidad de información que dispone diariamente a través de los medios masivos de comunicación y que, por ello, se sienta apabullado sin tener un adecuado criterio de selección. Enrique Rojas escribió al respecto: <br /><br />“Se trata de un hombre relativamente bien informado, pero con escasa educación humana, muy entregado al pragmatismo, por una parte, y a bastantes tópicos, por otra. Todo le interesa, pero a nivel superficial; no es capaz de hacer la síntesis de aquello que percibe, y, en consecuencia, se ha ido convirtiendo en un sujeto trivial, ligero, frívolo, que lo acepta todo, pero que carece de unos criterios sólidos en su conducta. Todo se torna en él etéreo, leve, volátil, banal, permisivo. Ha visto tantos cambios, tan rápidos y en un tiempo tan corto, que empieza a no saber a qué atenerse o, lo que es lo mismo, hace suyas las afirmaciones como «Todo vale», «Qué más da» o «Las cosas han cambiado». Y así nos encontramos con un buen profesional en su tema, que conoce bien la tarea que tiene entre manos, pero que fuera de ese contexto va a la deriva, sin ideas claras, atrapado –como está- en un mundo lleno de información, que le distrae, pero que poco a poco le convierte en un hombre superficial, indiferente, permisivo, en el que anida un gran vacío moral”. (De “El hombre light”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2007).<br /><br />
Ante la evidente crisis del hombre, y la posterior crisis de la sociedad, resulta necesario salir de la automutilación hasta llegar a la integridad espiritual, haciendo al individuo consciente de que su naturaleza humana implica también los aspectos afectivos y los intelectuales. Sin embargo, existen muchos sectores que observan las cosas de una forma opuesta, es decir, suponen que es el “sistema de producción” el que está mal elegido (el capitalismo) y que el individuo entra en crisis debido a las deficiencias del sistema, por lo cual debe nuevamente intentarse una salida con el socialismo.<br /><br />
En primer lugar, debemos decir que la economía de mercado, o capitalismo, es un sistema de producción y de distribución que puede responder de la mejor forma, o de la menos mala si se quiere, ante las demandas de los consumidores. Luego, si tal demanda consiste en cosas inútiles o superfluas, que fomentan la decadencia espiritual del hombre, no es un problema del método que resulta eficaz para responder a esas demandas, sino que el problema radica en el consumidor y su estado de crisis.<br /><br />
Pongamos como ejemplo el caso del individuo que vive tan sólo para la novedad tecnológica en materia de computación y de comunicaciones, dedicando casi el 100% de su cerebro y de su tiempo a tal actividad, olvidando los atributos espirituales y sociales del hombre. Es evidente que su elección de vida necesita mejorar bastante, pero resulta inadmisible culpar a los fabricantes de celulares y de computadoras, incluidas las propagandas respectivas, como factores del deterioro de tal individuo.<br /><br />
Si hay algo pernicioso en el sistema capitalista, resulta conveniente indagar en los libros de los “ideólogos del liberalismo” para encontrar allí la “fuente de la maldad” que tiende a destruir las sociedades actuales. Y allí encontraremos el trabajo de economistas que describen los mecanismos que vinculan los medios de producción con el consumo dando sugerencias de cómo optimizar tal proceso. Por lo general, no olvidan sugerir que los educadores y los intelectuales deben tratar de que los hombres se encaminen por la senda de la ética para que sus demandas sean orientadas por valores dignos de la esencia básica del hombre, ya que es el consumidor el que comanda, en definitiva, el sistema productivo.
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Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-27968237005257554612015-03-30T07:31:00.002-07:002015-03-30T07:31:32.952-07:00El Bien y la Verdad<b>Es deseable disponer de descripciones de tipo axiomático, como ocurre en el caso de algunas de las ramas de la ciencia experimental, ya que posibilitan tener en la mente unos pocos principios básicos desde los cuales se podrá luego deducir una gran variedad de fenómenos relacionados. De esa forma tendremos la sensación de que, mientras mayor sea nuestro conocimiento, menor cantidad de información tendremos almacenada en nuestra memoria.<br /><br />
En el caso del comportamiento humano, es necesario también disponer de un conocimiento sintetizado en unos pocos principios de manera de que puedan orientarnos con seguridad hacia el mejoramiento individual y social. Ello implica que debemos encontrar una “teoría de las virtudes” que nos indique cuáles son las esenciales y cómo podremos tratar de consolidarlas. Además, si podemos describirlas aceptablemente, su seguimiento nos dará un concreto sentido de la vida, asociado a nuestra naturaleza humana, al cual se le agregarán los sentidos de la vida particulares asociados a la vocación laboral, intelectual, artística, etc., de cada individuo.<br /><br />
Las dos dimensiones básicas del hombre están asociadas, por una parte, a los afectos, emociones o sentimientos, que son el fundamento de nuestro comportamiento ético, y al conocimiento, o descripción del mundo real, que es el fundamento de nuestro quehacer intelectual, por otra parte. Para el primero debemos disponer de una “teoría del comportamiento”, o “teoría de la acción ética”, mientras que para el segundo debemos disponer de una “teoría del conocimiento”.<br /><br />
El ideal supremo de la ética es el Bien, mientras que el ideal supremo del conocimiento es la Verdad. De ahí que esos dos grandes objetivos, que se han buscado a lo largo de la historia, determinan dos tipos principales de hombres: los santos, quienes buscan el Bien con preponderancia, y los sabios, quienes buscan la Verdad. De ahí que ambos son (o han sido) los ejemplos personales que se trató de seguir. Mahatma Gandhi escribió: “No tengo nada nuevo que enseñar al mundo. La verdad y la no violencia son tan antiguas como las montañas. Toda mi obra consiste en haber experimentado con ambas en una escala tan vasta como me fue posible. Al hacerlo, me he equivocado algunas veces y he aprendido de mis errores. La vida y sus problemas se han convertido así, para mí, en sucesivos experimentos en la práctica de la verdad y la no violencia” (De “Mahatma Gandhi. Pensamientos escogidos”-R. Attenborough-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1983).<br /><br />
Si el Bien y la Verdad son los ideales que debemos alcanzar, se deduce que lo opuesto, el mal y la mentira serán los ideales negativos que debemos rechazar. Recordemos que la historia de la humanidad, desde el punto de vista de la Biblia, no es otra cosa que la lucha histórica entre el Bien y la Verdad, por una parte, en contra del mal y de la mentira, por la otra. Incluso en dicho Libro Sagrado se contempla un futuro feliz con el triunfo del Bien y de la Verdad, pero dicho triunfo no debe esperarse de brazos cruzados, ya que habrá de conseguirse mediante el afianzamiento de nuestro conocimiento sobre el comportamiento humano, y su posterior difusión, aspecto que depende de todos y de cada uno de nosotros.<br /><br />
Debemos entonces definir el Bien desde la perspectiva que nos dan las ciencias sociales, en especial la Psicología Social. Para ello debemos mencionar la existencia de cuatro componentes afectivas básicas que conforman nuestra actitud característica, tales el amor, el odio, el egoísmo y la indiferencia. El Bien ha de estar asociado a la actitud del amor por el cual compartimos las penas y las alegrías de los demás como si fuesen propias. Esta definición deja de lado la diferencia entre el bien propio y el ajeno, o el bien común, por cuanto no existe uno sin el otro. Esta actitud forma parte del fenómeno general de la empatía, por el cual nos ubicamos afectivamente en la posición de los demás compartiendo su alegría o su dolor.<br /><br />
En cuanto a la verdad, podemos decir que se trata de un conocimiento que difiere poco, o nada, de la realidad que se está describiendo, aunque pocas veces llegamos a esa situación. Ésta es la verdad científica, mientras que la Verdad (con mayúscula, para diferenciarla de la anterior) ha de ser la descripción asociada al camino hacia una óptima actitud ética del hombre, que le ha de permitir encontrar un sentido pleno de la vida e incluso la vida eterna según el cristianismo. Debido a que, lo que resulta accesible a nuestras decisiones, es la elección de una actitud afectiva y de una cognitiva, la verdad que proviene de la ciencia social no ha de diferir esencialmente de la Verdad sugerida por la religión cristiana.<br /><br />
Uno de los personajes históricos cuya vida fue orientada por una capacidad de amar cuyo alcance fue bastante más allá del ámbito familiar, fue San Francisco de Asís, respecto del cual René Fülöp-Miller escribió: “El breve lapso de veintidós años, que abarca su vida de santidad, puede ser considerado como el periodo más glorioso en la historia de la Iglesia y el de mayor peso e importancia que la suma de todas sus otras pretensiones a la fama. Fueron años de plena realización humana, más verdadero que cualesquiera otros de las vidas humanas anteriores y posteriores a la suya, pues en la vida mundana de Francisco un vínculo común de alegría deshizo todos los contrastes y todas las contradicciones. El mundo interior y el exterior; el hombre y la naturaleza; el pensamiento y la acción; la humildad y el poder; la renunciación y la abundancia, todos ellos fueron hechos para unir. El abismo entre el hombre y Dios fue superado. La época de la inocencia que precedió a la caída había sido recobrada: el amor lo había logrado. El mismo amor, que había hecho de Jesús de Nazareth el mediador entre Dios y el hombre, había renacido en Francisco, había una vez más tomado la forma de hombre, y había hecho de Francisco el mediador entre Cristo y sus fieles” (De “Santos que conmovieron al mundo”-Espasa-Calpe Argentina SA-Buenos Aires 1946).<br /><br />
La decadencia de la cristiandad se debe, en parte, a que, en lugar de tomar como ejemplo la vida de los santos, se los transforma en seres milagrosos que nos beneficiarán de alguna manera ante nuestros pedidos, casi como si fueran amuletos de la buena suerte. Y quien vea en los santos un ejemplo ético, sobre todas las cosas, sin tener en cuenta algún fenómeno de tipo sobrenatural, será considerado despectivamente como “ateo”, “no creyente”, o con algún des-calificativo similar.<br /><br />
Aceptando la teoría del conocimiento propuesta por Karl Popper, principalmente, el método de prueba y error resulta ser el proceso básico para adquirir todo nuevo conocimiento, ya sea en el ámbito de la ciencia o en el caso del conocimiento cotidiano de cada hombre. De ahí la necesidad de considerar el error como una diferencia entre un modelo mental establecido y una referencia de comparación. También en el caso de las ideologías, o de los sistemas filosóficos, ocurre algo similar. De ahí que debamos elegir una referencia entre unas pocas posibles y que constituyen las componentes cognitivas de nuestra actitud característica, y que son: la referencia en la realidad, en uno mismo, en otra persona o en lo que acepta la mayoría, de donde se elige a la primera por producir los mejores resultados, por cuanto es la referencia que se adopta en el método científico.<br /><br />
Si el Bien y la Verdad son los dos objetivos prioritarios a alcanzar, los restantes logros éticos se darán como consecuencias de ellos. Así, si consideramos los objetivos asociados a los ideales democráticos, como son la libertad y la igualdad, o los derechos a la vida, puede observarse que no difieren esencialmente del ideal asociado con el “Amarás al prójimo como a ti mismo”. Si se generalizara la adopción y el cumplimiento de tal mandato bíblico, resurgiría el ideal de libertad, por cuanto ningún político a cargo del Estado, o ningún líder en situación dominante en cualquier grupo social, habrían de aprovecharse de su situación para restringir la libertad de quienes ocupan peldaños inferiores en una cierta escala jerárquica. Además, el sentimiento de igualdad habría de resurgir justamente al compartir todo individuo las penas y las alegrías ajenas como propias.<br /><br />
Si en los mandamientos bíblicos vienen implícitos tanto el sentido de la vida como las directivas para lograrlo a través de la unificación de las virtudes humanas, surge el interrogante de porqué son rechazados por parte de quienes promueven la igualdad social, o la indiferencia de quienes proponen la libertad del individuo respecto de los demás hombres. Una de las razones es que los seguidores y difusores del cristianismo han interpretado que la religión es una cuestión de actitud filosófica antes que de acción ética, y que todo resulta misterioso e inaccesible a la razón. Incluso quien trate de interpretar el mandamiento citado en base a algo concreto, como el fenómeno de la empatía, es alguien sospechoso que se está entrometiendo en lo sagrado, cometiendo un sacrilegio.<br /><br />
En cuanto a los opositores al Bien y a la Verdad, encontramos dos “adversarios” de importancia, además del mencionado “enemigo” interno:<br /><br />
a) El relativismo moral, cognitivo y cultural<br />
b) Las ideologías totalitarias<br /><br />
Los distintos relativismos se basan en el rechazo del Bien y de la Verdad objetivos, es decir, con igual validez para todos los hombres y para todas las épocas. Como el Bien, asociado al amor, y la Verdad, asociada al conocimiento de la ley natural, están ligados a la naturaleza humana, y forman parte de la ciencia experimental, “heredan” los atributos de la ley natural, esto es, resultan invariables para todos los pueblos y vigentes para todos los tiempos.<br /><br />
Quienes niegan toda validez al Bien y a la Verdad objetivos, tienden a reemplazarlos por el mal y la mentira, apareciendo el odio como sustituto del amor, siendo el odio una especie de “empatía negativa” por cuanto transforma las alegrías ajenas en sufrimiento propio y el sufrimiento ajeno en alegría propia.<br /><br />
Las ideologías totalitarias son esencialmente promotoras y difusoras del odio y la mentira. Dividen a los pueblos en dos sectores: el sector A, los adeptos, y el sector B, el enemigo real o imaginario. Estimulan el odio en los integrantes del sector A, degradándolos ya que son usados con fines innobles, y atacan y descalifican a los integrantes del sector B, que son las víctimas restantes. La diferencia entre los enemigos elegidos caracteriza al tipo de totalitarismo, pudiendo ser un grupo étnico (nazismo), un sector de la sociedad (marxismo), los extranjeros (nacionalismos), la oligarquía (peronismo) o simplemente los opositores (kirchnerismo). Todos los totalitarismos necesitan imperiosamente alimentar diariamente a las masas con la ración de odio que necesitan para sentirse importantes y para tener un sentido de la vida que no han encontrado todavía.</b>
Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-63779294041282262972015-03-30T07:21:00.002-07:002015-03-30T07:21:41.507-07:00Moral individual y social<b>Uno de los grandes interrogantes, respeto del comportamiento humano, radica en el conocimiento de los respectivos porcentajes de incidencia que tienen sobre cada individuo tanto la herencia genética como la influencia social recibida. Si actuáramos sólo por nuestra herencia genética, quedaría poco margen para una mejora mediante la educación, mientras que si actuáramos sólo por influencia social, se abriría la posibilidad de que algunos hombres trataran de rediseñar al ser humano según sus propios criterios personales. Tales extremos han sido puestos en práctica con las trágicas consecuencias conocidas, como ha sido el caso del nazismo, que suponía que la raza determina totalmente al individuo y que todo posible mejoramiento habría de obtenerse eliminando las razas “incorrectas”. Por otra parte, para el marxismo, la influencia social determina totalmente al individuo, de ahí la posibilidad de crear artificialmente al “hombre nuevo”, soviético o socialista, tratando de eliminar a la clase social “incorrecta”, como también a las ideas, costumbres, cultura y religión que la caracterizan.<br /><br />
La naturaleza humana se muestra como una mezcla equilibrada de herencia genética y de influencia social, lo que permite lograr mejoras individuales, y luego sociales, sin tener que eliminar las razas o las clases sociales “incorrectas”. Todo tipo de mejoramiento que dependa del hombre ha de ser parte del proceso de la evolución cultural de la humanidad, siendo la moral una resultante de tal proceso.<br /><br />
Si bien muchas veces se considera en forma indistinta a los términos moral y ética, en nuestro caso les daremos los siguientes significados: consideraremos como ética a las sugerencias o normas de conducta propuestas desde la religión, la filosofía o las ciencias sociales, mientras que moral será el grado de acatamiento que la sociedad otorga al planteamiento ético previamente aceptado.<br /><br />
Luego, como los planteamientos éticos se han de aproximar en mayor o menor medida a cierta ética natural implícita en nuestros propios atributos humanos, un alto grado de acatamiento puede no resultar adecuado para el hombre si la ética propuesta apenas contempla la naturaleza humana. De ahí que el resultado óptimo dependerá tanto de la elección de una ética adecuada como del correspondiente acatamiento a la misma.<br /><br />
Recordemos que nuestro cerebro se ha ido formando en el tiempo a través del lento proceso de la evolución biológica. Luego de la capa inferior (cerebro reptiliano) aparece el cerebro límbico, en donde encontramos el origen de nuestras emociones. De ahí que las componentes afectivas básicas de nuestra actitud característica surgirán desde ese nivel. Finalmente, aparece el neocórtex, al cual se asocia nuestra capacidad de razonamiento y del procesamiento de la información percibida por nuestros sentidos.<br /><br />
A partir de esta descripción básica de la naturaleza humana, podemos decir que nuestro comportamiento ético, es decir, nuestra moral, proviene de nuestra actitud afectiva predominante que surge desde el cerebro límbico. Sin embargo, tal actitud ha de ser modificada desde el neocórtex, que es por donde se introdujo la ética propuesta por algunos pensadores y que fue adoptada por la sociedad, o por cada individuo.<br /><br />
Como la actitud del amor existe en cada uno de nosotros desde nuestro nacimiento, como también el odio, el egoísmo y la negligencia, la propuesta ética más frecuente radica justamente en hacer que nuestro razonamiento trate de “convencer” a nuestro cerebro límbico, depósito de nuestros sentimientos, que el amor es la actitud que produce los mejores resultados. Jeremy Rifkin escribió: “La persona moral es serena, distante y desinteresada, y se guía por la obligación moral y la razón en lugar de guiarse por la emoción y la pasión” (De “La civilización empática”-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2010).<br /><br />
Nuestra respuesta moral ha de ser susceptible de recibir premios y castigos. Si nuestro razonamiento sabe distinguir adecuadamente las causas de tales recompensas y penalidades, es posible que podamos crecer humanamente. Si, por el contrario, nuestro neocórtex no resulta tan eficaz en esa tarea, seguramente seguiremos recibiendo castigos en exceso y premios en forma muy limitada.<br /><br />
Así como el razonamiento nos permite ser conscientes de la realidad cotidiana en la cual estamos inmersos, disponemos de procesos cerebrales que nos permiten ser conscientes de los efectos que nuestras acciones producirán en los demás. Este es el fundamento de la conciencia moral que nos premia o nos castiga según resulten nuestras acciones.<br /><br />
Los límites que nos imponemos en nuestro desempeño social surgen principalmente de la conciencia moral, por la cual tenemos un conocimiento bastante preciso de los efectos que en los demás ocasionarán nuestras acciones. Aunque, muchas veces, aun sabiendo que los efectos de nuestras decisiones serán negativos para los demás, lo mismo serán adoptadas. En este caso podemos decir que, voluntariamente, se ha actuado de mala fe, o bien se ha actuado perjudicando a alguien motivado por cierta ventaja personal que puede lograrse.<br /><br />
La conciencia moral está muy ligada a la empatía, siendo la empatía el proceso por el cual nos ubicamos imaginariamente en el lugar de otra persona y así podemos vislumbrar lo que ha de sentir ante una acción de nuestra parte. Luego, la conciencia moral es el proceso mental cognitivo que se produce a partir de los sentimientos vislumbrados previamente. De ahí que existen personas, especialmente las que cometen delitos, que tienen muy poca empatía y de ahí que tampoco pueda en ellos desarrollarse la conciencia moral en la forma adecuada a una vida social normal. Règis Jolivet escribió:<br /><br /> “El hecho moral revela, si se lo analiza, todo un complejo conjunto de elementos racionales (juicios), afectivos (sentimiento) y activos (voluntad). Los juicios preceden y siguen al acto moral. Antes del acto, enuncian (en dependencia del juicio universal y evidente de que hay que hacer el bien y evitar el mal) que tal acto es bueno o malo, y debe o puede ser realizado o debe ser evitado. Después del acto, la conciencia aprueba o reprocha, según que el acto realizado sea considerado bueno o malo; ella evalúa en consecuencia el aumento o la disminución del valor moral del agente y la recompensa o el castigo merecidos por ese acto bueno o malo; y enuncia la obligación de reparar el perjuicio causado al prójimo, o el derecho de obtener para sí la satisfacción requerida por la justicia”.<br /><br />
“Lo que caracteriza la conciencia moral, y lo que la distingue absolutamente de la conciencia psicológica, que es pura y simple aprehensión de los hechos internos, es que esa conciencia se comporta como un legislador y un juez, y no como un simple testigo; que decide lo que se debe hacer en cada caso; y que a su vez está dominada por un ideal de moralidad, con relación al cual ella pronuncia la responsabilidad del sujeto moral”.<br /><br />
“El hecho moral es universal en la humanidad y caracteriza a la especie humana. Esto no significa evidentemente que la conducta humana esté siempre y necesariamente conforme con las leyes de la Moral, sino sólo que siempre y en todas partes, han admitido los hombres la existencia de valores morales, distintos de los valores materiales, y se han sentido sujetos a leyes morales, distintas de las leyes físicas y que enuncian un ideal de conducta. De modo que, renunciar a estas nociones equivaldría a renunciar a la humanidad y descender al nivel de los brutos carentes de razón” (De “Tratado de Filosofía Moral”-Ediciones Carlos Lohlè-Buenos Aires 1966).<br /><br />
Existen diferencias entre el comportamiento individual a nivel familiar y el del mismo individuo a nivel social. En el primer caso predomina la cercanía afectiva de las personas involucradas, por lo que poco les cuesta mostrar lo mejor de uno mismo, mientras que en el vínculo con personas lejanas al medio familiar generalmente predomina una escala de valores más distante.<br /><br />
Cuando Cristo propone el “amarás el prójimo como a ti mismo”, que podemos considerar como un “compartirás las penas y las alegrías de los demás como si fuesen propias”, trata de generalizar la actitud que brindamos a nuestros familiares hasta que involucre a todos los integrantes de la sociedad e incluso de la humanidad. En ello radica esencialmente la idea del Reino de Dios; la humanidad funcionando como una familia. Recordemos que ser cristiano, ante todo, significa parecerse a Cristo, o al menos, tratar de hacerlo. Jeremy Rifkin escribió: “En el caso de Jesús nos hallamos ante una persona que opta conscientemente por sentir empatía con sus semejantes, no sólo con sus parientes más próximos, sino con todos los seres humanos, incluso los más humildes. Más que cualquier otra, la historia de Jesús es una historia de igualdad emocional”.<br /><br />
Nótese que la ética cristiana borra las diferencias entre lo individual y lo social, por lo que no existe una ética individual distinta de una social, ya que toda sugerencia destinada a orientar nuestro comportamiento sólo tiene sentido cuando va dirigida a un individuo. Por el contrario, tiene sentido hablar de una moral individual y de una moral social por cuanto el grado de acatamiento de la sugerencia ética ha de ser distinto en los diversos individuos y en las distintas circunstancias.<br /><br />
Cuando existe poco convencimiento, respecto de la efectividad del cumplimiento de las normas sugeridas por cierta ética previamente adoptada, surge la hipocresía, actitud por la cual fingimos actuar en forma acorde a dicha ética. Si bien este comportamiento no es el más aconsejable, resta todavía aquel en el cual se desconoce la validez de toda ética propuesta por lo cual el individuo cae en la actitud cínica, reacción típica de quienes son partidarios del relativismo moral.<br /><br />
Entre las distintas posturas adoptadas respecto de la moralidad intrínseca de la naturaleza humana, encontramos las dos extremas que afirman que el ser humano es naturalmente bueno, por una parte, y naturalmente perverso, por otra parte. Considerando como los atributos básicos del hombre a las componentes afectivas de nuestra actitud característica, es decir, amor, odio, egoísmo, negligencia, podemos decir que, potencialmente, la naturaleza humana no es buena ni mala, pudiendo predominar las actitudes malas sobre la restante, o a la inversa. Sin embargo, como resulta posible considerar al sufrimiento humano como una medida de nuestra desadaptación al orden natural, podemos decir que dicho orden nos presiona, mediante ese sufrimiento, a lograr mayores niveles de adaptación. De ahí que en el futuro, cuando seamos plenamente conscientes de nuestra naturaleza humana, es posible que prevalezca el bien sobre el mal. El triunfo del bien sobre el mal no es sólo un deseo de los hombres, sino también una tendencia implícita en las leyes naturales que rigen nuestra conducta. De nosotros depende su efectiva realización.</b>Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-40370868447022160492015-03-30T07:17:00.001-07:002019-02-09T02:50:58.258-08:00Amor vs. altruismo<b>La vinculación de un individuo con la sociedad a la que pertenece, presenta dos casos extremos (además de otros intermedios). En el primer caso tenemos al individuo que se identifica con la actitud del amor y por ello trata de compartir las penas y las alegrías de quienes le rodean, ya sea que formen parte de la sociedad en que vive o bien que formen parte de la humanidad toda. En el segundo caso tenemos el habitante de una sociedad conflictiva en la cual trata de colaborar con los integrantes de su propio grupo, pero en actitud hostil hacia los restantes componentes de la sociedad tanto como hacia los habitantes de otros países.<br /><br />
Mientras que el amor es una actitud que surge en el proceso de la evolución biológica, como una mejora adaptativa orientada principalmente a promover la actitud cooperativa en los pequeños grupos humanos, el amor cristiano, por el cual se sugiere generalizar tal actitud a todo el género humano, es la mejora más importante que podremos lograr dentro del marco de la evolución cultural de la humanidad. <br /><br />
En cambio, el altruismo se ha promovido en las naciones totalitarias para ser adoptado en beneficio principalmente de los políticos que dirigen al Estado, mientras que, simultáneamente, se predicaba el odio hacia los sectores rebeldes como así también hacia países democráticos. También el altruismo fue (o es) promovido por sectas religiosas que proponen sacrificarse por los miembros adherentes mientras que en forma simultánea promueven el desprecio o la indiferencia hacia los considerados “infieles”.<br /><br />
La palabra “altruismo” deriva de la palabra latina “alter” (otro), quien ha de ser el destinatario prioritario de nuestras decisiones favorables; de ahí que podríamos hablar de “otroísmo”, o mejor, de “altruismo”. Nótese que se trata de una actitud distinta del amor (de lo contrario estaríamos hablando simplemente de tal actitud). Mientras que en el amor existe un beneficio simultáneo entre ambas partes intervinientes, siendo éste un beneficio afectivo, en el altruismo se sostiene que uno debe hacer el bien al otro aun a costa de un malestar o sufrimiento propio.<br /><br />
Al compartir las penas y las alegrías de los demás como si fuesen propias, trataremos de que le ocurra lo bueno a la persona amada, para compartir ese éxito, mientras que trataremos de evitarle lo malo, para no compartir el sufrimiento. De ahí que siempre estaremos dispuestos a favorecer el Bien de los demás y a desalentar las acciones que llevan al Mal. Por el contrario, si beneficiar a alguien nos ocasiona cierto sufrimiento, o indiferencia, se advierte que no existe el amor en grado suficiente. Demás está decir que tendremos poca predisposición a favorecer el Bien y evitar el Mal, por cuanto no compartiremos sus efectos. Nicolás Berdiaev escribió: “Se habla de altruismo cuando el amor se enfría y muere” (De “El sentido de la Creación”-Ediciones Lohlé SA-Buenos Aires 1978).<br /><br />
La palabra “altruismo” aparece primeramente en los escritos de Auguste Comte, quien trató de promover una actitud opuesta al egoísmo en la búsqueda de una ética social, que trascendiera la ética egoísta prevaleciente a nivel familiar y personal. Sin embargo, no tuvo presente que en el “Amarás al prójimo como a ti mismo” ya viene expresada en forma explícita tanto la moral individual como la social, que es otra forma de decir que en realidad existe una sola actitud ética en el individuo, al menos predominante sobre otras actitudes. Auguste Comte escribió: “Las afecciones domésticas se convierten en los únicos intermediarios espontáneos entre el egoísmo y el altruismo, de modo que proporcionan la base esencial del gran problema humano. A partir de ahí, su verdadero perfeccionamiento debe consistir, en general, en convertirse cada vez en más sociales y menos personales, sin perder nada de su intensidad” (Citado en “Diccionario del lenguaje filosófico”-Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).<br /><br />
El error (o la omisión) de Comte se debió, posiblemente, a no saber interpretar adecuadamente el significado del mandamiento cristiano mencionado. Y esto se debe a que, por lo general, a cada expresión bíblica se la rodea de misterios y de complejidades que la hacen ininteligible e impracticable. Además, quienes se propongan aclarar o simplificar tales significados, posiblemente serán considerados como sacrílegos o herejes. Afortunadamente disponemos de la definición del amor enunciada en el siglo XVII por Baruch de Spinoza: “El que imagina aquello que ama afectado de alegría o tristeza, también será afectado de alegría o tristeza; y uno y otro de estos afectos será mayor o menor en el amante, según uno y otro sea mayor o menor en la cosa amada” (De “Ética”-Fondo de Cultura Económica-México 1985).<br /><br />
Podría decirse que el altruismo es un anti-egoísmo ya que la actitud egoísta implica beneficiarse uno mismo sin interesarle los demás, mientras que el anti-egoísmo implica beneficiar a los demás sin interesarse por uno mismo. La actitud egoísta es la causa de muchos males, mientras que el altruismo es en realidad un absurdo. El beneficiario del sacrificio ajeno, no se sentirá bien por esa situación, ya que está permitiendo el malestar de otro. Por ello, a la larga, el altruismo no resulta conveniente.<br /><br />
La puesta en práctica del altruismo, en gran escala, estuvo asociada al marxismo, bajo regímenes socialistas. El lema básico del socialismo es: “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad” (Louis Blanc). Ello implica que cada uno debe esforzarse en el propio trabajo para compensar el trabajo deficiente, o nulo, de quienes no pueden o no quieren hacerlo. Luego, si las necesidades básicas serán similares en las distintas personas, vendrá la distribución igualitaria. Se debe sembrar en forma desigual para que, mediante el altruismo, la cosecha se reparta en forma igualitaria. Mariano Grondona escribió: “De esta manera, los que rinden más pueden recibir menos si su necesidad es menor; a la inversa, los que rinden menos pueden recibir más si lo necesitan. Aquí, en esta norma de contenido ético, está la esencia del socialismo” (De “Las condiciones culturales del desarrollo económico”-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1999).<br /><br />
Debido a que en la naturaleza humana no existe una actitud natural como el altruismo, a la corta o a la larga, no será aceptado por una sociedad real. Como son muy escasas las personas que habrán de organizar una empresa, por ejemplo, para, luego, compartir sus beneficios gustosamente con individuos que hicieron muy poco, o nada, para establecerla, la actividad productiva tenderá a caer severamente y será necesaria la amenaza de las armas para que la población trabaje en un nivel aceptable. Andrei D. Sajarov escribe respecto de la ex Unión Soviética: “Sin duda, ni nuestro rendimiento de la producción es el mayor del mundo, ni puede esperar alcanzar en lo inmediato los coeficientes que a este respecto ostentan los países capitalistas adelantados. La nuestra es una economía permanentemente militarizada a un nivel inverosímil en tiempos de paz, que resulta opresiva para la población y peligrosa para el resto del mundo” (De “Mi país y el mundo”-Editorial Noguer SA-Barcelona 1976).<br /><br />
Muchas fueron las victimas producidas bajo los intentos de cambiar la naturaleza humana por la “naturaleza artificial” propuesta por el marxismo. Recordemos que Marx había escrito que “los filósofos hasta ahora han interpretado la naturaleza; desde ahora debemos transformarla”. Andrei D. Sajarov escribió: “Apagados los hornos de Auschwitz, millares de criaturas, sin embargo, dejaban a diario sus vidas en las gélidas minas de Kolima, de Norilsk y de Vorkuta, no menos que en las incontables brigadas estalinistas «de la muerte» (mano de obra procedente de los presidios y destinada a la realización de grandes proyectos públicos). En esos instantes, las víctimas del Gulag alcanzaban ya la espantosa cifra de veinte millones”.<br /><br />
Pareciera que el marxismo predicara una “ética superior” a la cristiana, ya que el altruismo equivale a proponer “amar al prójimo más que a uno mismo”. Sin embargo, para llegar al socialismo, el marxismo sugiere primeramente la eliminación de la clase social incorrecta (la burguesía, o el empresariado) inculcando el odio colectivo. Supone que el individuo habrá de pasar, casi por arte de magia y luego de la revolución, desde el odio intenso hacia una actitud en la cual habrá de amar al prójimo más que a sí mismo.<br /><br />
El altruismo es utilizado en los regímenes colectivistas como un justificativo para que el habitante común se sacrifique, sin protestar, por el Estado (concretamente por quienes dirigen al Estado). No es de extrañar que se realice una generalizada explotación laboral por parte del Estado hacia los trabajadores comunes. Sin embargo, como “el Estado es de todos” no lo consideran de esa manera. Hilda Molina, médica cubana, escribe sobre su país: “Los bribones jefes de la región y de la provincia, integrantes de la elite de poder y también adictos al acoso sexual, se movían con prepotencia en sus jeeps soviéticos impartiendo órdenes y exigiéndonos a nosotros, sus esclavos, más productividad y mayores sacrificios. Una vez finalizada su cotidiana payasada, nos abandonaban a nuestra suerte y marchaban a sus hogares donde, sin que les temblaran las conciencias, comían y dormían cómodamente junto a sus familias”. “Resulta absolutamente imposible lograr un mínimo de paz y de sosiego en un tormentoso ambiente de odio, de ese odio sempiterno que es precisamente la base de sustentación de los regimenes totalitarios” (De “Mi verdad”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2010).<br /><br />
Muchas penurias pasaron los soldados de Napoleón en el verano de Egipto y en el invierno de Rusia, y todo por dar cumplimiento a las ilimitadas ambiciones de poder de un personaje siniestro e irresponsable. También bajo los sistemas totalitarios del siglo XX la vida del individuo era considerada sólo como un engranaje que podía ser reemplazado sin inconvenientes por cualquier otro y cuya importancia residía solamente en ser una pequeña parte de una máquina completa. Para llegar a esa situación, el individuo masificado debía estar convencido previamente que poco importaba perder la vida como tampoco importaba la vida de quienes se oponían a esos objetivos.<br /><br />
La enajenación mental (alienación) del individuo, respecto del mundo real, resulta ser el primer objetivo que se impone el ideólogo totalitario. Hilda Molina escribió: “Porque sólo después de un largo y agónico proceso de maduración y al cabo de múltiples horas de análisis y meditación, yo comencé a conocer la maléfica naturaleza de ese régimen. Hasta entonces permanecí inerme frente al enajenante, prolongado y minucioso proceso de manipulación sentimental, de inoculación de terror y de chantaje psicológico al que han sometido al pueblo cubano, y que ha transformado en marionetas a millones de seres pensantes”</b>Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-80029752142315895492015-03-30T07:14:00.003-07:002015-03-30T07:14:49.157-07:00Lo que es y lo que debería ser<b>En el ámbito de las ciencias sociales existe divergencia de criterios respecto a la finalidad de las mismas en cuanto a sus funciones. Para unos, las ciencias sociales deben describir adecuadamente sólo “lo que es” (actitud descriptiva), dejando a otras ramas del conocimiento, como la filosofía y la religión, establecer “lo que debe ser” (actitud normativa). Sin embargo, si consideramos que lo que debería ser consiste esencialmente en una optimización de lo que es, una vez que se logra una aceptable descripción de ese aspecto, las ciencias sociales podrán desempeñar adecuadamente con el objetivo asignado tradicionalmente a la filosofía y a la religión.<br /><br />
En psicología, una ciencia que en sus comienzos surge desde la medicina, se pone énfasis en las personas con ciertas anomalías con las intenciones de volverlas a la normalidad. En la época actual, se trata de ampliar esa visión incluyendo el caso de las personas destacadas para, posteriormente, orientar a los demás buscando lo que debe ser. Abraham H. Maslow escribió:<br /><br /> “Pienso que la cuestión de una biología normativa no se puede soslayar aunque ponga en entre dicho la totalidad de la historia y de la filosofía de las ciencias occidentales. Estoy convencido de que el modelo de una ciencia libre de valores, y que mantiene ante ellos una actitud neutral y de evitación, modelo que hemos heredado de la física, química y astronomía, donde era necesario y deseable mantener los datos puros y a la Iglesia fuera de los asuntos científicos, es inadecuado para el estudio de la vida. Y esta filosofía no valorativa de la ciencia es todavía más manifiestamente inadecuada para las cuestiones humanas, en las que los valores personales, motivos y finalidades, intenciones y planes son absolutamente cruciales para la comprensión de cualquier persona, e incluso para la predicción, el control, objetivos clásicos de la ciencia”.<br /><br />
“Si queremos responder a la pregunta de cuánto puede crecer la especie humana, es obvio que lo mejor será escoger a los que ya son más altos y estudiarlos. Para saber cuánto puede correr un ser humano, no sirve sacar un promedio de la velocidad de una «buena muestra» de la población: es mucho mejor reunir a los ganadores de medallas olímpicas y ver qué velocidad pueden alcanzar. Si queremos conocer las posibilidades de un crecimiento espiritual, ético y moral en los seres humanos, sostengo que aprenderemos más estudiando a la gente más moral, ética o santa” (De “La personalidad creadora”-Editorial Kairós SA-Barcelona 2005).<br /><br />
En lugar de hablar acerca de lo que el hombre debe ser, en ciencia se adopta una postura algo menos pretenciosa, tal la de buscar lo que el hombre puede llegar a ser. Sin embargo, una vez que se está seguro de lo que el hombre puede llegar a ser, es factible también interpretarse tal resultado como que se ha logrado discernir acerca de lo que el hombre debería ser. Abraham H. Maslow escribió: <br /><br /> “Supongo que si tuviéramos que expresar en una frase sencilla el contraste entre conceptos tradicionales de normalidad y el concepto nuevo que está apareciendo, yo mantendría que la diferencia fundamental es que ahora vemos no sólo lo que los seres humanos son, sino también lo que pueden llegar a ser. Es decir, podemos ver no sólo la superficie, sino también las realidades, las potencialidades”.<br /><br />
“Lo que podemos ser = lo que deberíamos ser, es mucho mejor lenguaje que «deberíamos ser». Nótese que si somos descriptivos y empíricos, entonces el «deberíamos» está totalmente fuera de lugar, como se puede ver claramente si preguntamos a las flores o animales qué es lo que ellos deberían ser”.<br /><br />
“Una manera todavía más categórica de decirlo es que hoy es posible distinguir, en un momento determinado, lo que una persona es y lo que podría ser. A todos nos resulta familiar el hecho de que la personalidad humana está organizada en capas o profundidades. Lo consciente y lo inconsciente conviven, aun cuando puedan ser contradictorios. Uno es (en un sentido); el otro también es (en otro sentido más profundo) y algún día podría salir a la superficie, hacerse consciente y, luego, ser en ese sentido”.<br /><br />
En cuanto a la Psicología Social, Abraham H. Maslow agrega: “La psicología social debería ser algo más que el estudio de la imitación, la sugerencia, los prejuicios, el odio. Estas son fuerzas menores en las personas sanas”. “Buscar nuevas teorías sobre la democracia y el anarquismo, las relaciones democráticas interpersonales. Hablar del líder democrático, el poder de una democracia, la relación entre las personas democráticas y el líder. Estudiar las motivaciones del líder no egoísta. Las personas sanas detestan tener poder sobre otros. La psicología social está excesivamente dominada por una concepción de poder de bajo techo, propia de animales inferiores”.<br /><br />
“Se estudia más la competitividad que la colaboración, el altruismo, la amabilidad, la generosidad”. “El estudio de la libertad y de las personas libres no tiene lugar en la psicología de hoy en día” (De “Motivación y personalidad”-Ediciones Díaz de Santos SA-Madrid 1991).<br /><br />
De todas formas, considerando las componentes afectivas de la actitud característica (amor, odio, egoísmo, indiferencia) y a las componentes cognitivas (referencia en la realidad, en uno mismo, en otra persona, en lo que dice la mayoría), disponemos de una descripción aceptable respecto de lo que el hombre es, en donde potencialmente se encuentra lo que debe ser, simplemente eligiendo la componente afectiva que promueve la cooperación y la igualdad (amor) junto a la componente cognitiva que promueve la libertad de pensamiento (referencia en la realidad). Nótese que esta optimización del comportamiento implica una ética natural coincidente con la ética cristiana.<br /><br />
No debemos pensar tanto en el hombre promedio, o el hombre representativo de tal lugar, época o sociedad, sino en lo que el hombre puede y debe llegar a ser. Wolfgang Goethe dijo: “Trata a los demás como si fueran lo que deberían ser y así los ayudarás a ser lo que pueden llegar a ser”.<br /><br />
Se considera a la política como una actividad que requiere de cierta ética social, que no difiere esencialmente de la ética individual. Así, con la palabra “política” se designa tanto a su parte práctica (la descripción de lo que es) como a su parte teórica (lo que debe ser), que consiste esencialmente en una optimización de la primera. J. R. Llerena Amadeo y E. Ventura escriben: “Quien quiera enfrentarse con el estudio de la política tiene que partir del concepto que la misma debe ser enfocada como ciencia y como actividad. Ni el saber puede quedarse en lo teórico y despreciar al hacer, ni éste puede prescindir del primero, porque precisamente es de él que recibe los principios fundamentales que, mediante la virtud de la prudencia, se aplican a la realidad del mundo” (De “El orden político”-AZ Editora-Buenos Aires 1994).<br /><br />
La optimización de la política ha de provenir, finalmente, de una optimización de la ética individual. Si tanto en gobernantes como en gobernados imperara una actitud cooperativa, se eliminaría la corrupción. Y si adoptáramos a la realidad como referencia, se dejaría de lado la nefasta influencia social que producen algunos líderes políticos. Maurice Duverger escribió: “Existen dos nociones diferentes de la sociología política que se hallan en conflicto: según una, la sociología política es la ciencia del Estado; según la otra, es la ciencia del poder” (De “Sociología política”-Ediciones Ariel SA-Barcelona 1968).<br /><br />
Puede decirse que la política, como ciencia que estudia al poder, esta más cerca de lo que la realidad es, mientras que, como ciencia del Estado, esta más cerca de lo que debería ser. Manuel Pastor escribió: “En términos psicológicos puros, el poder resulta ser la capacidad para conseguir que los demás hagan lo que uno quiere” (De “Ciencia política”-McGraw-Hill SA-Madrid 1989).<br /><br />
Lo esencial de la descripción realizada, tomando como base la actitud característica de las personas, radica en que es posible que todo individuo se haga plenamente consciente de cuál es su actitud predominante y cuál es la que en él debería predominar. Incluso es posible que algún día prevalezca, a nivel social, una mentalidad asociada a la frase antes citada de Abraham H. Maslow: “Las personas sanas detestan tener poder sobre otros”. En ese caso, como persona sana se entenderá la que muestra una actitud cooperativa. Nótese que todas las actitudes posibles son partes de nuestra naturaleza humana, por lo que todas son igualmente “naturales”, pero sólo una de ellas dará como resultado la optimización de nuestra conducta, que será lograda dentro del proceso de la evolución cultural humana; una conquista esencialmente obtenida en el marco de la ciencia experimental (y previamente en el marco de la filosofía y de la religión).<br /><br />
Por lo general, lo que debe ser se extrae como una selección de lo que es. Así, respecto de la conducta humana, elegimos las componentes afectivas y las cognitivas que mejores resultados producen. También en economía, luego de observarse el orden espontáneo que se produce luego de la etapa de producción mediante la división del trabajo y el posterior intercambio (proceso del mercado), se procede a una optimización de lo que ya existe.<br /><br />
En política, por otra parte, debido a los excesos que se producen ante el gran porcentaje de “personas no sanas” que buscan el poder como objetivo principal, surge la democracia, lo que debe ser, en donde la optimización se produce esencialmente limitando el poder permitido a los gobernantes.<br /><br />
En el caso del marxismo, se observa una “propuesta ética” que promueve el odio entre distintos sectores de la sociedad, mientras que en economía no trata de optimizar el proceso espontáneo del mercado, sino que se opone a la propiedad privada, a la división del trabajo y al libre intercambio posterior de bienes y servicios. En el plano político, al favorecer la concentración de poder (político, económico, militar, etc.) en manos de una minoría que dirige al Estado, tiende a producir resultados opuestos a la optimización antes mencionada. De ahí que el marxismo “describe lo que no es” (lucha de clases entre la burguesía carente de virtudes y el proletariado carente de defectos) tratando de lograr “lo que no debe ser”. La revolución marxista consiste esencialmente en una adaptación cultural, no a las leyes naturales, sino a las “leyes de Marx”, que poco tiene que ver con aquéllas.<br /><br />
El marxista compara siempre lo que, para él, debe ser (la sociedad utópica socialista) con lo que es (la sociedad real con un capitalismo distorsionado), por lo que siempre resulta inútil establecer una discusión ya que se habla de cosas absolutamente distintas, de épocas distintas, incluso respecto del socialismo teórico ni siquiera resulta posible su existencia. Karl Popper escribió: “El atractivo del utopismo surge de no comprender que no podemos establecer el paraíso en la Tierra. Lo que podemos hacer, en cambio, creo yo, es hacer la vida un poco menos terrible y un poco menos injusta en cada generación. Por este camino es mucho lo que puede lograrse”. “Podríamos lograr todo eso si abandonáramos los sueños de ideales distantes y dejaríamos de luchar por nuestros esquemas utópicos de un nuevo mundo y un nuevo hombre”(De “Utopía”-Arnhelm Neusüss-Barral Editores-Barcelona 1971).</b>Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-67167561348472938392015-03-30T07:10:00.002-07:002015-03-30T07:10:32.503-07:00Entre la finalidad y el nihilismo<span style="font-weight:bold;"><br />Algunos de los conceptos más importantes de la psicología, que han promovido la realización de teorías parciales, son el sentido de la vida, la motivación, la acción, la ética y la felicidad. Veremos que es posible considerarlos juntos y en un mismo esquema. <br /><br />Primeramente consideraremos el caso individual en el cual un objetivo personal promueve una motivación para su logro. Tal motivación es el requisito previo a la acción, la cual estará caracterizada por decisiones que favorecen el logro del objetivo y aquellas que se oponen al mismo. Finalmente, el grado de satisfacción que nos brinda nuestra tarea en función de la búsqueda del objetivo, como del objetivo mismo, será una medida de que el mismo fue bien elegido o si habrá que replantarlo en el futuro.<br /><br />Como ejemplo de este tipo de elección tenemos el caso de una carrera universitaria o bien de una profesión. El objetivo ha sido elegido en función de cierta satisfacción personal que se espera disfrutar tanto en el periodo de estudios como en el posterior ejercicio de la profesión. Si la satisfacción esperada se transforma en una tarea poco grata, habremos de considerar la posibilidad de buscar otra actividad afín a nuestra personalidad. Podemos, entonces, hacer un esquema que liga los aspectos mencionados:<br /><br />Objetivo → Motivación → Acción → Grado de satisfacción personal<br /><br />Como este proceso resulta ser en realidad un sistema realimentado, falta agregar el vínculo entre lo que se logra (Grado de satisfacción personal) con aquello que se ha pretendido lograr (Grado de satisfacción asociado al logro del objetivo). Para ello se establece una comparación entre los mismos (restándolos) para que la diferencia actué sobre la motivación y se continúe nuevamente la secuencia anterior.<br /><br />Lo interesante de este modelo descriptivo elemental es que puede generalizarse para aquellos objetivos que trascienden a los individuos y que atañen a toda la humanidad. Supondremos que existe un objetivo personal que está en función del sentido, o de la propia finalidad, del universo, por lo que nuestro esquema esta vez adoptará la siguiente forma:<br /><br />Sentido del universo → Motivación → Acción (ética) → Nivel de felicidad<br /><br />Siendo realimentado este Nivel de felicidad para ser comparado con el Sentido del universo (o la felicidad esperada en su búsqueda). <br /><br />Hay quienes opinan que el hombre debe buscar los “pequeños objetivos” para, luego, una vez logrados, buscar los principales. Abraham H. Maslow escribió: <br /><br />“Conviene, por lo tanto, designar estos motivos y necesidades «superiores» de las personas autorrealizadas con el término de «metanecesidades», así como diferenciar la categoría de motivación de la categoría de «metamotivación»”. “Ahora está más claro para mí que la gratificación de las necesidades básicas no es una condición suficiente para la metamotivación, aunque puede ser una precondición necesaria”. “Parece que la metamotivación no resulta automáticamente de la satisfacción de las necesidades básicas” (De “La personalidad creadora”-Editorial Kairós-Barcelona 2005).<br /><br />Desde el cristianismo se propone el logro simultáneo de los grandes y de los pequeños objetivos. Ello se debe a que el amor al prójimo no es sólo una meta a lograr una vez satisfechas las necesidades primarias de alimentos y vivienda, ya que, incluso, todo niño pequeño, o el simple animalito doméstico, necesitan del amor tanto como de las demás necesidades básicas mencionadas, ya que su total ausencia significará una muerte segura. De ahí que Cristo sugería: “Busca primeramente el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”.<br /><br />El hombre se encuentra, por lo general, a mitad de camino entre una vida orientada por una finalidad o bien por una vida carente de objetivos. Entre las diferencias esenciales que existe entre la vida inteligente y las restantes formas de vida, encontramos la necesidad de la búsqueda, en el primer caso, de una finalidad, o de un sentido, que oriente todas y cada una de nuestras acciones. Pierre Teilhard de Chardin escribió: “El hombre es el único animal en la escala zoológica que tiene que trazar su destino”.<br /><br />Cuando el hombre no encuentra un sentido para su vida, puede caer en estados depresivos, por lo que se observa que nuestra propia naturaleza nos exige encontrar un objetivo que nos permita escapar del nihilismo, es decir, de la ausencia de un sentido para nuestra vida. Bernard Delfgaauw escribió: <br /><br />“¿Qué sentido tiene la existencia humana? Un nihilismo con su doble filo de angustia y hastío paraliza la facultad de pensar y laborar”. “Hay que encontrar un sentido a la existencia humana y al mundo, lo suficientemente vasto y profundo como para que nos revalide de pensamiento y obra y nos lleve a poner en tensión todas nuestras fuerzas y facultades. Se trata, pues, de derrotar al nihilismo” (De “Creyentes e incrédulos”-Ediciones Carlos Lohlé-Buenos Aires 1968).<br /><br />En cuanto a la motivación, existen varias teorías psicológicas propuestas, aunque lo importante es establecer una teoría de la motivación junto a una teoría de la acción que permitan lograr cierta finalidad objetiva asociada al propio orden natural. Respecto de la acción, puede decirse que implica una ética y es una condición tanto emocional como cognitiva. Se conoce el objetivo y luego, emocionalmente, se favorece la acción conducente al logro de ese objetivo. La ética consiste esencialmente en conocer las acciones que favorecen el logro del objetivo como de aquellas que se oponen a ese logro. Víktor E. Frankl escribió: <br /><br />“Tarde o temprano nos veremos obligados, no ya a moralizar, sino a ontologizar la moral; habrá que definir el bien y el mal, no como algo que debamos o no hacer, sino el bien como aquello que favorece la realización del sentido que encomienda a un ente y se le elige, y el mal como aquello que impide su realización” (De “El hombre doliente”-Editorial Herder SA-Barcelona 1987). <br /><br />Puede decirse que los problemas políticos y económicos, y no sólo los sociales, tienen que ver con la ausencia de un sentido de la vida adoptado masivamente y en concordancia con el objetivo implícito en el espíritu de la ley natural. Así, tanto la sociedad de consumo como el totalitarismo estarían vinculados al vacío existencial. Víktor E. Frankl escribió: <br /><br />“En cuanto a las causas que provocan el vacío existencial, cabe enumerar dos: la pérdida del instinto y la pérdida de la tradición. Los instintos no dicen al hombre, contrariamente al animal, lo que debe hacer; las tradiciones tampoco dicen al hombre actual cuáles son sus deberes; y muchas veces éste parece no saber lo que quiere. Entonces se siente tentado a querer lo que los demás hacen o a hacer lo que los demás quieren. En el primer caso topamos con el conformismo y en el segundo con el totalitarismo”.<br /><br />En el caso de la religión, vemos que en ella aparece, como objetivo del universo, la voluntad del Creador. El individuo que cree firmemente en ese Dios Creador, adquiere suficiente motivación como para responder eficazmente a la ética propuesta por el profeta o por el enviado de ese Dios. Lo opuesto lo tenemos en el caso del que adopta una actitud nihilista negando toda posible existencia de un sentido del universo y, luego, del sentido de la vida individual, siendo posible que no tenga suficientes motivaciones para realizar su vida ya que podrá faltarle la “fuerza de la fe”. <br /><br />La finalidad adoptada generalmente en la mayor parte de los planteos provenientes de la ciencia experimental, es la adaptación del hombre al orden natural. En esa adaptación distinguimos una evolución biológica y una evolución cultural, propia esta última de la vida inteligente. Ambas tipos de evolución responden al aumento de la complejidad, medida por la información asociada a todo organismo, y al aumento de su grado de conciencia, que ha de ser el conocimiento que el ser viviente tiene respecto de esa información. Podemos hacer una síntesis:<br /><br />(Adaptación = Evolución Biológica + Evolución cultural) → (Complejidad + Conciencia)<br /><br />La búsqueda de objetivos que orientarán nuestra vida nos indica una evidente influencia del futuro. En caso de no existir esa proyección, el hombre pierde motivaciones y reduce sus estímulos para el accionar cotidiano, posiblemente hasta caer en estados depresivos.<br /><br />Nótese que existirán muchas finalidades posibles, siendo varias de ellas erróneas, por cuanto son finalidades propuestas por el hombre sin tener presente la propia realidad. Podemos mencionar el caso del nazismo, que propone como finalidad de sus adeptos la eliminación de las “razas incorrectas”, o el caso del marxismo, que propone eliminar la “clase social incorrecta”. En ambos casos se sugiere una “ética” destructiva del grupo incorrecto, mientras que el individuo que sigue esta tendencia logrará cierto nivel de felicidad, seguramente muy limitado, en función de la creencia y de los objetivos logrados.<br /><br />Desde la ciencia experimental, y desde la Psicología Social en concreto, se ha podido describir una ética compatible con la impulsada por el cristianismo, de ahí que sería oportuno considerarla como un fundamento adicional del mismo. De todas las religiones vigentes, alguna estará más cerca de las leyes naturales, siendo por ello más “verdadera” que las restantes. Y es precisamente el avance de las ciencias sociales el que finalmente permitirá “elegir” a una religión en lugar de otras. <br /><br />Las severas crisis de las sociedades actuales se acentúan con las divisiones y los antagonismos promovidos por las distintas religiones, que adquieren un carácter y una validez subjetiva en cuanto no hacen los menores intentos por hacer visible su compatibilidad con las leyes naturales, que son las propias leyes de Dios. Pierre Teilhard de Chardin escribió: <br /><br />“Ya es tiempo de reconocerlo. En nuestros días, la Iglesia, arrastrada por un remolino de teología abstracta, de sacramentalismo cuantitativo, de devoción sutilizada, ha perdido contacto con lo Real. Las direcciones eclesiásticas y las preocupaciones de los fieles se van encerrando poco a poco en un mundillo artificial de ritos, de prácticas, de emulaciones piadosas, enteramente separado de la verdadera corriente de las cosas. La Eucaristía, en concreto, tiende a convertirse en una suerte de objeto válido por sí mismo, que absorbe en sí la actividad religiosa en lugar de hacerla fermentar para la salvación de todas las cosas del Universo. Nos estamos equivocando de camino, y ésa es la razón de que los progresos de la Verdad cristiana hayan quedado como detenidos”.<br /><br />“Creo que el mundo no se convertirá a las esperanzas celestiales del Cristianismo más que si, previamente, el Cristianismo se convierte (para divinizarlas) a las esperanzas de la Tierra” (De “Las direcciones del porvenir”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1974).</span>Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5807453587720029831.post-69554476965206714662015-03-30T07:06:00.001-07:002015-03-30T07:06:07.550-07:00Las dimensiones del hombre<span style="font-weight:bold;">Podemos describir el comportamiento humano considerando los objetivos fijados por distintos individuos para el progreso personal, y que constituyen las tres dimensiones básicas del hombre. Tales dimensiones tendrán como objetivo lograr el Bien, la Verdad y la Belleza, de ahí que apuntarán a la búsqueda del perfeccionamiento ético, como del intelectual y del corporal o estético. Así como el individuo que busca perfeccionarse en los tres aspectos logrará llegar a ser un hombre integro, o completo, quien desatienda estos aspectos tenderá a ser un hombre espiritualmente mutilado. <br /><br />Suponiendo que nos hemos de especializar, por distintas razones, en el desarrollo de uno de los aspectos mencionados, debemos establecer cierta prioridad. De ahí que, contemplando nuestra esencia y nuestra naturaleza humana, debemos considerar el aspecto ético como prioritario, luego el aspecto intelectual y finalmente el estético. Podemos entonces hacer una síntesis de las dimensiones del hombre y los objetivos correspondientes:<br /><br />1- Ética (la búsqueda del Bien)<br />2- Intelectual (la búsqueda de la Verdad)<br />3- Estética (la búsqueda de la Belleza)<br /><br />Los sentimientos están asociados al aspecto ético, y constituyen los valores más importantes del hombre. Wolfgang Goethe, para resaltar la superioridad de los sentimientos respecto del intelecto, dijo: “Lo que yo sé, todos pueden saberlo, pero el corazón es sólo mío”. Por otra parte, el destacado filósofo y matemático René Descartes, quizás justificando su estado de soltero, expresó: “He preferido la verdad a la belleza”.<br /><br />Podemos caracterizar a todo ser humano, incluso a todo grupo social, mediante estos tres aspectos: ético, intelectual y estético, ya que existe cierta independencia entre los mismos. Esto se debe a que existen personas de reconocida belleza exterior, pero con pocos atributos éticos e intelectuales, o bien personas con reconocida belleza interior, pero con pocos atributos físicos e intelectuales, y así todas las demás posibilidades. El hombre plenamente adaptado al orden natural será el que tenga un desarrollo equilibrado de los tres aspectos.<br /><br />Siendo la vida espiritual la que caracteriza nuestra esencia humana, la propia naturaleza nos brinda posibilidades a todos para llegar a ser personas íntegras, o a llegar muy cerca de ese ideal. Así, hay veces en que los aspectos afectivos e intelectuales crecen como compensación a una pobre valoración estética por parte del medio social. Tanto Blaise Pascal, como San Francisco de Asís, Baruch de Spinoza y Sören Kierkegaard, poseían una salud precaria, posiblemente tendrían poco atractivo estético y los cuatro vivieron alrededor de los cuarenta años, pero pasan los siglos y sus atractivas personalidades siguen despertando curiosidad. Dijo François Mauriac sobre Pascal: “…al cabo de tres siglos él aún está ahí, vivo, tomando parte en nuestras disputas. Hasta sus mínimos pensamientos nos confunden, entusiasman o incomodan, pero él es comprendido al momento, desde la primera palabra, mucho mejor que en su propio tiempo…”.<br /><br />Si tuviésemos que elegir una edad óptima para detener el paso del tiempo, un deportista la elegiría entre 25 o 30 años, un científico entre 35 y 45 años, un filósofo quizás algo más, mientras que, quien basa su vida en sus vínculos sociales y afectivos, podrá elegir una edad mayor aún. De ahí que una valoración excesiva de la belleza física hará sentir poco feliz a quien posee una edad que excede a la óptima de su ideal. Lograr el desarrollo equilibrado de nuestras tres dimensiones equivale hacer más intensa nuestra propia vida.<br /><br />Si tuviésemos que elegir al “modelo de hombre feliz”, quienes viven en la fase estética pensarán en algún millonario que vive lujosamente. En cambio, quienes viven en la fase ética e intelectual, podrán elegir una vida como la del médico Edward Jenner, quien alguna vez habrá podido decir con orgullo: “…con mi vacuna podré salvar 60 millones de vidas por siglo”, ya que esa fue la cantidad estimada de víctimas de la viruela durante el siglo XVIII. Por su obra podemos decir que era “creyente”, en el sentido religioso, aunque no sepamos cuáles eran sus pensamientos al respecto.<br /><br />La evolución tecnológica y la vida moderna exigen al hombre un mínimo esfuerzo físico en sus actividades cotidianas, mientras que nuestra propia naturaleza requiere de cada uno de nosotros una actividad muscular permanente para el logro de una vida sana. El ejercicio físico y el deporte son necesarios e imprescindibles para el logro de una vida plena; fortalecen al cuerpo y prolongan la vida. Ayudan a embellecer el aspecto exterior como también han de servir para ejercitar la voluntad y la disciplina; aspectos necesarios para nuestro cotidiano vivir. John Locke escribió: “Educar es obtener un alma sana en un cuerpo sano”.<br /><br />Cuando vemos diariamente el caso de algunos animalitos domésticos que muestran una buena dosis de afecto y de sociabilidad, y los comparamos con muchos seres humanos, compartimos aquella expresión que indica que “a medida que conozco mejor al ser humano, quiero más a mi perro”. De ahí que pareciera una sugerencia inútil hacer resaltar en la sociedad el ejemplo de notables hombres del pasado cuando, para una mejora inmediata, bastaría que señalar la presencia de algunos seres del reino animal que muestran aptitudes éticas bastante más elevadas que muchos seres humanos. <br />Podemos incluso establecer una escala de valores que, posiblemente, reflejará la actualidad ética de muchas sociedades. No es una escala ideal, sino real, ya que refleja los resultados de lo que el hombre busca para su vida:<br /><br />1- El hombre económico (ser unidimensional que busca y valora el placer o el poder, o ambos).<br />2- Los animales domésticos (seres bidimensionales que superan éticamente a muchos hombres).<br />3- El hombre tridimensional (el que logra la integridad humana).<br /><br />Mientras que el hombre crece buscando algunas, o todas, de las tres dimensiones mencionadas primeramente, los pueblos progresan eligiendo mejorar su nivel cultural, su nivel científico y tecnológico o bien su nivel económico. Incluso podemos decir que lo ético en el individuo se proyecta socialmente en lo cultural, lo intelectual en lo científico, tecnológico, artístico, etc., mientras que la búsqueda de comodidades y seguridad personales promoverán el desarrollo económico de la sociedad. Así, los romanos tenían una mentalidad práctica. Realizan, entre otras obras, 90.000 kilómetros de caminos, haciendo que Roma represente la fase tecnológica de la humanidad. Uno de ellos dijo: “Los griegos y los egipcios construyen monumentos que no tienen utilidad práctica, mientras que Roma construye caminos y acueductos que sirven a todo el pueblo”. Por el contrario, en la Grecia antigua se acentúa la fase intelectual y científica de la humanidad, y en donde, incluso, se desprecian las actividades puramente prácticas. También los pueblos deberán buscar un desarrollo equilibrado entre cultura, ciencia, tecnología y economía, que, como se dijo, resultan de la proyección de los valores individuales como valores sociales.<br /><br />Generalmente se afirma que las crisis sociales y humanas se deben a un descenso en la búsqueda de valores personales. En esos casos predomina la idea del relativismo moral y cognitivo. Quienes adhieren a tales relativismos consideran que no existe el Bien ni la Verdad en un sentido objetivo. De ahí que, si el Bien y la Verdad son sólo cuestiones convencionales, no merecerían que les dediquemos demasiado tiempo y esfuerzos, ya que sólo adquiriremos atributos de reducida valoración social y de dudosa validez objetiva.<br /><br />La más importante sugerencia para la mutilación espiritual del hombre proviene del marxismo cuando sostiene que no existen el Bien ni la Verdad objetivos y que todos esos conceptos derivan del sistema económico de producción y distribución vigente en determinada sociedad. Sostiene que todos los atributos del hombre renacerán una vez que se ha establecido el socialismo, al cual se llegará mediante una revolución, es decir, primeramente se siembra el odio, que luego llevará a una lucha entre sectores y finalmente, casi por arte de magia, aparecerá el “hombre nuevo” emergente del socialismo. <br /><br />Podemos decir que el “homo economicus”, como “especie” predominante en las sociedades en crisis, no sólo lo encontramos en la base del socialismo, sino también en las sociedades de consumo. Posiblemente de ahí surjan las severas críticas al capitalismo, como sistema económico creador del “hombre unidimensional”, que carece de atributos éticos e intelectuales.<br /><br />En este caso, el error que se comete radica en seguir el pensamiento marxista, ya que atribuye todos los defectos de una sociedad al sistema de producción. Si el individuo típico de la sociedad de consumo no busca su perfeccionamiento ético, intelectual y estético, y tan sólo busca lograr comodidades para su cuerpo, a través de la adquisición de bastante dinero, ello poco tiene que ver con las ventajas operativas que presenta el sistema capitalista de producción y distribución de bienes y servicios.<br /><br />La economía de mercado es superior, o menos mala, si se prefiere, que la economía planificada. Su función es responder y satisfacer de la mejor manera a las demandas establecidas por el consumidor. Pero la ética que debe imperar en la sociedad debe reflejarse en el tipo de demanda que el consumidor establece. La ética debe tratar de mejorar las actitudes del cliente y del productor, siendo el sistema del mercado un sistema éticamente neutro, que no empeora ni mejora las conductas individuales. Si alguien come o bebe excesivamente, no debe culparse a quienes producen o venden alimentos o bebidas, sino que toda la responsabilidad recae sobre el propio consumidor. Si se atribuye al sistema capitalista la culpabilidad respecto del egoísmo y del materialismo extremo que impera en las sociedades en crisis, se deja de lado la posibilidad de buscar mejoras a nivel individual.<br /><br />Todo sistema que funcione en base a la libre elección, por parte de los individuos que lo integran, funcionará aceptablemente en cuanto exista en tales individuos una base ética mínima y aceptable. De lo contrario, nunca funcionará adecuadamente. De la misma manera en que se acusa al sistema de mercado por “permitir” los excesos del hombre, podemos incluso cuestionar al propio Creador, o a la propia Naturaleza, por habernos dado libertad de elección y por cuanto todavía no somos capaces de adaptarnos plenamente a las leyes naturales establecidas siendo el sufrimiento una medida de esa desadaptación.<br /><br />Así como no es posible decir que el mundo esté mal hecho, y que es para el hombre una trampa sin solución ni esperanzas, es posible decir que el capitalismo es un sistema que requiere del individuo el mismo tipo de ética que el necesario para el buen desempeño individual en la sociedad humana surgida libremente a partir de nuestros atributos personales.</span>Bdsphttp://www.blogger.com/profile/10819467303435190635noreply@blogger.com0